Lo Político

Jean Oury (15-10-2004)

No recuerdo lo que dije la última vez. Deberíamos tratar de situarlo. Leí algo, recordarán, extractos de Tosquelles, Kantorowicz... También hablé sobre Pierre Clastres, quien murió accidentalmente en 1977. Incluso traje un libro suyo que me dio en 1974. “La sociedad contra el Estado”, sobre con los diez años que había pasado con los indígenas paraguayos, los guaraníes. Parecía muy interesante, con comentarios hechos por otro amigo etnólogo, Michel Dartry, y también por Claude Lefort, publicados en una revista poco después de su muerte, en 1978.

Pero entonces me gustaría tratar de situar, de una manera muy improvisada, por qué estamos hablando de eso ahora. No tuve tiempo de pensar realmente en todas estas preguntas, pero es la continuación... Desde que hago un blabla en Sainte-Anne, hace más de veinte años, cada tema, cada año, es elegido de una manera aparentemente aleatoria, pero sin duda se continúa. En tal caso, parece que lo político fue la marca de agua desde el principio. Pero el año pasado, se trató del objeto “a”... ¡Siempre que hablamos del objeto “a” me produce una ausencia! Y el año anterior, había sido la angustia. Entonces, en junio, dijimos: “Vamos a seguir con el objeto a” . Y así es como llegamos a hablar sobre lo político. Porque parece que está constantemente en cuestión, pero es lo que más se aplasta, una especie de ignorancia sistemática en el trabajo mismo. Entonces, puedo dar simplemente algunas pistas, es una gran palabra. Recordé la regla fundamental: estar en una “lógica abductiva”, como se dice de manera rebuscada. Yo traduzco eso diciendo: me doy el derecho a la tontería. Si es una gran tontería, nos rajamos y comenzamos otra cosa. La ventaja es que quizás es la única forma de no decir demasiadas tonterías. Porque si no nos damos el derecho a la tontería, eso se vuelve sistemático. Repito esto para tranquilizarme. Pero puedo proponer algunas ecuaciones.

¿Por qué hice referencia muy rápidamente al pequeño libro de Kantorowicz, “Morir por la patria”, con un prefacio, una presentación, de Pierre Legendre? Una presentación notable. Desde la primera página, lo que podría ponerse como una especie de esquematización de todo lo que está en cuestión a lo largo de la evolución del derecho: está el poder, la palabra y la muerte; como si fuera un triángulo, ahí donde debemos hablar sobre el derecho. Pero sobre un plano más epistémico, hablamos de lo político al mismo tiempo que hablamos sobre el derecho. Podemos ir más allá.

Estoy pensando en un libro de nuestro amigo Philippe Rappard llamado “El Estado y la Psicosis”. Entonces, me parece que hay cosas que extraer, criticar; pero debería hacerse en otro momento. Philippe Rappard es apasionado del derecho. Fue a él a quien le pedí (con Ayme y Torrubia) que escribiera por mí lo que André Green me había pedido en 1964, un artículo de la Encyclopédie sobre la psicoterapia institucional. Entonces, él está al corriente. Deberíamos ver, cuando hablemos sobre lo político, cómo aparece. En “El estado y la psicosis” inevitablemente hay capítulos sobre la política, pero no sé bien qué pensaba realmente al respecto.

Como propuesta, es quizás una reanudación de lo que habíamos elaborado hace unos diez años aquí, en el anfiteatro de Magnan, “Jerarquía y subyacencia”. Deberíamos transcribirlo, no necesariamente editarlo, pero dar extractos, fragmentos, ver qué es válido allí. Era para poner en cuestión esa noción de subyacencia. Lo he retomado, una y otra vez, y permanece en el trasfondo de todas estas reflexiones. Era, al mismo tiempo, una noción que había usado en 1958. Es necesario tener en cuenta el suelo, el estiércol, para plantar flores. Es necesario que el estiércol o el humus esté en buen estado, es necesario tratar la subyacencia antes de tratar cualquier cosa. Y fue al mismo tiempo un argumento, una posibilidad de discusión, que nunca tuvo lugar con Félix y Deleuze, especialmente en su pequeño libro sobre el rizoma, ciertamente relacionado con estas cosas. Ahora es demasiado tarde. Pero entonces, quería intervenir para decir que no es suficiente, que no es simplemente a nivel del rizoma y de la lógica rizomática.

Lo que está en cuestión tiene muchos más estratos que eso, es más escamoso. Sin embargo, definía muy provisoriamente la subyacencia como una especie de colusión entre las dos grandes sobredeterminaciones. La alienación social es enorme, todos estamos alienados socialmente. Venimos al mundo en una estructura ya trabajada por la política y la historia, y todo lo que sucede. Por ejemplo, no es lo mismo venir al mundo (como se dice, eso no significa mucho) después de la guerra de 1914 o en el tiempo de Napoleón III. Por supuesto, siempre venimos al mundo, pero el clima sobre el plano sociológico ciertamente no es el mismo, con todas las consecuencias que puede tener, con la neurosis contemporánea, la perversión y la psicosis contemporánea. Luego viene el problema de la guerra sin fin, y luego los campos, los gulags. Todo esto debe jugar en algún lado. Si realmente no juega, entonces hay que continuar, ¡no importa! 100 millones de muertos, ¿qué son frente a frente a la eternidad? Pero en fin, de todas formas, eso debe desempeñar un papel en la calidad, en los efectos de una gran sobredeterminación social, que denominé la “dimensión alienatoria”. Es por eso que había hecho, antes de 1990, un año en SainteAnne en torno al tema, “La Alienación”. Eso está publicado. Fue para redefinir algo que estaba mal llevado en todas las ideologías.

Había dicho incluso que eso había estado completamente aplastado en el estalinismo, con la prohibición de usar el término de alienación, que supuestamente era un pecado juvenil de Marx. Son un montón de estupideses, Marx siempre usó la palabra “alienación”: Entfremdug o Enthusserun, retomando los conceptos de Hegel. Entonces, yo había hecho algo acerca de la alienación. Es quizás una reanudación de eso, en relación... tal vez para entender mejor a qué nos referimos cuando hablamos de lo político, sería bueno volver a leer al menos las líneas esenciales de lo que habíamos tratado de elaborar en aquel momento.

Está eso: la sobredeterminación social, alienatoria, que es enorme, que pesa mucho más de lo que se cree. Estamos tomados en las costumbres, los hábitos, las formas de encontrarse con los otros, de creer que la escuela sirve para algo, todas esas cosas, el matrimonio, etc. Son formas particulares de alienación que están sumergidas en la política. Vean, por ejemplo, el problema de la convivencia , para tomar cosas un poco masivas. La convivencia en el siglo XIX, son células de producción: ¡cásate, bendice eso, que aguante, haz niños! ¡Y ponemos a estos niños en fábricas después de diez años! Es parte de la producción. Y así la política, tanto en Inglaterra como en Francia y en otros lugares, juega un cierto papel en el establecimiento por parte el Estado de las células de producción. De ahí el análisis de las fábricas, como decíamos en esa época. Y todo lo que ha sido aplastado, también confabulado. Pienso en los estudios que se hicieron en una de las revistas que Félix y Fourquet habían fundado, “Recherches”. Hay un tomo sobre el trabajo de las mujeres durante el siglo diecinueve. Ahí vemos aparecer cosas notables que conocemos bien, que son importantes para leer. Por ejemplo, la importancia de las mujeres en la revuelta de los Canuts. Valdría la pena tomar eso de nuevo. Eso forma parte de los estratos, de las complejidades alienatorias. Por ejemplo, el hecho de decir: “¡Siempre que sea un niño!” A fines del siglo XIX, porque estos son los tipos que entrenamos, siete años de servicio militar. ¡Era necesaria la revancha! ¡Las chicas son bastante pesadas allí dentro! ¡Los niños serán buenos soldados! No estoy exagerando. O en China, que se eliminaba a todas las chicas desde el primer día. ¿Qué es eso? No es lo político, es la política, manifestación concreta de toda la implementación de una gran alienación social que se ignora. Eso incluso se infiltra en las ideologías, en la forma de soñar, en la forma de tener ideas, la forma de votar, los diplomas; todas estas estupideces que en última instancia están relacionadas con una sociedad que deberíamos analizar permanentemente. Tosquelles tenía razón al decir que la alienación es quizás donde hay más resistencia. Para tomar conciencia de eso, para tenerlo en cuenta, es infinitamente más grande que lo que se llama la resistencia en psicoanálisis. La resistencia en el psicoanálisis ya es un montón de cosas. Pero aún ahí, es enorme, es diez, veinte o treinta veces más fuerte. No se sale. Es un primer lugar, lo que llamé sobredeterminación alienatoria. ¿Por qué usé el término sobredeterminación? ¡Por qué no! Era un término que me había parecido interesante en un estudio literario, especialmente el libro de un italiano, Tagliaferri, traducido al francés creo en 1976. Conocí a Tagliaferri en Milán, con Verdiglione. Y luego, hizo un texto notable sobre Beckett y Joyce, pero especialmente sobre Beckett. Había llamado a su libro “Las sobredeterminaciones literarias”. Realmente me gustó ese término. Y pensé para mí mismo, ¿por qué no aplicarlo, de una manera más reflexiva, en sobredeterminaciones alienatorias? Lo que revolucionó a todos los filósofos, y las llamadas cabezas pensantes de principios del siglo XX y aún ahora, es lo que trajo Freud ,de todos modos ingenuamente, concretamente, brillantemente, precisamente porque no se molestaba con tantas pesadeces racionalistas, filosóficas, neo-kantianas de la época.

El gran hallazgo del psicoanálisis, lo que causó un escándalo, es que muchas cosas que de las que hacemos que están sobredeterminadas y que ni siquiera tenemos acceso al proceso de sobredeterminación. Ampliando incluso el punto de vista clínico de Freud, respetando plenamente su progreso, expandiéndolo con todas las contribuciones de nuestro amigo, Jacques Schotte, que trabajó tanto para tratar de traducir a Szondi de manera concreta. Para aquellos que conocen el cuadro de Szondi y todas las elaboraciones que nunca terminan, hay sobredeterminaciones que marcan el destino de cada uno, el Schickalsanalyse, como decimos en la jerga. Pero estamos sobredeterminados de manera inconsciente, también por las elecciones de amistad, amor, profesión, enfermedad, ¡y diré incluso hasta los estilos de muerte! Va muy lejos, y es extraordinariamente concreto. Es una gran clínica. Bueno, eso forma parte de las sobredeterminaciones inconscientes en grueso, pero ¿cómo se manifiestan? ¿Por qué vías? Esto es precisamente todo el problema, y tal vez una de las vías, entre otras, quizás la más concreta, la más operativa. Es sobre la que Lacan insistía, en particular por el fantasma. No solo en su seminario sobre la lógica del fantasma, que es un poco tardío. Siempre insistió en el fantasma, proponiendo una escritura particular del fantasma, diciendo que es una articulación compleja entre el Sujeto del Inconsciente que no está en lo Inconsciente, es $, y el objeto de deseo que es el representante, el testigo de que hay deseo. Y eso es el mayor descubrimiento de Freud: es un deseo inconsciente, y que permanecerá inconsciente. Es por eso que lo uso ahora, en reacción a posiciones un poco desviantes... es una lástima que Félix y Deleuze ya no estén aquí para hablar, se habían desviado un poco... Descuidaron lo que Lacan llama el “concepto del Inconsciente”. Es por eso que digo “el deseo inconsciente inaccesible”, no hay nada que hacer, está ahí... Y al mismo tiempo, como dice Freud, el deseo es algo imperecedero, indestructible. Esta es la última palabra de la “Traumdeutung”: el deseo indestructible que está allí, que se manifiesta bajo cualquier circunstancia, ya sea en tal situación, en un grupo, en una relación; siempre es el deseo indestructible e inaccesible

Ahora, ¿cómo se manifiesta esto? Vemos la dificultad lógica para los tipos que salieron del siglo XIX, con un positivismo un poco superficial, incluso tipos como Lenin que escribió cosas un poco al límite... No sé si han leído “Empiriocriticismo” de Lenin, después de cien páginas, me detuve porque me molestaba demasiado, era una tontería sobre Leibniz, etc, hay que decirlo... Incluso eso, podemos ver que era algo muy difícil. Había algo allí que era el eje principal. No era necesariamente una revolución copernicana, como hemos dicho, pero todo giraba en torno a algo a lo cual no teníamos acceso. ¡Qué escándalo! Para tener el modelo, dijo Freud, debemos estudiar la patología. ¡Aquí está el colmo! Si hay que estudiar a los locos para saber cuál es nuestro deseo, es suficiente, ¡hay que meterlo preso!

Todo el trabajo, de Freud y Lacan, entre otros, para presentar las articulaciones, es mostrar: ¿qué se puede manifestar del orden del deseo inaccesible en el existente (no en el viviente)? En el existente, es bajo la forma de esta cosa muy problemática y difícil, que llamamos el “fantasma”. Ustedes son conscientes del esfuerzo de Freud para salir de su malestar, cuando ingenuamente creía que la gente estaba contando lo que realmente había sucedido cuando eran pequeños. Se dijo a sí mismo: “¡No es posible que los padres de todos los burgueses de Viena sean perversos y bastardos, y que le hagan cosquillas a su pequeña de uno o dos años!” Debemos creerlo primero. Lo que no impide que haya una modulación. No solo hay fantasma en estas historias. No quiero ensartar el procedimiento actual, un poco sospechoso, de resaltar la pedofilia para esconder algo más, pero eso no impide que hace más de veinte años hago un grupo todos los meses con trabajadores sociales sobre el incesto en el centro de Francia, ¡y no es gracioso! Ahí, no estamos en el nivel del fantasma, no es verdad, ¡no es esta área! Eso no impide, que el fantasma sea el mayor concepto que aportado en la explicación lógica de lo que se conoce como “sobredeterminación inconsciente”. Eso se junta con el lema que me dí en septiembre de 1948, cuando todavía estaba en SaintAlban. Estaba Tosquelles y estaba la línea de Jdanov. Stalin no estaba muerto todavía. Por Jdanov y Lyssenko, el psicoanálisis había sido condenado como ciencia burguesa degenerada. En cierto sentido tenían razón, ¡porque había psicoanalistas que querían psicoanalizar a los jefes de estado para evitar la guerra!. Pero aún así, eso no impide que allí hubiese una especie de reducción y aplastamiento de la psicosis, en el sentido general del término, y también, lo que sucede en lo social. Para llegar, veinte años después, a todas las derivas de la antipsiquiatría. Hay condenas absolutas hacia la antipsiquiatría de parte de Tosquelles. Hubo una especie de confusión entre los dos tipos de alienación. Mi lema era decir: existe una doble alienación, una alienación social y la alienación trascendental de la psicosis. Esta alienación de la psicosis, por ejemplo la esquizofrenia, es trascendental en el sentido de que atraviesa la geografía y la historia. Sea que uno esté en un régimen dictatorial o en una república benéfica o con los salvajes, etc., hay esquizofrenia. Para la melancolía, este no es el caso. Y esa es una dimensión trascendental, que no depende de las cosas concretas, no depende de la calidad del gobierno. Se escuchaban tonterías como esa en 1968 con los antipsiquiatras. Hubo incluso algunos, esos que no habían devuelto su tarjeta después de Budapest, que decían: “Vayan a ver la URSS y ¡Cuba!, hay hospitales psiquiátricos”. ¡Vemos lo que resultó de eso! Esto para decir que, de acuerdo con la modalidad del gobierno, lográbamos eliminar la dimensión alienatoria de la psicosis.¡Qué alegría!

Les recuerdo siempre, se convirtió en una fábula, que en una asamblea general, con Lacan, Maud Mannoni y toda esa banda, Laing y Cooper también habían venido.¡Sin embargo, era apresurado, como digo a menudo de Cooper!

Él dijo: “¡Viva el Che Guevara!” Aplaudí, por qué no, ¡Che Guevara es un tipo valiente! Y agregó: “Los esquizofrénicos deben ir allí, ¡serán sanados!”. Me dije a mí mismo: ¡qué obsequio para Che Guevara si viera llegar una barcaza con catatónicos para tomar Cuba! ¡Esto no va! Me quedé allí, en sutiles conversaciones con Cooper...

Esto para decir que hay ahí una dimensión... Me alegré de haber dicho veinte años antes que había alienación social. Y no es organizando al gobierno que curaremos la esquizofrenia, ¡aunque quizás un poco! Durante veinte o treinta años hemos visto el aplastamiento completo de la psiquiatría. Vemos servicios cerrados, personas en pijama, se han eliminado todas esas antigüedades del Club, Tosquelles se acabó, Freud está muerto, no hay taller, no hay Club, nada, hay ¡celdas, contención y perros policía! Estos son detalles muy concretos... Depende de la manera gobernar, depende del estado, depende de lo económico. Pero así mismo, eso no es “lo político”.

La doble alienación es para decir que: aún cuando se toma en cuenta la alienación social, esta enorme sobredeterminación que se manifiesta por la relación entre el estado y la sociedad civil; hay todo otro dominio que es el de la sobredeterminación alienatoria, en el plano de la psicosis. Un gran discurso introductorio ...

Entonces, planteaba el problema, muy esquemático, cuando hablé de “Jerarquía y subyacencia”. Fue un término muy usado por Lucien Bonnafé. Él tenía consignas. Recuerdo, por ejemplo, que en abril de 1987, en Ville-Evrard, una tarde él y yo tuvimos una discusión de tres o cuatro horas. Aproveché la oportunidad para volver a poner en cuestión: “¿Y el periódico Action en 1948? ¿Y la línea de Jdanov, qué hiciste con ella?”. Él estaba enojado y se desenvolvió un poco así, pero no fue satisfactorio. Tendría que volver a leer lo que me respondió, ¡no hemos terminado de discutir! Y en un momento dado, incluso me dijo: “¡Si continúas tratándome de ”stal“, te trato de trotsko!”. Yo soy Poumista. Tosquelles era Poumista, no era ni trotskista, ni estalinista, ni anarquista. ¡Es muy importante el POUM! Es por eso que dije hace dos o tres años: para entender algo en esta llamada psicoterapia institucional, lean “La historia del POUM” de Victor Alba, o un enfoque hecho en 1984 por Georges Orwell en “Elogio de Cataluña”. Eso da una dimensión.

Esto no impide que Bonnafé tuviese un punto de vista muy interesante sobre la jerarquía. Incluso hizo coloquios sobre eso. Les he contado que una vez, cuando él todavía estaba en Perray Vaucluse, aproximadamente unos seis meses después de que Lacan dijera “yo fundo”, había apostado con Bonnafé que haría venir a Lacan el 19 de diciembre para hablar con los enfermeros. Entonces Bonnafé me decía: “No se va a molestar, ¡han pasado años desde que lo vi!» “¿Te parece a las 11:00?” Llegó Lacan y habló con las enfermeras toda la tarde...

Pero bueno, Bonnafé hizo varios años de coloquios y residencias para hablar sobre la jerarquía. Estaba muy consciente cuando decía: para hablar de jerarquía, no hay que hablar demasiado porque parece un poco contradictorio. Aquellos que hablan más de la jerarquía, a menudo son los jerarcas. ¡Eres un jerarca y no puedes evitarlo, estás atrapado en eso, no eres enfermero, eres un jerarca!, ¡Por eso hablas mucho sobre la jerarquía! Eso no impidió sin embargo, que yo retome luego: “Jerarquía y subyacencia”. Pero entonces, el problema que se planteaba era la articulación. La Jerarquía, ¿qué es? ¿Es del orden del estado? ¿Es del orden de la organización, de lo organizacional? ¿Es la implementación de funcionarios? ¿Esos que son puntuados, que tienen notas al final del año como todos los funcionarios? Siempre recuerdo que fue Maurice Thorez quien hizo votar la ley para calificar a los funcionarios en noviembre de 1945. ¡Es interesante!

Pero entonces, la jerarquía sigue siendo algo de la política, la organización de cuidados, etc... Por ejemplo, en este plano, se ve bien que era muy diferente si uno quiere señalar ciertos momentos de la historia . Cuando estaba el grupo de Sèvres, en 1957-58, había relaciones concretas con personas del Ministerio. Y además, había una buena mujer, la señorita Mamelet, que tenía un estatus especial en el Ministerio, para poder discutir el establecimiento de una política de la psiquiatría en Francia. Después de eso, ella no fue reemplazada. Era importante. En el tiempo de la señorita Mamelet, ¿podría ella haber tolerado que haya una multiplicación de celdas, de contención, etc.? ¿Podría ella haber tolerado eso cuando estábamos haciendo el grupo de Sèvres con Daumezon, Bonnafé, Tosquelles, etc.? No es seguro en absoluto. Podemos ver que hay momentos en la historia bien concretos y que modifican algo, que son de enorme importancia desde el punto de vista de la jerarquía. Por ejemplo, hace cuarenta años no existía la Escuela de Rennes, es decir, la formación de tecnócratas, gerentes de hospitales. Todavía existía esta ilusión de los comités hospitalarios, los Clubes, por la Circular del 4 de febrero de 1958. Surgió el problema del Sector. Fue extraordinario al principio. Fue gracias a Bonnafé especialmente que nació el Sector, y luego Saint-Alban, etc...

Eso es parte de la política, y se ve bien que ésta puede tener un papel en las modalidades de cuidado, en la manera de tomar a cargo, en la manera de curar a la gente. Tratarlas de una manera polidimensional, en relación con lo que sucede en la sociedad. Al comienzo de la Federación de sociedades Croix-Marines, era bastante interesante lo que Tosquelles llamaba: “poner en marcha un caballo de Troya”: tratar de hacer un poco de higiene mental en el hospital para cambiar el ambiente, para suprimir las salas de contención, para suprimir las salas de catatónicos; dejar salir a la gente. Todo el movimiento de la “revolución psiquiátrica”, una gran palabra, reducida rápidamente. Sigue siendo la política...

Con eso quiero decir, que hay algo ahí que juega un rol importante, que se pone en práctica en la articulación de los estatutos, de las funciones, de los roles, que cambian según las modalidades gubernamentales, los créditos, la economía, etc... Eso no es lo político, es la política. ¿Pero por qué insisto? Es para decir no se es indiferente a las modalidades de cuidado organizados por el Estado en general. Pero, lo que quería decir cuando hablé sobre la subyacencia, era que lo que es del orden alienatorio, todo eso que son los cuadros mórbidos desencadenados por lo que sucede en la sociedad, desencadenados positivamente o negativamente; no toca profundamente el núcleo psicótico. Por ejemplo, eso permanece en el campo de Bleuler, escribiendo “Las Esquizofrenias” en 1911 y habiendo intentado poner en práctica lo que él llama básicamente “síntomas primarios” y “síntomas secundarios”. Y, más tarde, algunas escuelas dijeron “síntomas axiales” y “síntomas periféricos”, López Ibor, por ejemplo. Por el hecho mismo de que hay síntomas secundarios que pueden ser tomados a cargo por la sociedad, con la apertura de hospitales, en algunos lugares. Y al mismo tiempo una especie de inicio del sector, de toma a cargo, de locación en casas, o trabajando en la ciudad. Podemos ver bien la reflexión. Sin embargo, no es porque un esquizofrénico pueda manejarse muy bien en la sociedad y convertirse en un oficinista o ministro, ¡por qué no! ¡No es la razón por la que está curado de su esquizofrenia, de sus síntomas primarios! Puede muy bien permanecer como un esquizofrénico bizarro. Nos decimos: “Ah, este tipo es raro, no le hables así porque desencadena cosas, tomemos precauciones”. Pero eso no impide que la esquizofrenia todavía esté allí. No obstante, esto es lo que está puesto en cuestión actualmente. Hablo de esquizofrenia, pero también podríamos hablar de psicosis histérica o melancolía, cosas así. Actualmente, lo que queda para la esquizofrenia es resocialización, rehabilitación, ¡y eso es todo! El resto, si no anda bien, ¡no es una enfermedad! Vean el informe de Roland, revisado y corregido por Kouchner, ¡la palabra “esquizofrenia” aparece una vez en el texto, en la penúltima página! ¡Un informe sobre la psiquiatría es enorme! Entonces, ¡eso ya no existe! En la organización de la Salud, puede ser muy interesante el sector, los hogares, las salidas terapéuticas, como dicen. Pero, ¿qué toca eso? Ahí, se vuelve complicado. ¿Toca el núcleo, lo que llamamos “psicosis nucleares”, “Kern-Psychose”, como solía decir Kreschmer? ¿Toca eso?

El mes pasado recordé muy rápidamente que, al final, después de tres recordatorios de Green para escribir en la Encyclopédie, tenía que actuar. A fin de cuentas, era algo que en 197172 no me pareció mal. Hablaba de la patoplastía y decía: toda la disposición del hospital, la manera de estar, la connivencia, la lucha contra la jerarquía con las distinciones de estatus, rol y función; son para no quedar atrapados en lo alienatorio masivo, y eso puede justamente ayudar a limpiar un poco los síntomas secundarios que a menudo son los más vistosos: la agitación, el deterioro, la furia, los suicidios. A menudo es secundario, pero eso es lo que vemos. Es una forma de hacer un análisis concreto, colectivo, casi organizacional, para hacer salir algo que ciertamente había etiquetado en ese momento, por provocación, como “endógeno”. Deberíamos retomar todas estas preguntas. Y luego, les señalé que Tosquelles tenía cierta reticencia. Fue más tarde que escribió algo sobre lo endógeno. Debe decirse que la palabra “endógeno” era una palabra prohibida por los filósofos del 68. Te rompían la cara si la utilizabas. Una vez, la utilicé deliberadamente, estaba sentado en el suelo de mi oficina, había muchos tipos. Me echaron fuera: “¡Capitalista, envidioso, podrido!”. Me complació decir: “Aquí estamos en contacto directo con el núcleo psicótico, y es a eso a lo que podemos aplicarlo, sin perder el tiempo con cosas enormes para luchar contra la agitación, cuando es simplemente una agitación causada por el medio y por la manera de estar...”

Últimamente, pensando en esto, les recomiendo leer o releer un texto hermoso, magnífico, muy clínico, de Tellenbach, sobre la melancolía, escrito en alemán en 1962, traducido veinte años después, a causa del chauvinismo francés crónico. En su interior, hay una definición de lo endógeno, de la endokinesis, de las críticas de Kretschmer, hay algunas cosas notables. Y allí comprendí vagamente qué quería decir Tosquelles. Porque yo debía presentar lo endógeno de una manera demasiado esquemática: trabajamos el medio para hacer aparecer lo endógeno. Y ese es todo el tema de la endokinesis. También fue muy bien visto por psiquiatras japoneses como Timora que conocían bien a Tellenbach... Él habla muy bien de eso. Lo endógeno no es un núcleo impermeable. Por supuesto, puede haber una implementación de técnicas de psicoterapia, tratamientos biológicos o grupales, técnicas de Pankow, es en este nivel. Me quedo ahí diciendo: lo que llamé patoplastía es una palabra que inventé en 1953. Es un término de la fenomenología de Kronfeld y Birmbaum, la patogenia y la patoplastía. Yo extraje la palabra “patoplastía” para hacer otra cosa diciendo: “pato/plastía”, es decir, la manera de plaster, de formar la patología. Era una de las ramas de toda la lógica de los síndromes de reacción al medio. No es lo mismo, cuando uno se encuentra con alguien en psicoterapia, si la persona ha estado en una celda toda la semana, o si ha estado tomada en un sistema de intercambios, con pequeñas responsabilidades, conflictos, etc; eso debe ser diferente. Si no es diferente, ¡estamos en la ciencia pura! ¡Viramos hacia el clan de las neurociencias! ¡Estemos o no en una celda, no cambia mucho! ¡El cerebro es impermeable! Sabemos muy bien que hay una plasticidad neuronal. Hay grandes neurólogos, inteligentes, que hablan muy bien, no como el resto.

Una vez planteado, eso no impide que quede ahí. Está claro que la patoplastía es un término... Incluso dije que dependiendo del entorno en el que nos encontremos existen gradientes patoplásticos, como en la física. Son variables de acuerdo a todos los parámetros que se presentan ahí. ¿El poder de la enfermería, con las jerarquías actuales, debe actuar en gradientes? No puede suceder más que si existe la posibilidad de que las enfermeras (¡mientras haya todavía!) puedan hablar con alguien sin incomodarse, estableciendo relaciones transferenciales, sutiles. ¿A qué orden pertenece? ¿Estamos allí a nivel de lo alienatorio? Allí, debemos ubicar lo político. En principio me gustaría situar lo político, por definición simplista, en el encuentro entre lo alienatorio en el sentido de sobredeterminación social, con todos los matices sobre la patoplastía; el encuentro entre lo alienatorio, la sobredeterminación social y la sobredeterminación trascendental de la psicosis, para poner en cuestión, concreta y fenomenológicamente, eso con lo que nos enfrentamos cuando nos encontramos con un psicótico. ¿Qué se debe hacer? ¿Cuál es el modo de articulación entre los dos tipos de sobredeterminación?

Hablé rápidamente de eso en el seminario sobre “Jerarquía y subyacencia”. ¿Cómo se articula? Eso que está relacionado con la sobredeterminación inconsciente, precisamente relacionado con lo que está en cuestión en la fenomenología de la psicosis. El operador de esto, lo que se manifiesta, es algo a priori: el fantasma. El fantasma es el representante de la estructura de lo que está en juego en el inconsciente. Por otra parte, podemos ver que en los análisis de niños psicóticos, etc., el acento está en el fantasma. Por ejemplo, Gisela Pankow dice que: después de prepararse para una paciencia extraordinaria, ella hace una suerte de “injerto de transferencia” para llegar a eso que hay allí, en un momento dado, una suerte de superficie, de espacio delimitado, articulado con el deseo, que es el fantasma. Vemos bien que el acceso al fantasma pasa precisamente a través de los injertos de transferencia. Podemos generalizarlo en el plano de la colectividad psiquiátrica. Podemos decir que hay cantidad de transferencias múltiples, bastante dispersas, disociadas, y al mismo tiempo esbozos. Se ven aparecer sistemas existenciales donde hay algo del orden del fantasma, pero que a menudo se manifiestan mucho más de una manera colectiva a través de acting-out. De ahí la importancia, de nuevo, para retomar toda la articulación muy importante que hacía Lacan, para distinguir, en los años 58-59, entre “acting-out” y “pasaje al acto”. El acting-out tiene la misma estructura que el fantasma. Excepto que el fantasma está delimitado, está prácticamente cerrado, mientras que el acting-out, es algo que se muestra, en una función de mostración, como dijo Lacan, que llama justamente a la interpretación. Podemos ver bien esta suerte de pasaje de la estructura de acting-out al pasaje al acto, siguiendo la calidad de las intervenciones en una colectividad. Ahora bien, es desde ahí que tratábamos de poner en lugar... Cuando decimos “fantasma”, debemos incluir al mismo tiempo la estructura del actingout, es decir, la articulación del Sujeto del Inconsciente con lo que hay de deseo.

De una manera muy simplista, en la sobredeterminación social, lo alienatorio, ¿no es ahí donde podríamos hablar, de manera masiva, de lo que Lacan llamó [...]. Y del lado del fantasma ¿no es este el lugar donde debería ponerse en cuestión el deseo inconsciente? Sabemos bien que la articulación en un proceso analítico es la articulación entre la demanda y el deseo, para retomar un tema bastante conocido ahora, y bien desarrollado por Lacan en todos sus seminarios. ¿Cómo tratamos la demanda en un análisis “comercial”? Sabemos bien que la trampa es precisamente poder tener en cuenta la demanda, no aplastarla. Poco a poco, mediante un sistema de transferencia, puede haber algo del orden del deseo que aparezca bajo la forma de desciframiento del fantasma, etc.

De forma esquemática, una proposición “abductiva” (de modo que uno puede muy bien echarla por tierra), en el orden de la sobredeterminación alienatoria, social. Se podría poner algo del orden de la demanda del costado de la sobredeterminación inconsciente, del fantasma ,etc, y algo del orden del deseo. En este momento, ponemos el encuentro en la subyacencia, eso que permite que se puedan desarrollar sistemas de encuentros, que se mantengan relaciones, etc... en una colectividad. En el encuentro entre lo alienatorio social y la sobredeterminación inconsciente, está el encuentro entre la demanda y el deseo. Es un poco simplista, pero podemos plantearlo así, como una hipótesis. Podemos decirlo de otra manera. Lo que sostienen las estructuras políticas y estatales puestas en cuestión, las políticas de Salud y demás; es algo que ocurre especialmente con los movimientos actuales, es mantener estereotipias del estilo: es necesario llenar tarjetas, columnas, “si no haces eso, ¡no tendrás ésto!“. Esta es la lógica binaria. Evaluaciones, acreditaciones, todas estas tonterías que son muy graves como sistema de presión. ¡Y eso, cuanto más estereotipados, mejor! Cuanto más homogéneo, más te encuentras en la línea, es decir, todo lo contrario de lo que hemos tratado de poner en práctica en la llamada psicoterapia institucional: la heterogeneidad, la disparidad, el azar. ¡No, es necesario que esté anotado, que sea transparente! Hace ocho días recibí una carta de la ARH y compañía que decía: “Exigimos transparencia sobre lo que usted hace”. ¡Tenemos que ser tan transparentes que a veces pasamos a través de alguien y no sabemos que lo hemos atravesado! ¡Cuando se es transparente hay que prestar atención! Admitamos que nos volvemos transparentes, ¡debemos tener cuidado a la salida! Entonces, cuanto más transparente seas, cuanto más homogéneo seas, cuanto más estereotipado seas, cuanto más graduado seas, ¡mejor! La capacitación es para ser móvil: tres meses aquí, tres meses allí, ¡ahora estás entrenado! Sabemos bien que comprender un entorno lleva años, es mejor tres años que tres meses, para comenzar a pescar algo. Esto es una contextualización de un tipo de política, justificada de una manera un tanto descabellada por la política de Salud en general. Eso permanece en la sobredeterminación. A fin de cuentas, podemos decir que el ideal de todo esto es poder estar a nivel de la reproducción, en el sentido freudiano del término. Reproducir lo que sucedió. Sabemos lo que sucedió, entonces se lo reproduce para que podamos calcular y hacer estadísticas. Ustedes saben, por ejemplo, que en los Estados Unidos las mutuales cubren las depresiones cuando no duran más de un mes. Después de un mes, ya no se le reembolsa. Entonces, si se está hospitalizado, y si después de un mes todavía se está un poco deprimido, hay trucos: en ese momento, hay que decir: “Tiene gastroenteritis”, ¡y tiene el derecho a ocho días más! ¡Pero no puedes tener gastroenteritis todo el tiempo, de todos modos! Una enzima, ¡tres días más! ¡Pero después de eso, es suficiente! Realmente podemos clasificar a las personas como queramos, podemos hacer estadísticas: los deprimidos, los no deprimidos. Y llegar a estadísticas como en el informe de Kouchner. En Francia, están los drogadictos, los suicidas y las personas deprimidas. ¡Vayan a ver en las prisiones! Por otro lado, nos muestran las prisiones en la TV, sobrecargadas. Un tercio de los prisioneros se educan, vale la pena, ¡es mejor que una escuela! Entonces, en las cárceles, nos formamos, y ahora ¡las escuelas se convierten en prisiones! ¡casi, casi! Eso es sobredeterminación. Estamos al nivel de reproducir un modelo estereotipado.

Y entonces, ¿cuál será la unión entre las dos alienaciones? Hipótesis, muy arriesgada: es transformar la reproducción, en el sentido freudiano del término, en repetición. Repetición en el sentido de Freud, Lacan, Kierkegaard; es decir, eso que no está cerrado sino abierto y que no cuestiona las cosas que han sucedido, sino el significante. Es decir, gruesamente, lo simbólico. Justamente a la unión entre los dos, si queremos que sea operativa, debemos abrirla. Es una unión abierta sobre la repetición. Entonces, hay que articular eso con la demanda, el deseo, etc.

Está eso. Creo que, para poder ponerlo en cuestión, no requiere una simple reflexión sino una praxis, lo que llamé hace mucho tiempo, en la década de 1960, “Lo Colectivo”; es decir, una especie de lógica particular, una especie de máquina abstracta. Decía: lo colectivo no es la colectividad. No lo es en el sentido de Sartre y tampoco en el sentido de Bonnafé. Es lo necesario en la articulación lógica de lo que hacemos para que se puedan cuestionar y poner en valor sistemas, para tener en cuenta el fantasma, la repetición. No obstante, sabemos bien que la repetición está en relación con cantidad de cosas, en particular con lo personal, la transferencia y también la pulsión de muerte. Y entonces, vemos aquí aparecer algo del orden de la palabra en el sentido más amplio del término. Al analizar un poco más, diremos del “lenguaje”, o analizando un poco más “lalangue“. En esta sociedad, ¿qué pasa con el poder? La palabra, el lenguaje, el poder. Y al mismo tiempo, la muerte a la cual no escapamos. Lo político, es quizás, lo que permite la articulación en una primera aproximación entre lo político, el lenguaje, el poder y la muerte. Esta es una reflexión sobre la cual tendremos que regresar. Cuando decimos “muerte”, no debemos temerle a la cosa, debemos preguntarnos qué es.

Es el gran hallazgo, muy tímido, de Freud, cuando habló de la “pulsión de muerte”, de Thanatos, especialmente en “Problemas económicos del masoquismo” en 1924. Pero rápidamente recubrió eso. En mi opinión, eso ahogó un poco el problema esencial. Él habló de la pulsión de muerte y de la pulsión de destrucción. Se trata de la pulsión de muerte, no se trata de la destrucción. A menudo digo que tenemos que hacer con la pulsión de destrucción, por supuesto, la mayor parte del tiempo, precisamente cuando hay una especie de mezcla, de ronroneo (chatouille) entre Eros y Thanatos. La pulsión de muerte, como lo expresa muy bien Freud, es la pulsión por excelencia. Y, precisamente, esto es lo que en última instancia mantiene la mayor energía, mantiene la estructura. Es necesario retomar toda una temática allí.

Lo político estaría en la articulación de estas cosas. Pero ahí es donde, para articular, quería hacer un llamado a esta máquina abstracta. Eso fue antes de que Félix y Deleuze hablaran de “máquina deseante”. ¡No me gustó para nada! Para mí, es una “máquina abstracta” en el sentido de Saumjan, un lingüista ruso de Moscú, quien hacía una crítica a Chomsky. Julia Kristeva se había apoyado en esto por un tiempo cuando escribió su libro “Recherches pour une Semanalyse“. Ella hizo un estudio completo sobre Saumjan, extremadamente valioso e importante, en la década de 1970. Lo que Saumjan le reprochaba a Chomsky es que construyó cosas estereotipadas siempre sobre el mismo tipo de lenguaje. Pero como el trabajo de Saumjan era construir lenguajes abstractos, para los sputniks, etc...

Rápidamente, y es subrayado por Jakobson, lo que hay que tener en cuenta, incluso en lo que se cuestiona casi logísticamente, es la doble articulación: hay un nivel fenotípico y un nivel genotípico, en el sentido habitual del término. Fenotípico es lo que es visible. Está sobredeterminado por otro nivel que no vemos pero con el que tratamos, el nivel de genotipo. Es lo que Saumjan llama los “campos transformacionales”. Lo mencioné en 1960.

Estaba hablando de lo colectivo apoyándome implícitamente en los campos transformacionales de Saumjan, y al mismo tiempo intentando injertarlos (pero este injerto no prendió) a la lingüística estructural. Se volvía demasiado complicado, no pude hablar de eso.

Parece que es desde ahí que existe la posibilidad, en una colectividad, de poder tener en cuenta aquello que se presenta como parámetro; ver cuál es la relación entre las dos alienaciones. Entonces, para sostener eso, lo que está en cuestión en todas estas historias, ya sean relaciones de dos, de diez o de cincuenta; lo que cuenta, debemos generalizar la noción, es el concepto de transferencia. Ya he dicho que al principio de La Borde pasó un hombre, un psicoanalista, que estaba muy interesado en Szondi. Por desgracia murió. Su nombre era Rudrof. Y él me dijo: “Entonces, ¿qué haces con la transferencia?”. No pude responder. Pero pensándolo bien, estaba planteando la pregunta justa. Desafortunadamente, está muerto. Lo había vuelto a ver una vez en el Congreso Cerisy en 1977, murió unos años después. Sabemos bien que cuando uno va a un lugar, ya sea un IMP u otro, de inmediato hay algo. No es sutileza en el aire, es algo del orden de la transferencia que hay que redefinir, la “transferencia disociada” como digo, por supuesto, en el sentido pankowiano del término. Pero, al mismo tiempo, retomando incluso de manera muy rápida la esencia misma de la transferencia, uno solo tiene que ver lo que dice Lacan en su seminario sobre la transferencia. Él llega a decir: lo que está en cuestión, deseante, deseado. Es importante sobretodo no volverse deseable cuando se está en lugar de deseante. Y, precisamente, el truco, para no ser deseable es poder no responder a la demanda. ¡En fin, a veces falla! Pero aún así, eso no impide que haya algo, en la base misma de la transferencia, que es el deseo del analista; que es mucho más profundo, un deseo trabajado, una mutación, de lo contrario es inútil, hay algo que sostiene. No decimos: “Señor, ¡deseo por usted porque usted no es capaz de desear“. No es eso. La esencia misma de la transferencia es el deseo del analista.

Pero en una colectividad, todos, 1/100 o 1/10, todos son deseantes, salvo algunas personas, variables, que llamé hace veinte años, en una nueva tipología: los “se-cae-de-maduro” y los “no-se-cae-de-maduro”. Ahora bien, los “secae-de-maduro”, sin preguntas por el deseo: 35 horas de trabajo, es perfecto, el reloj, salgamos de aquí, no importa si un tipo muere una hora más tarde, no es asunto mío, ¡yo cumplí mi tiempo! Mientras que un “no-secae-de-maduro” es tratado por los “se-caede-maduro” como un pesado. Siempre plantea problemas, nunca está satisfecho. ¿Qué tengo que hacer? Y luego, si me voy, ¿A quién se lo tengo que decir? ¡Sabes que fue un error ir más allá de las seis horas de trabajo! Y entonces, los “no-se-cae-de-maduro”, ¿por qué están aquí? Ellos se plantean el problema sin preguntarlo. Están ahí porque están ahí. ¿Y qué los hace estar ahí? Que tienen un cierto deseo inconsciente de estar ahí.

Se iba a celebrar una reunión en Estrasburgo entre los psicoanalistas de las ciudades y los psiquiatras de los campos. Y yo daba ejemplos. ¿Qué hay del deseo? Luego, en el último momento, Pontalis y Leclaire dijeron: “¡No, este no es el momento!“. ¡Este nunca es el momento! Entonces eso no tuvo lugar. Pero, en general, lo que no tiene lugar te queda atravesado en la garganta. Es por eso que lo pienso. ¡Si hubiera sucedido, podría no pensarlo en absoluto! Este es el efecto Zeigernick en psicología. Cuando nos perdemos algo que queríamos, permanece toda la vida, ¡no es divertido! Pero entonces, lo que hace que uno esté ahí, es algo del orden del deseo inconsciente que se marca por esta reflexión trascendental que es la posición analítica por excelencia: Qu’est-ce que je fous là? Debemos plantear la pregunta profundamente, incluso en un estado de sorpresa, incluso en un estado de extrañeza. En tal caso, por supuesto, está el temperamento de cada uno, hay personas que se hacen la pregunta, otras que no. Para mí, desde el tiempo en que me la planteo, siempre es así.

Un paréntesis: hace tres días, frente al castillo, me dije a mí mismo: “¿Pero qué es eso? ¡Es extraordinario! ¿Qué quiere decir ?” ¡Siempre es nuevo! Es una patología grave. Y cuando vemos que llega un analista que no se hace la pregunta, “Qu’est-ce que je fous là?”... Algunos hablan de análisis de la contratransferencia. Pero no hay contratransferencia, es simplemente cuestionar el propio deseo de estar allí y sin saberlo.

De eso se trata. Así que ese es el problema, cuando hablaba de lo colectivo. Lo que llamé una “máquina de análisis diacrítico”, es con lo que finalmente podríamos analizar un poco más seriamente eso que llamamos “patoplastía”. Es decir, que en todo lo que hacemos, tanto en el plano colectivo como en las reuniones, tanto en las reuniones administrativas como en coloquios o encuentros, o en una llamada relación analítica clásica, es el mismo lío, es necesario que sea el mismo lío, es un concepto. Recuerdan que la ultima vez dije: los conceptos son consignas. El concepto de transferencia, el concepto de inconsciente, son una consigna de lo político. Porque eliminamos la transferencia cuando no hay consigna y todo se rompe. Tomamos posición por algo totalmente distinto. Entonces, no vengan a decirme en ese momento: “¡yo hago psicoterapia institucional!” ¡Como si fuera un juego!. Georges Bataille dice que el concepto es un grito. Cuando hablo de “doble alienación”, es una consigna política. Lo que trato de formular aquí es una consigna de lo político.

Lo político es lo que está en cuestión en la articulación entre la demanda, el deseo y la transferencia; y todo lo que sigue. ¿Qué tiene que ver un CEO con el fantasma? ¡Vayan a preguntar el problema a la calle de Ségur! “¿Y entonces, los fantasmas?” ¡Llaman a la policía, si insistimos demasiado! Pero eso se infiltra, incluso en La Borde. Actualmente tengo ejemplos de infiltraciones espantosas. Ayer dije en una pequeña reunión: “Estoy harto, me gustaría ser cuarenta años más joven para luchar contra las infiltraciones de la política que impiden que haya lo político”. Ahora bien, lo político es lo jurídico, es la jurisdicción local. Lo que sucede entre la demanda y el deseo es del orden que deberíamos redefinir. Es por eso que utilicé tanto Kantorowicz, como Tosquelles o Pierre Clastres. Pierre Clastres hablaba de la sociedad contra el estado. Quería describir lo que había experimentado entre los guaraníes, los indígenas paraguayos. Los indios estaban muy por delante de las 35 horas, trabajaban tres horas, como mucho. En clima lluvioso, cuatro horas. ¡Pero tres horas está lo suficientemente bien! Se dice: “¡Ah, solo las mujeres hacen el trabajo!“. ¡Pero no es verdad! Trabajan lo suficiente como para tener carne y algo para comer, etc. No acumulan. Les divierte ir a la guerra de vez en cuando, pero no demasiado. Lo más dramático es cuando hay un tipo un poco paranoico.

Habría que releer pasajes. No hay que pensar que está bien. Los Guaraníes no son un modelo, pero es la lógica de la acumulación la que va a producir justamente la estructura del estado. Hay un tipo más “vivo” que los demás que va a sacar provecho, etc., la explotación... Lo desarrolla perfectamente bien. Deberíamos leer algunos pasajes cuando haya más tiempo. ¡En un sistema hospitalario, no podemos introducir una dimensión guaraní [...]! ¡Pero es cierto que no trabajan como los guaraníes! Así es, ¡ellos hacen más! Y además ¿Cual es el trabajo? Es bien sabido que para Freud, Weizsäcker y compañía... el trabajo de duelo, el trabajo de la enfermedad, el trabajo de amor, etc... Una vez, al principio de La Borde, Félix llegó al mediodía. Le dije: “No te vi a las 9 en punto esta mañana, ¿por qué?” Me dijo: “¡Estaba trabajando, soñé con La Borde!“. ¡No había nada más que decir! ¡Él quizás estaba en lo correcto! ¡Hay personas que están allí y que sería mejor que estén en otro lado! ¡Más bien son pesos pesados! Pero no hay que decirlo.

Entonces, llegamos ahí a otra articulación que quería proponer. La articulación entre la alienación social y la alienación trascendental. Para retomar un estereotipo de hace algún tiempo, del año pasado o dos o tres años atrás, un estereotipo que saqué de Niels Egebak, un universitario de Aarhus, Dinamarca. Él me había enviado un texto magnífico, de extraordinaria erudición, sobre la noción de trabajo en Marx, poniendo en cuestión todas las tonterías de muchos marxólogos. No todos, sino personas que han malentendido. Él retomó todo. Tomó los Manuscritos de 1844, los Manuscritos de 1842, y los Grundrisse. Y entonces, tomando un modelo epistémico... lo que quieran, de Georges Bataille, la distinción entre “economía general” y “economía restringida”. Para resumir, podemos decir: la economía restringida es la economía tal como la describió Marx en lo que iba a devenir “El Capital”, es decir, la producción capitalista, el proceso productivo, la encarnación de una fuerza de trabajo que produce, que transforma un objeto en mercancía, con toda la temática del fetichismo. Y después el consumo, que debe ser tomado absolutamente en el proceso de producción. Porque vemos la desviación cuando ponemos en un lado el consumo y luego la producción. Es el mismo asunto. En el consumo,es necesario retomar lo que influye dialécticamente en la fuerza de trabajo, sobre los valores de intercambio, tal vez poniendo el valor de uso en sordina.

Tosquelles insiste mucho en eso. Y eso se llama “la economía restringida”, es decir, la economía de la plusvalía, de la ganancia, de lo mensurable, con todas las ecuaciones, con la economía globalista en el fondo, con una mayor complejidad ahora, con todas las historias de modernización. Pero eso no impide que permanezca así: todos somos tratados como productos. Un niño es un producto. Podemos decir: “¿Cuántos productos tienes en casa?” Para decir, ¿Cuántos niños? “¡Tengo cinco productos!” Podemos cambiar palabras, ya que molesta. Ustedes saben las nuevas regulaciones. ¡Los formadores de profesores de la Educación Nacional, que está siempre a la vanguardia de la idiotez! Los formadores dicen: “No debemos usar más la palabra alumno”, “Debemos usar la palabra aprendiz”. Además, hay una Circular de la Educación Nacional que, en los textos oficiales, recomendaba a los profesores de gimnasia de escuelas secundarias: “Deberían usar más el rebote circunstancial”, y eso significa ¡jugar a la pelota!. Es digno de Klemperer. Michel Balat fue a ver las huellas de Klemperer en Dresde. Él había podido conservar trozos de papel durante la era Nazi. Y las palabras cambiaban su acentuación de significado. La literatura Nazi, (y el colmo es que continuó escribiendo eso) las mismas palabras se usaron para la dictadura estalinista, y después en Alemania, en la RDA. ¡Eso es, Klemperer!

Es un asunto muy grave infiltrar palabras. ¡Y hay muchas! ¿Por qué dije eso? ¡Ya no sé! Ah sí, era para decir: la economía restringida, la economía de producción de lo mensurable, de lo cronometrable, creyendo que eso es la eficacia. Pues bien, lo que se ha demostrado (lo que Niels Egebak dice muy bien y que encontramos perfectamente en todas las reflexiones, en la patología del trabajo de Christophe Dejours, Pascale Molinier, Lise Gaignard y todas estas personas) vemos bien que lo que está en juego en lo que es eficaz en este campo de la psiquiatría, de la pedagogía, de la educación, etc; no es el tiempo de trabajo. Tengo informes de lo que está sucediendo en el IMP, es aterrador. Para retomar lo que decía Freud, y lo que dice Lacan aún mejor: lo que es eficaz, no es la exactitud, es la verdad. Ahora bien, ¡vayan y digan eso en la calle Ségur! “¡Estamos a favor de la verdad!”. Ellos dirán: “¡Está bien, paranoicos!”.

En una relación con psicóticos, etc., o incluso niños, importa la forma de estar. Pascale Molinier, en un estudio sobre un servicio de cirugía, dice: ¿cómo se puede tener en cuenta lo que es eficaz, eso que llamamos compasión? ¿Eso se mide? Ella comienza su artículo con: “El trabajo es invisible”. Y sabemos que lo peor que se puede hacer en la administración es la huelga de celo. En este punto, el rendimiento disminuye. Porque lo que importa es precisamente lo que no se ve. Ahora bien, en el trabajo analítico, es del mismo orden, la interpretación... Una vez, un tipo vino a La Borde de parte de alguien que yo había [...] Él me había enviado psicólogos a La Borde preguntándome, cortésmente: “¿Podemos filmar y grabar una sesión de análisis?” ¡Porque era ciencia positivista!

Pues bien, lo que está en cuestión en la sobredeterminación inconsciente, en el deseo inconsciente inaccesible, en el fantasma, en la transferencia, etc.; está del lado de lo que Georges Bataille llama “la economía general“. Es esto lo que había sido visto muy bien por el propio Marx. Y eso, Niels Egebak lo dice muy bien. Marx era muy consciente de eso. Él decía: “Lo que me interesa es lo que sucede en las fábricas, yo describo esta espantosa miseria”. Pero eso no impide que en Grundrisse, en 1858, en contra de la opinión de Engels, haya retomado la lógica de Hegel, y haya hablado sobre lo que cuenta para que haya una fuerza de trabajo concreta que transforme el objeto en mercancía. Había encontrado este término, es necesario que haya un “trabajo negativo” o “trabajo viviente”, es el mismo término. Es no-mensurable y del orden del Spiel, es decir, del juego. El juego es lo que vuelve eficaz la relación y no se puede medir. Ahora, parece que en la actualidad tenemos una especie de tratamiento del trabajo de la psicoterapia, de los encuentros, como si estuviéramos en el campo de la economía restringida, es decir, mensurable, “Cronómetro y compañía”. El resto es fantasía. Entonces, podemos hacernos una pregunta: ¿para qué sirve una sonrisa? ¡Basta de molestar! ¡Eso ha sido reprochado! Hay una enfermera, en un hospital donde hay perros policía, una buena mujer graduada, ahora es la jefa. Llamó a una enfermera que ha estado trabajando durante treinta años ahí, y que sonreía un poco: “¡Deja de sonreír! ¡Detente con tu maniobra de seducción!¡La sonrisa está prohibida en la nueva ciencia psiquiátrica! ¡Y deja de lado tus idioteces del Club y Compañía, se acabó! ¡Ahora estamos en la neurociencia!”. No hago más que repetir,es hacer entrar por la fuerza a la economía restringida. Ahora bien, parece que la unión entre las dos sobredeterminaciones es el cruce entre la economía restringida, tal como se impone en el ámbito hospitalario, y luego la economía general, con la que tenemos que hacer. Entonces, la posición de todo el trabajo de la “máquina abstracta”, el operador semántico, del tipo de Saumjan o no sé quién, donde hay diacrítica, es precisamente para decir: ¿cómo se pueden argumentar las cosas concretamente para que podamos tomar en cuenta lo que es eficaz? Está claro que la función de cuidado, como decimos, y es ahí que, a pesar de todo, Bonnafé tenía razón cuando declamaba “el potencial de cuidado del pueblo”, es decir en la ecuación psicoterapéutica en el sentido muy amplio del término, ¿qué está jugando? ¿El clima? ¿El buen aire? ¿Las hierbas? ¿Estar en la celda? ¿La forma de ser? Y vemos que a veces, en algunos casos, un esquizofrénico es mucho más eficaz que cualquier médico con uno de sus amigos, a condición de que tenga la oportunidad de hacerlo y que no lo jodamos con no se qué, y que él puede expresarse. Sabemos que hay una función de cuidado compartida. Es por eso que digo, una de las palabras clave de toda esta historia de la llamada psicoterapia institucional, debería ser la palabra “reparto”. Es bueno citar a Pindare: “Reparto es nuestro maestro en todo”. Eso no es compartir en porciones iguales, es repartir las funciones.

Es por eso que, desde 1953, hago la distinción entre función, rol, estatus. La función de cuidado, especialmente en una colectividad donde hay esquizofrénicos completamente dispersos en su transferencia, está multiplicada. Y aquí encontramos a Tosquelles que habla de la multirreferencialidad, de una dimensión polifónica con la que trabajamos. Y a veces, hay un cambio extraordinario. Si analizamos bien, pueden ser cosas que ni siquiera vimos que generaron un encuentro, un cambio. Es lo que dice Lacan sobre la interpretación. La interpretación no es simplemente el psicoanalista que dirá: “¡Oh, te entendí!” ¡No hay nada peor! Comprender algo es una ilusión paranoica. Incluso si usted comprende lo que digo, ¡es necesario ser cauteloso! El hecho de sentir que algo ha pasado, a menudo la interpretación pasa afuera de la sesión, ¡es bien sabido! Afortunadamente, para ir a ver al analista, a veces tienes que tomar el tren, y eso produce encuentros modulados por lo que está en cuestión en la transferencia, que hace que haya un corte en la existencia. Del mismo modo, en una colectividad, hay muchas pequeñas cosas así, que no vemos pero que juegan un papel muy importante. Estamos muy sorprendidos a veces del saber del esquizofrénico… Hay una esquizofrénica, tremendamente esquizofrénica por la que la semana pasada, un lunes por la noche me llamaron, alrededor de las 22hs. Es necesario estar allí. Llegué cinco minutos después, ella estaba muerta. No era una estadía corta, ella había pasado aquí doce años. Al final, la persona que me habló de ella de una manera muy precisa, etc, habló [...] mucho mejor que el médico que la seguía. Sabía todo, cuántos años tenía su hija, cuándo había vuelto, cuándo había venido a Francia, etc... Eso hace reflexionar. Porque había una especie de convivialidad, de connivencia. Tenemos que trabajar con eso. Y eso es lo que finalmente mantenía una existencia, aparentemente empobrecida pero la existencia de cosas que se manifestaron en esa última ocasión de la muerte...

Vemos aparecer el tercer término de Pierre Legendre: “ La muerte, la palabra, el poder”. Es esta dimensión, y ahí es donde podemos decir: solo es posible si hay lo político, es decir, la articulación entre todas estas cosas.

Ahí es donde se encuentra el problema que me resulta difícil plantear. Marx no habló lo suficiente sobre el valor de uso. Deberíamos reflexionar sobre eso. No es seguro en absoluto. Todo lo que se puede decir, la relación entre el valor de cambio y el valor de uso. Ahora bien, ¿no estamos un poco en la economía general, es decir, en lo que no se puede medir? ¿No estamos al nivel del valor de uso, mucho más que en el valor del intercambio? De lo contrario, rápidamente, llegamos a términos terribles que no son nuevos: “¿Cuánto vale un esquizofrénico?” “¿Cuánto vale un demente?”. Una amiga de Sarreguemines que vino aquí hace mucho tiempo, Eve-Marie Roth, fue durante veinte años jefa en el Hospital de Sarreguemines. Decía que por parte de la Administración, el Ministerio, la Prefectura, etc., había en todo el hospital unos cinco o seis [...] y estaban puntuados financieramente: “Un débil mental profundo vale tanto, un esquizofrénico vale tanto, un demente vale tanto; y hay que pasar tanto tiempo con uno y no con el otro. ¡Siete minutos con un esquizofrénico es más que suficiente! ¡Con ocho, te enfrentas a una falta profesional! ¡Así está la cosa ahora!

No obstante, es un poco en este sentido que yo decía que lo que está en cuestión en lo político, es la articulación entre los dos sistemas alienatorios, las dos sobredeterminaciones más bien, la demanda, el deseo, el valor de uso, valor de cambio; que ponen en cuestión clínicamente lo que se puede llamar: ¿qué pasa con la patoplastía? A condición de no equivocarse una vez más, aunque disguste a algunos... ¡no hay que equivocarse de diagnóstico! Últimamente, hice otro blabla provocador sobre hacer un diagnóstico, un diagnóstico real. No hay que confundir una esquizofrenia con una psicosis histérica, y decir porquerías, por ejemplo, sobre Pankow, no voy a citarles al tipo ¡porque es demasiado grave! Al decir que sus pacientes no eran esquizofrénicos, que ella había cometido errores de diagnóstico, ¡que confundía la histeria con psicosis graves! Y eso es un discurso oficial ...

La posición de lo político es una posición que no es sectaria, pero debería ser una posición de rigor, para saber de qué estamos hablando cuando hacemos este trabajo. No confundir el deseo, la demanda y todas estas cosas. Es eso, más o menos, muy rápido. En otra ocasión, leeré pequeños trozos de texto para divertirlos un poco. Unos minutos de reflexión, ¡Ayuda! ¡Ayudenme! Amedée y Fleurissant, está en “Los sótanos del Vaticano”. Este es un texto muy importante para entender la psicoterapia institucional. Con Tosquelles, decíamos: “Los sótanos del Vaticano” es perfecto. Para tener dinero para curar a los pobres enfermos, es necesario convertirse en Proto, es decir, un falso sacerdote, y luego inscribirse en una sociedad de consumo, ¡pero sin hacerse medir!




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