“La Borde será una experiencia de colectividad terapéutica, lo que necesita una reorganización completa:
De las estructuras existentes en un organismo tradicional;
De las ideas que cada uno de sus miembros puede tener sobre sus funciones”.
El 1 de abril de 1953, en la víspera de la apertura de la clínica de La Borde, Oscar y Odin comienzan con estas palabras el texto que debe servir de referencia al equipo iniciático de la nueva clínica. Experiencia/colectividad/ terapéutica/reorganización de estructuras y de roles/ son desde el inicio las palabras clave del grupo. Desde el inicio, se trata de hacer algo distinto de eso que se hace generalmente en los hospitales psiquiátricos o en las clínicas privadas. Desde el inicio, una dedicación sobre los modos de organización colectiva, particularmente sobre la organización del colectivo curador. Curiosamente no hay en este texto definición de eso que deben ser los cuidados psiquiátricos y la vida de los enfermos en el establecimiento: todo está resumido en una sola fórmula “Evidentemente, el principio fundamental… es ser un grupo terapéutico. Todos los elementos de la organización de la clínica (administración, gestión, actividades, etc.) están sometidos a ese principio fundamental”. El verdadero objeto de este texto de abril del 53 es la definición meticulosa de los modos de organización de la gestión colectiva del trabajo en la nueva clínica. Veremos más adelante cuáles son los enredos políticos, es decir qué problemas materiales y qué relaciones de fuerza- habían sostenido la redacción de ese texto que era en abril de 1953 un texto de actualidad. Veremos igualmente cómo esta Constitución del Año I- es bajo este nombre que se recuerda irónicamente en La Borde- quedó en definitiva como letra muerta. Pero es necesario subrayar aquí: en la historia de la clínica, los modos de organización y de gestión colectiva estuvieron constantemente en el corazón de las discusiones y de las invenciones más cotidianas. Es en relación a esto que el análisis del texto de la Constitución del Año I puede introducir esta historia de la organización del trabajo en un establecimiento psiquiátrico, como introdujo las primeras semanas de existencia de La Borde: no como un símbolo, sino como la primera medida.
Odin: Aún si fueron elaborados de una manera un poco rígida y paranoica, esos estatutos brindaban una suerte de doctrina, de teoría de la cosa. Centralismo democrático, precariedad de estatus y organización comunitaria del trabajo: el texto de la Constitución del Año I se organiza alrededor de estos tres ejes. En esto, se trata de una ruptura total con toda la tradición hospitalaria (jerarquizada y no democrática), sindical (en donde los estatus profesionales están codificados y protegidos) y comercial (la comunidad comienza aquí por una puesta en común de los salarios). Imposible no notar- el texto lo autoriza por otra parte ampliamente- la resonancia política de esos tres ejes, leninista para las decisiones y la ejecución; trotskista y libertaria para la lucha contra la burocratización; y a favor de la “comunitarización”1. Es probablemente ahí que se encuentra uno de los resortes del carácter original de la empresa labordiana: para constituir ese “grupo terapéutico” tal como lo anhela una corriente minoritaria pero dinámica de la psiquiatría de los años 50, es desde el comienzo que los iniciadores de la clínica de La Borde piensan en principios políticos de organización de grupo. O, para ser más precisos, y para no agregar más que lo que decían en ese entonces, son primeramente temas clásicos de organizaciones comunistas y opositoras que parecen venir desordenadamente a estructurar el texto de los estatus.
La dirección de la clínica es asegurada por un grupo gestionario, son miembros de ese grupo gestionario las personas que adhieren en total libertad a estos principios (…) y se someten a su disciplina. Evidentemente algunos (quizás la mayoría del personal), no serán parte de ese grupo sea por incapacidad o por indiferencia. Esta porción del personal será asalariado y dirigido por el grupo gestionario…
Ese grupo gestionario, minoría activa compuesta en el inicio por una decena de miembros, verdadera dirección política consciente de principios y de sus responsabilidades, debe reunirse todos los meses en Asamblea general. Es ahí donde toma decisiones, da orientaciones, critica los errores o las personas, renueva los puestos de responsabilidad, etc.
Tres comisiones (médica; económica; actividades) preparan y completan el trabajo de la Asamblea general. Los asalariados de la clínica que no son parte del grupo gestionario pueden asistir en ciertos casos y a título consultivo a esas reuniones. La Asamblea utiliza la votación secreta según necesidad. Se realizan informes de cada sesión. Entre las dos asambleas generales, la dirección ejecutiva- especificada incluso como dictadura- se concentra solo en las manos del médico director. Este posee por otra parte derecho de veto luego de las asambleas generales. Nada prevé en fin el reemplazo del médico director como ejecutivo central, ni su partida (y por causa: él es propietario de la clínica).
Toda organización centralista y democrática prevé la revocabilidad de los responsables elegidos. Aquí se trata de lo mismo: los miembros del grupo gestionario pueden ser revocados (con la excepción previa que acabamos de subrayar), y todos los responsables de tareas pueden asimismo ser criticados y verse afectados a otras tareas por la asamblea general. Todo esto conforme a las tradiciones democráticas. Pero la constitución toma otra envergadura de hecho original dado que, sobrepasando las formas y las convenciones de la democracia, apunta a los fundamentos materiales de esas responsabilidades, a saber los estatus profesionales, las tareas y el salario. No son solamente los puestos de responsabilidad los que son precarios sino también sus objetos- llamados a variar-, los atributos e insignias del oficio, la masa individual y colectiva de dinero y de la totalidad de la empresa, en el sentido en donde todos esos términos son introducidos en la historia:
Precariedad de tareas
Está explícitamente previsto que la extensión de cada tarea pueda ser modificada en cada asamblea general, y que puedan ser creadas nuevas tareas. Un cuaderno permanente de definición de las mismas debe ser actualizado, a la vez que los informes de las Asambleas generales deben permitir su historización.
En otros términos, cada una, sea que se trate por ejemplo de la cocina, de la limpieza, de la enfermería o de las actividades, recibe una definición provisoria, sujeta a variaciones respecto de la evolución de la clínica. Veremos así transformarse a lo largo de los años la limpieza, cuyo lugar en la distribución del trabajo, así como la función en la vida de la clínica, cambiarán totalmente numerosas veces. Ciertamente, se tratará siempre del problema de la tierra, de la suciedad, etc., pero también se adjuntarán para formar un conjunto indisoluble las actividades o las inyecciones y los medicamentos, o las tomas a cargo individual de enfermos, etc. Tomar la responsabilidad de una tarea no es simplemente encargarse de asegurarla, es también conectarla a otras, desnaturalizarla, reinventarla. Los Labordianos jamás actualizaron ese cuaderno de definición de tareas que la Constitución del año 53 quería abrir, pero la historia de la organización del colectivo labordiano, es en parte la historia de estas y sus transformaciones.
Precariedad de roles profesionales
La calificación profesional oficial de los miembros del grupo (gestionario) no es más que un artificio que permite a los miembros del grupo el ser introducidos de manera legal en la máquina administrativa (jurisdicción burguesa). Es en total libertad que los miembros del grupo gestionario deciden renunciar a esta personalidad administrativa a fin de poder acceder a una personalidad real, a una calificación efectiva y no mágica… Artículo I de la Constitución.
Es así que la totalidad de las tareas a efectuar en el establecimiento puede ser tomada a cargo por no importa quién, independientemente de las calificaciones “originales” de unos y otros. La totalidad de esas tareas, es decir tanto las funciones con un lado profesional, como la enfermería, así como las funciones aparentemente más modestas, función de mantenimiento como la limpieza. Cada uno debe ser capaz de ocuparse de la limpieza, los cuidados o las actividades de un espectáculo.
El Artículo 4 precisa por otra parte que sería poco esperable que una misma persona se especialice mes a mes sobre un mismo tipo de tareas (económica, médica o de actividades), para evitar una disociación del grupo por la formación de fracciones demasiado especializadas y por este hecho no pudiendo comprenderse entre ellas más que difícilmente.
Es por tanto un principio de rotación de tareas y de formación permanente bastante sistemático el que es propuesto. Así se podría esperar que las cosas, tarea y estatus, perdieran la característica mágico-técnica que tienen en el mundo ordinario2.
Precariedad de salarios
Es el grupo gestionario mismo, el cual por una estimación siempre puesta en cuestión del valor de las tareas efectuadas, el que repartirá la suma global que habrá por otra parte estimado necesario atribuirse en tanto que grupo consciente de los intereses de la casa (Artículo I).
Luego de la deducción de todas las cargas que pesan prioritariamente sobre el presupuesto de la clínica (alimentación, farmacia, salarios y cargas sociales de los no miembros del grupo gestionario, mantenimiento, gastos, impuestos, etc.) y luego de la estimación del valor global del trabajo colectivamente asumido por el grupo, una ley interna de repartición de esta masa restante, en principio variable, es puesta en vigor. Esta ley introduce ella misma principios de variación bastante complejos en el cálculo de cada salario, es a partir de la indexación de cada tarea por tres coeficientes: uno concerniente a la duración de la ejecución de la tarea, otro a la responsabilidad (o la calidad) terapéutica que comporta, y el último a la responsabilidad económica que le es inherente.
La AG fija un valor abstracto de cada tarea dotándola de tres coeficientes iguales o superiores a 1. De una AG a la otra esos coeficientes pueden ser reevaluados, si la tarea ha variado en extensión o si se estima que ha sido mal evaluada. Por ejemplo, la organización de la jornada semanal (espectáculo, etc.) supone un cierto tipo de tiempo de ejecución (Tr), una cierta responsabilidad económica (Re) y un importante coeficiente terapéutico (Rt). Esas cotizaciones pueden ser reajustadas si se asevera que el tiempo de trabajo real que tomó organizar esas jornadas y realizarlas es más que el previsto, o si la importancia de la responsabilidad terapéutica (toma a cargo de enfermos por la jornada, trabajo psicoterapéutico, etc.), se considera mayor.
Inversamente, cualquiera que se librara a una estricta tarea de limpieza, sin ninguna inquietud económica o terapéutica, vería su número de puntos igual al factor de tiempo de trabajo real. Esta hipótesis estando por principio excluida, ya que para pertenecer al grupo gestionario, son precisamente a la vez las responsabilidades económicas y terapéuticas las que son determinantes. Nada impide por el contrario imaginar un trabajo de limpieza que tendría en su definición índices terapéuticos y económicos más o menos fuertes.
De la misma manera es netamente enfocado en estos proyectos de estatus que de un mes a otro, los miembros del grupo gestionario cambien de actividad, se concibe que puede haber ahí un último factor de variación en los salarios de cada uno.
En resumen puede haber variación del “salario” individual, en función a la vez de las variaciones de la masa global de salario, de las variaciones de cotización de las tareas, en fin en función de las mutaciones efectuadas de un servicio al otro. Lo que es notable, es que todas esas variables son a establecer y a renovar colectivamente. Es así que los índices salariales tradicionales devienen aquí índices colectivos.
Otra consecuencia de ese sistema de variación de salarios; no serán iguales. La democracia económica proyectada no se organiza a partir de un igualitarismo abstracto. No se es miembro por derecho del Grupo Gestionario, se es de facto por las responsabilidades que se aceptan o que se decide asumir en la definición de cada tarea. Igualmente, no se es “igual” a los otros por derecho sobre el plano financiero, sino en una posición de gestor colectivo. Para la minoría dirigente del grupo gestionario el problema del salario es a debatir con el conjunto de los otros problemas económicos de la clínica, mientras que para el resto del personal (no miembro del grupo gestionario) el salario está garantizado por los índices salariales de la convención colectiva nacional.
Si los estatus tratan de la colectividad, de lo colectivo, de los grupos, no hablan jamás explícitamente de “organización comunitaria”. La pregunta habría podido plantearse ya que en la clínica, los miembros del GG, iban no solamente a trabajar, sino también a vivir juntos, habitando sobre los lugares de trabajo, comiendo juntos la mayor parte del tiempo, tejiendo toda una red de intercambios cotidianos particularmente densos. Los redactores del proyecto tenían seguramente consciencia de ese hecho.
Sin embargo, es solo el plan del trabajo y de la gestión colectiva, lo que ha guiado estrictamente la redacción de la Constitución del Año I.
Si hay en este texto, a pesar de todo, un campo de preocupaciones realmente comunitarias, pone el acento en la renuncia propuesta a las marcaciones sociales dominantes y esto en beneficio de la instauración de una ley local. La puesta en común de las responsabilidades, de las tareas y de los salarios, constituye el fundamento de una comunidad de un tipo muy particular, ya que esta es una comunidad de trabajo.
Es evidentemente sobre los salarios que se juega todo: con respecto al exterior (la sociedad y sobre todo la seguridad social, los impuestos, etc.) la persona del asalariado es una realidad irreductible e intangible. A éste un salario fijo, una calificación propia, un espacio rígido y jerarquizado. El contador no es terapeuta y el salario de cada uno no es aquél de todos. Imposible en general en una empresa no plegarse a ese juego de imágenes: hay que contratar a la gente para un trabajo preciso remunerado en consecuencia, y es necesario establecer los recibos de pago correspondientes. Esas fuerzas parecen tanto más imparables cuando se sabe cuáles son, conscientemente o no, investidas de hecho por cada uno; es por ahí que se registra la persona y su territorio: nombre, edad, oficio, salario, sexo.
Para escapar a esto, era necesario por lo tanto a la vez constituir otros lugares de investimento “desyoizados” y dar vuelta la ley sobre los salarios. Es el objetivo de la constitución. Por un lado pretende fundar lo colectivo sobre la abolición de las dicotomías tradicionales entre calificación oficial, tarea especializada y persona asalariada; por otra parte prevé en detalle que los salarios oficialmente declarados “porque son obligatorios” serán puestos en común, al menos para aquellos que adhieren al GG, antes de ser redistribuidos según los principios expuestos anteriormente.
Ruptura con la organización burguesa del trabajo, corrimiento de la legislación burguesa sobre el trabajo y los salarios, el proyecto de constitución pretende dar al colectivo (a la comunidad de trabajo), las únicas posibilidades reales de salir de las contradicciones inherentes a un sistema tradicional.
Eugêne Odin: ¿Por qué La Borde? ¿En qué fantasma? Después de todo no hay más que eso. ¿De qué estructura de fantasma se trata? ¿Y los fantasmas de quién, en principio? Es necesario decretar algunos puntos de partida como estos (…) los fantasmas “personales” son tanto más válidos que los impersonales.
No nos importa nada de la Historia. Pero podemos hablar de la articulación de esos fantasmas y de la historia. Cómo la historia ha triturado esos fantasmas para hacer una estructura alienada entre otras. Es un programa… en la constitución del Año I, hay proyectos, una intencionalidad. En un fantasma, no hay intencionalidad. Es un tejido así que es lanzado por azar, sobre el cual se hará un camino. Es necesario entonces ver la trituración de un fantasma por los sistemas de alienación- que tienen por otra parte un costado positivo. ¿Qué es lo que hacemos con esta suerte de nudo entre la alienación y el fantasma en un sistema de productividad?- ¿esa es una frase digna de “la menthe à l’eau”?
Inútil buscar cuándo comenzó la historia. Antes de La Borde, estaba La Source, esta pequeña clínica en donde se constituirá el nudo fundador de La Borde. Pero antes de La Source, estaban las Jornadas Psiquiátricas Nacionales del 45- 47, la primera corriente de la revolución psiquiátrica. Y hubo antes, el Hospital psiquiátrico de Saint- Alban, la guerra, los primeros clubs de enfermos… y hubo la historia de cada uno y de todos los protagonistas del futuro equipo labordiano. Abundancia de experiencias, impulsos, mezcla de informaciones, de corrientes sociales, culturales, políticas. El colectivo de trabajo labordiano se constituye con todas estas particularidades, humanas, económicas, culturales, políticas, que vibrarán, entrarán en resonancia o en contradicción, o aún desaparecerán en los campos libidinales en donde serán tomadas.
La mayor parte de las temáticas de la psicoterapia institucional son presentadas en la víspera de la apertura de la clínica- la permeabilidad de los espacios, la libertad de circular, la crítica de los roles y de las calificaciones personales, la plasticidad de las instituciones, la necesidad de un club terapéutico de enfermos, etc.- No en lo que serán las actualizaciones tomadas como obra y teorizadas a los largo de 20 años de historia, sino en el estado de premisas, de características formales transmisibles. Pero la historia no es una pura transmisión de formas, desarrollo regular de un código, filiación lineal de “ideas”. Procede por saltos, contradicciones, reagenciamientos en lo colectivo. Si esas temáticas forman parte integrante de esos nuevos agenciamientos subjetivos de grupo, no es en tanto que formas, sino en tanto que intensidades específicas del campo libidinal. No es en los temas de la revolución psiquiátrica del final de la guerra donde es necesario buscar los motivos del colectivo de abril del 53 tal como se determina en relación a la constitución del Año I, sino en una cierta práctica pasional y fantasmática que le brinda el tono. De la misma manera, no hay unidad histórica significativa entre el club de enfermos creado en 1943 en Saint- Alban y aquél que se creará luego de la apertura de La Borde en 1953. Podemos encontrar entre las dos creaciones todas las correspondencias formales que querramos, pero son los campos libidinales específicos - diferentes- con sus intensidades propias e intransmisibles lo que importa. A cada instante la lógica, la continuidad, buscan imponerse y la práctica misma de la escritura descriptiva y “comentadora de” llama a esos juegos de significación y a esos sistemas de filiación. La historia de la psiquiatría no produjo más las ideas nobles y generosas de la constitución del Año I ni tampoco engendró la historia de La Borde, aún cuando se encontrarán frecuentemente- en cada reorganización importante del colectivo curador- los temas de esta constitución. Pero lo que cuenta es que a cada vez, es de un nuevo tipo de investimento libidinal, de una nueva organización de fuerzas de lo que se trata. Esos reagenciamientos son intraducibles uno en el otro. Entre ellos, ninguna filiación. A cada vez, hubo constitución de una nueva superficie de disputa. La menthe à l’eau es la marca de esta primera superficie de disputa a través de la cual fue proclamada la constitución del Año I.
Odin: En la clínica de La Source, era verdaderamente extraordinario lo que pasaba; un poco metapsico-filosófico-psiquiátrico, todo lo que se quiera. Era muy surrealista.
Oscar: Discutir de a 2, 3 o 4, hasta las 3 de la mañana, ponía en juego una cantidad de formas, de ideas que vamos a encontrar por aquí, por allá. Dejemos de costado esa característica para poner el acento sobre la naturaleza de la substancia semiótica, es decir el hecho de estar hablando entre amigos en ese contexto muy particular. Un cierto tipo de práctica sexual en el sentido amplio. En esta primera substancia, encontramos textos como la menthe à l’eau, hojas de dibujo, pinturas con los dedos…
La menthe à l’eau, es el subtítulo de un texto aparentemente desaparecido y que tenía como título completo: “Ontología para una fenomenología no deductiva”, a menos que sea:
“Prolegómenos a una ontología no deductiva”.
Odin: La menthe à l’eau es una cierta lógica de tratamiento de los conceptos, por otro método que el de los métodos tradicionales. El análisis aquí, el análisis institucional, es un análisis menthe à l’eau. Es por eso que es tan difícil exponer este asunto… la menthe à l’eau era disponer objetos heteróclitos al azar de los encuentros. Objetos que se distinguen los unos de los otros por una cierta particularidad, mañosa. Ese frasco de aceite sobre la mesa, al costado de la engrampadora; no a causa del frasco, pero su tapa tan curiosa, esa tapa que cambiará de forma desde que se abra el frasco, pero no lo abriremos. Tomábamos entonces 5 o 6 objetos como esos, y con un esfuerzo meditativo, hacíamos…
Oscar: discursos-objetos…
Odin: formulábamos proposiciones, mensajes en una cierta lógica, olvidando que eran los objetos los que a fin de cuentas los habían escrito; podíamos cambiar completamente el mensaje cambiando un objeto de lugar. Si se pone el frasco al final de la frase, o si lo transformamos en verbo… es un sistema de significantes que desborda los significantes. Para intentar elaborar todo un sistema. Eso coincide con una técnica corriente en La Borde. Cuando por ejemplo se cambia a la gente de habitación. Alguien llega y se lo mete en la habitación del que se presenta más loco. Según el lugar donde esté el frasco en la frase, adjetivo o sustantivo, cambia muchas cosas. Son métodos que tienen un rol de cambio de sentido. “No deductivo”: es necesario que esta disposición de objetos sea no intencional; es una lógica no deductiva. Se puede decir también que el encuentro que se produjo mucho antes de la menthe à l’eau- ese texto se articula con este encuentro y una tradición surrealista- es Lacan. Echar a andar la menthe à l’eau sirviéndose de palancas como Lacan, y de comas como Kierkegaard… ese asunto ahí, que es bien delicado, con cantidad de trozos de hilo no sólidos y que no toleran la lluvia, este asunto ahí se sumergió brutalmente en el universo de la seguridad social con la creación de la clínica. ¡En el universo completamente tonto donde es necesario que eso funcione! Entonces forzosamente hay desastres; pequeños frascos que han sido rotos. Entonces no se sabe más cómo leer las cosas (…)
Oscar: Hay otras dimensiones en la menthe à l’eau. Esta frase, si bien recuerdo: “… el zapato estornuda su huevo”. En suma una escritura objeto, como una ecuación que vehiculiza contenidos de toda naturaleza. Un método para desorientar las lógicas, para hacer jugar otras articulaciones. Si intentamos describir las fuentes… Lacan, sí, pero también Dubuffet… Hubo en esta época un artículo publicado en los Temps Modernes : “El fin de lirismo”, en el cual estaba la cuestión de Jarry, Queneau, etc.; sobre la imposibilidad de encontrar todavía misterio, deseo, salvo que con la guerra había un llamado considerable hacia el misterio. En falso, por supuesto. La guerra produjo un sistema de destrozos. Los espacios tienen equivalentes. La ONU, la aviación comercial, etc… Hablo del período que va de la guerra al ’68. Una crisis general de los puntos de misterio… La literatura del misterio surrealista viene de antes de la guerra. Las películas de Carné, repeticiones irrisorias. Fin de serie. Después se pasa al neorrealismo italiano… Frente a este llamado al misterio, nada. Hay cristalizaciones que sucedieron. Por el caso singular, la expresión de un esquizofrénico, un cierto tipo de encuentros, Saint Alban…
Michel: El misterio no es solamente el exotismo; lo trascendental, lo sagrado. Antes de la guerra hubieron grupos literarios y filosóficos, que se constituían en intimidad y rozaba el proyecto de cometer un homicidio: uno de ellos siendo la víctima, el otro el asesino. Si algo marcha en ese registro del misterio, en La Source o en La Borde, en el 51 o en el 53, no lo es en una perspectiva intimista y cerrada.
Oscar: En ese desastre religioso, cosas como Saint-Alban o Deligny tenían una función de albergue. ¿Cómo pudieron instaurarse hogares de misterio alrededor de los locos, de los delincuentes, de las bandas? Debía pasar algo en esos lugares, sobre todo porque no pasaba gran cosa en otra parte. Eso jugó como dices sobre lo singular. ¿Cómo ha podido un espacio devenir como Delphes? Un espacio donde pasa algo, donde sobreviven elementos de aventura, los aventureros de los suburbios…
Odin: En este asunto hay una cosa que se introduce, y que está al límite, el concepto de límite. Hay también términos importantes que aparecen: las calles de nuestra infancia, la calle de Champs Philippes en La Garenne Colombes; la zona (las zonas, es mucho más adecuado que el concepto de sector), los planos… las barracas… Oscar: Las tiendas de ropa americana…
Odin: El gallinero, los conejitos, las cabras…
Oscar: La regla del juego… está también todo el estilo de los albergues de juventud de entonces: “Construiremos las ciudades futuras”, y en 1936, la liberación… y toda la dimensión de tu hermano Alfred…
Odin: A la cual jamás adherí verdaderamente. Cuando él decía: “Construiremos un castillo”, yo construía una cabaña.
Oscar: En todo caso es importante. No se trata del fantasma.
Michel: Y la pregunta planteada es: ¿Cómo articularlo con el fantasma? Mismo desde que evocas lo que vehiculizó de importante Tosquelles, la revolución en España, los centros de lectura catalanes, toda esta vena anarquista y libertaria.
Oscar: Alfred había puesto como epígrafe en los locales de los albergues de juventud esta frase de Koestler: “Los islotes respirables…” En la liberación estaba ese tema de la posibilidad de arreglárselas en pequeños grupos. Era importante traficar con el azúcar, buscar papas. Hacer bricolaje. Las cosas participaron de eso. Infiltrarse en un sistema. Hoy no tendríamos más idea de cómo hacer eso. Infiltrarse en el sistema hospitalario: podrían pasar cosas. Actualmente las cosas no aparecen más del todo en el mismo campo. Existían entonces zonas marginales, podían desarrollarse fantasmas de grupo.
Odin: La menthe à l’eau viene luego del corte del fin de la guerra. Estaba también el tema de la reconstrucción de un mundo devastado por los bombardeos. La playa, la superficie sobre la cual se inscribió La Borde, -como eso quería ser- es un terreno difuso bombardeado. Asimismo quedan pedacitos de cosas: frascos, fragmentos, no hay ningún texto. La menthe à l’eau es partir de todo eso que es considerado por las pequeñas sociedades secretas (academias, facultades, etc…) como nada. Un desafío.
Es eso lo que venía de Saint-Alban. Si fuese necesario un santo patrón en La Borde, sería necesario poner el busto de Forestier. Ese enfermo hospitalizado en Saint-Alban a lo largo de los años 40, buscaba en la basura para construir casas, barcos, objetos extraordinarios. Debe haber una colección completa de las obras de Forestier en Lausanne. Forestier, es el primer texto que escribí. Era seguir una metodología forzosamente esquizofrénica. Ese texto, una menthe à l’eau generalizada: pedazos de todo. Hablo de antes de la clínica de La Source; es ahí que yo encuentro dimensiones fantasmáticas personales.
Llegamos al terreno del análisis de la psicosis. El terreno devastado que reconstruimos con pequeños trozos de cosas, con mangueras
pinchadas, con madera…
Nadine: La menthe à l’eau es como la plastilina para moldear de Pankow. Pedazos que se ponen a vivir.
Oscar: Salvo que la menthe à l’eau imponía objetos que componían un azar objetivo.
Odin: Hay ahí como un complejo de fin de mundo… hablar del fin del mundo con la misma sinceridad que los esquizofrénicos. La menthe à l’eau es un lenguaje no esquizofásico sino un lenguaje de reconstrucción semántica, con significantes tomados de encuentros al azar en los difusos terrenos bombardeados. En lugar de ir a buscar significantes en los libros o en la biblioteca de Sante Anne.
Hay una relación entre la menthe à l’eau y Francis Ponge, el autor de “De parte de las cosas”. Hay también un libro de Sartre sobre Francis Ponge “El hombre y las cosas”3. Eso se acerca a Lacan cuando él insiste sobre la dimensión lógica al nivel de la sintaxis.
Es ahí que se puede descifrar el sentido… es necesario que haya palabras cualquiera, y que se las ponga en línea: eso da un sentido. Otra dimensión que yo exploraba desde hace mucho tiempo (aún antes de Saint-Alban): aquella de pintores brasileros de la época: Paulo, Banderra. El dibujo llamado automático y sobre todo esos textos llamados colectivos como el cadáver exquisito. Es una especie de menthe à l’eau con las palabras. En La Source hicimos poemas extraordinarios. Luego fue muy aburrido ese sistema de papeleo. Escribimos con objetos. Para construir poemas objetos.
Oscar: Un tipo como Etienne Odin, tu hermano, participaba también de esa cosa. Había sido periodista, escribía pequeñas novelas, leía cosas como esa…
Odin: Además hubo la subversión de objetos. En La Source, se registraba a los objetos también, hacíamos música concreta con esta invención extraordinaria: el buggle. Había que soplar en los jarrones. Rodear el objeto es el enfoque de Francis Ponge. Hacer aparecer eso que Lacan llama la cosa. Ahí tocamos una cierta superficie, una semántica que se relaciona directamente a la acogida de psicóticos… podíamos intentar meternos en el lenguaje de eso que es imposible y que no obstante está ahí; dicho de otro modo, eso preparaba una suerte de maquinería de la cual La Borde no es más que una de sus aplicaciones posibles. Había sin duda muchas otras.
Oscar: Es necesario distinguir los aspectos semióticos de los aspectos agenciamiento de objetos. Las técnicas de la menthe à l’eau producían sentido a partir de un estado de cosas. Sentido no podría ser entendido en su acepción direccional… no es por lo tanto un sistema de interpretación, sino un agenciamiento de cosas productor de sentido. En los surrealistas, es de hecho otra cosa: modifican las substancias semióticas y producen significación. Evidentemente no podemos escapar a las significaciones. Pero había para nosotros una suerte de duplicidad que hacía que de todas maneras, no las tuviéramos en cuenta. Es verdaderamente un asunto. Por ejemplo para un esquizofrénico que te afirma que es verdad que vio a Jesucristo, hay dos políticas: una que es del orden de la significación: “no, no es verdad” o aún: “es una metáfora”. La otra política adhiere absolutamente: “por supuesto, sin ninguna duda posible”. A partir del momento en el que solo te sirves del material expresivo (por oposición al material significativo), ese material expresivo del agenciamiento de cosas produce sentido. Y sentido que pasa casi al nivel de una praxis: alucinar, estar embrollado en un sistema. Antes de estar en La Borde, esta fascinación por las constelaciones de objetos era casi un ejercicio entre paréntesis. Ante todo una cura, un entrenamiento. Pero enseguida, y este es uno de los misterios de La Borde, una de sus mistificaciones, para todo lo que se presentará como una significación, habrá al menos una doble lectura a nivel del agenciamiento de cosas. “Si, es eso”, “no, es falso”. Pero en paralelo está siempre “¿cómo es que él se agencia en todo eso?”. No es un menosprecio de los hechos de significación, ya que ellos mismos pueden servir en los agenciamientos de cosas.
Oscar: Eso vibró en el fondo de la planicie de Nanterre. Hubo una parte de cosas que funcionó con objetos irrisorios. Me acuerdo de Alfred Odin, cuando lo tenía como maestro, me había hecho ir un domingo a la mañana para disecar una rana. Es asimismo muy curioso. Podríamos haber hecho eso en la escuela. Pero no, iba de suyo que íbamos a romper algo. Una tradición de bricolaje de la gente de los suburbios que se encuentra en conjunción con toda una suerte de corrientes culturales y políticas, y que son tomadas ahí a causa de Paulo, de Gide, de un montón de fulanos que tú absorbiste. Como si hubiese habido en un rincón del suburbio en donde se bricolea bicicletas, un taller de bricolaje de conceptos.
Odin: La menthe à l’eau es algo mejorado en la cual está Forrestier como el gran padre esquizofrénico… El ancestro de la bicicleta es Fredo, un tipo de la zona que jugó un rol muy importante en mi formación didáctica. Fredo estaba sumergido en aceite todo el día con viejas bicicletas, piezas separadas. Si quisiéramos buscar los arquetipos de este asunto, sería necesario poner a Fredo. A partir de ahí, existe la posibilidad de construir cosas.
Nadine: Sería necesario también poner al padre de Elisabeth Pekin, siempre en la Garenne-Colombes. Si vieras su cuchillo de cocina, es reciclado. La hoja no es de un cuchillo ni el mango. Y su cuchillería…
Oscar: Siempre el envés del lirismo. Lo que me había golpeado en “Pierrot mi amigo”, es que lo que él hacía siempre fallaba. Partía en historias fabulosas que eran también un bricolaje, y eso fallaba… en este taller de bicicletas, debe haber también existencialismo, un cierto ateísmo, una relación particular con la trascendencia. Más tarde, el religioso B, de Kierkegaard. La dimensión del humor, de la angustia, y del más allá del humor.
Odin: “El diario del ladrón” de Genet, era un libro sagrado, mágico. Eso entra en una matriz muy antigua: no tomarse en serio. Haber atravesado por las bisagras del humor.
Bubu jugó un rol tan importante como
Kierkegaard. Es cierto que él era muy original. Tenía una atrofia cerebral, y se deshidrató completamente. Murió. Había inventado un lenguaje extraordinario. Era necesario seguirlo en el fondo, en los muros, en el cielo. En esa época era extraordinaria la vida con Bubu. Podemos decir que es una didáctica. La gran locura, ¡chapeau!
No es una paradoja. Una de las farsas del misterio, es que la locura no es algo natural. Es una construcción, un grandísimo esfuerzo. Entonces yo pasaba mi tiempo haciendo construcciones para experimentar la locura…
Nadine: La locura, no es divertida. Hay tipos que no están dotados para ser locos. Podríamos construirles sistemas diez veces mejores.
Rápidamente, que se vuelvan “normales”.
Oscar: Si alguien dice “veo a Jesús”, nos esforzamos también para verlo. Y decirse “ves, es curioso, yo no lo veo” ¿qué es lo que pasa para que haya un enunciado tal?
Lo que es importante, es esta idea que teníamos, de que no se puede ser cómplice con la locura. Esta idea de doblar la locura a un nivel o a otro. En el fondo este periodo oscilaba entre un existencialismo, que todavía era un humanismo- y una tentativa para atravesar este humanismo. Entonces, del costado de Lacan era la crítica de la psicología del yo.
Odin: Lo que aporta Lacan, en su tesis, es la puesta en valor de esta función desconocida que es la paranoia. Hay un desconocimiento de la función paranoica como instrumento de conocimiento. Cosa esencial. Mezclen eso con la posición de Dalienne, la paranoia- crítica. Una posición paranoica como principio. Para destruir la paranoia es necesario sobrepasarla.
Guy: Había de todo eso en la menthe à l’eau. Todas esas ideas…
Oscar: Había sobre todo una cierta práctica pasional en esas discusiones, un agenciamiento colectivo particular. Las temáticas podrían traducirse a lo largo de años. Pero lo que no se puede traducir, es la intensidad de goce que había en 1953 para discutir hasta las 3 de la mañana. Ahí, no hay pasaje de una intensidad a la otra. A pesar de todas las correlaciones que podamos encontrar, las identidades, se tratará siempre de otra cosa, de otras superficies de enganche. Odin: He ahí, es una dimensión de La Borde.
Nadine: Es necesario publicar esta discusión in extenso.
Gerard: ¿Qué capítulo va a ser?
Nadine: Deberían numerar las hojas al azar y mezclar eso en una gran caja.
Es en la clínica de La Source que se inventó la “menthe à l’eau”. En la historia de la Borde este período es decisivo: es entonces en 1951 que se constituirá el primer equipo labordiano, aquél que dos años más tarde crearía la clínica de La Borde. Es en ese momento que se constituirá la primera unidad subjetiva de ese colectivo. La Constitución del Año I fue por ejemplo escrita y propuesta en relación a este último equipo.
Odin: Desde muchos puntos de vista, los años 50 a 53, el periodo de la clínica de La Source, es un vértice de la historia labordiana. A pesar de que trabajábamos en condiciones muy precarias… una verdadera formación que se hizo en el contacto con esquizofrénicos, un trabajo formidable…
A lo largo del verano de 1949, Eugène Odin había venido a hacer un reemplazo en La Source. Sus estudios de psiquiatría terminados, luego dos años de internado en el hospital de SaintAlban, él dudaba aún sobre la continuación de su trabajo: ¿Un servicio hospitalario público? ¿Dónde? ¿En París, donde se encuentra la familia y amigos? La clínica de La Source era en todo caso un medio provisorio para acercarse a París. Lo provisorio duraría en realidad cuatro años, el reemplazo se transformaría en ayudantía, y luego en dirección médica a partir de 1951, la solución temporal personal se abriría a una experiencia de grupo, a una historia.
Hasta 1951, la elección definitiva entre lo privado y lo público, entre la clínica y el hospital, no está hecha. Todos los animadores del movimiento psiquiátrico del fin de la guerra, los Daumézon, Tosquelles, Bonnafé, Guillant, etc., son psiquiatras en servicios públicos. Las consignas de la revolución psiquiátrica, de la psiquiatría institucional, parten de ahí. Luego de la experiencia decisiva que hizo en Saint-Alban, Odin no puede conectarse más que ahí. Dudará cuando le propongan en 1950 un puesto en un nuevo centro psiquiátrico parisino. Problemas de plata, azares, el desarrollo de una actividad de grupo en La Source, decidirán. Odin se quedará en una clínica privada.
Seguramente el trabajo en una clínica privada presenta ventajas en relación a la situación de los hospitales psiquiátricos de la época, particularmente desprovistos luego de las devastaciones de la guerra, y siempre sometidos a la pesadez eterna de la administración pública. Una clínica privada está sujeta a las mismas reglas generales que el hospital. Pero un mínimo de libertad interna le es dejada: la administración de la clínica guarda una cierta flexibilidad, la organización del trabajo y de la vida de los enfermos no está sometida a las obligaciones, tradiciones y reglamentos frecuentemente intangibles que dominan el hospital psiquiátrico4.
En La Source, jamás hubo más de 30 enfermos; el equipo curador era poco numeroso; no estaba sometido a la regla catastrófica de la división en equipos ni a los 3 por 8; la administración podía estar próxima a la vida cotidiana del establecimiento, etc. En definitiva, la clínica de La Source, aunque de estructura muy clásica, ofrecía un mínimo de perspectivas de trabajo y de innovaciones. A la llegada de Odin, la dirección de la clínica aceptaba la idea de dar al personal enfermero una cierta formación permanente, introducir técnicas de actividades y talleres para los enfermos. Desde que fue nombrado en la dirección médica, Odin pudo amplificar el proyecto en una cierta medida.
La Source, clínica privada, conocía a pesar de todo una situación muy particular en el departamento: era el único establecimiento psiquiátrico abierto. En efecto, luego de la guerra el asilo de Blois no había reabierto, y será necesario esperar todavía una docena de años antes de que el departamento sea provisto de un hospital psiquiátrico. Es entonces que Odin, tanto por necesidad como por principio general de base, debió desarrollar una importante actividad departamental, desde la apertura de consultas en los dispensarios, hasta la asistencia psiquiátrica en establecimientos de niños. “Traición” a la hospitalización pública, Odin le dará constantemente una dimensión pública real a su actividad en el departamento.
Serían necesarias sin duda cientos de páginas para describir en detalle el trabajo de este equipo que va a formarse del 51 al 53 alrededor de Odin. Ya evocamos en La Menthe à l’Eau la cantidad de investigaciones y de experimentaciones que se efectuaron en La Source durante este periodo. Nos quedamos con la Menthe à l’Eau por la medida de la densidad de eventos que presidieron a la constitución, en La Source, de la primera unidad subjetiva de trabajo labordiano. Falta de relatos, de recuerdos colectivos e individuales, esta secuencia de la investigación de un grupo curador no será tomada aquí más allá de eso que fue lo esencial, que fue tratado en el seno del capítulo precedente, ni más allá de las informaciones que permiten situar las condiciones materiales de la creación de la clínica de La Borde.
Esta unidad subjetiva se constituye desde la llegada de Eugène Odin a la dirección médica de la clínica de La Source en 1951. Éste plantea en efecto, como condición de su acuerdo, y obtiene del propietario de la clínica, el contrato de su hermano Etienne, para un trabajo en el seno de la administración del establecimiento. Esta exigencia pone sin duda en lugar los términos de un conflicto familiar que explotará dos años más tarde, en el 53. Pero en el momento en el que es formulada, sucede de otra manera: la llegada de Etienne a La Source abre una nueva era en la clínica. La era de la plaza pública. Con Etienne nada se destinaba particularmente a la psiquiatría, los muros de la casa se abren a toda clase de gente, amigos, estudiantes, militantes. Una apertura sin reservas. Vienen también militantes de los albergues de juventud, los amigos del coro “Cantemos al viento”, personas conocidas de la Garenne-Colombes, otras de Saint-Alban. Es entonces que tienen lugar las noches de discusión donde se elabora la menthe à l’eau. Todo un periodo intenso de creación y de acumulación; lecturas, formación en psiquiatría. Una iniciación tanto en el trabajo como en la vida colectiva.
Los que pasan, por un fin de semana o en vacaciones, participan de las actividades de la clínica, de las curas, o de los talleres de actividades. Encontraremos muchos de ellos en La Borde más tarde. Algunos solo se quedan como pasantes unas semanas y otros se emplean en la clínica como monitores o como personal de mantenimiento. Al inicio toda suerte de gente heteróclita, que ese vector tan sólido, esta práctica psiquiátrica, puede reunir en un grupo. Juegos, discusiones, acuerdos teóricos o ideológicos, sin duda no hubiesen podido hilar similarmente los lazos de una célula de vida organizada alrededor de un trabajo. Es en efecto una célula de vida en donde se habita y se come en conjunto, en donde se conocen en conjunto los mismos acontecimientos de la clínica, en donde se elaboran proyectos; reina una relativa abundancia, aunque solo fuera frente a las restricciones del fin de la guerra. Los salarios de unos ayudan a los otros, y la clínica aporta sin duda un sustento material importante: alimento y alojamiento precario pero gratuito. Ahí aún es el trabajo y lo colectivo que él reunió lo que está en el origen de esas facilidades relativas de la vida, las que permiten comprar una aspiradora, una cafetera, etc. Para que las mujeres dejen de hacer el trabajo de limpieza en lugar de leer y de discutir con los otros (Nadine).
Sin duda no había sido formulada como tal, pero la temática de la comunidad organizada alrededor de un trabajo merece ser subrayada. Ella se conforma también de otra práctica esencial, y que se juega con la apertura de lo colectivo a otros recursos no psiquiátricos. Temáticas de las que encontraremos seguramente eco en la historia de la clínica, pero de las cuales la consistencia particular y única de la época da entre otras cosas eso que intentamos simbolizar por la menthe à l’eau: un modo de discusión y de vida, un descubrimiento de la locura, un cierto tipo de corte con la vida profesional, militante y estudiante, un modo de trabajo sin demasiado discurso pero no desprovisto de originalidad.
Nadine: Era al fin y al cabo una iniciación extraordinaria el tener todo para hacer. Era necesario hacer compras, ocuparse de los enfermos, reparar las instalaciones; estábamos ahí, trabajábamos, eso iba de suyo. Sabíamos que era terapéutico hacer la limpieza con los enfermos, hacer las compras en Blois llevándolos, etc. Aprendíamos a hacer curas de insulina…
El control parcial de la administración por el equipo de Odin era ciertamente una ventaja importante. Desde el inicio, en las relaciones de fuerza establecidas con los propietarios de la clínica; luego, en el detalle de la gestión cotidiana del establecimiento. En particular, a pesar de la falta de fondos se buscaba desarrollar los llamados talleres de “laborterapia”, en sentido muy amplio (nada que ver con una producción intensiva), y los talleres de expresión. En fin, lo hemos visto, la política de empleo o de acogida puede ser abierta a toda clase de horizontes.
Sin embargo, conforme a la consolidación del equipo, quizás a razón de esta consolidación, las dificultades deben aparecer, por una parte con el antiguo equipo de La Source, que permanece reservado frente a la nueva generación, por otra parte con los propietarios del establecimiento. Ginette Michaud habla también de esta fase de La Source5.
“El resultado era bastante satisfactorio, pero la resistencia del antiguo equipo se incrementó por el hecho de dificultades interiores. Personas decididas a trabajar con Odin lo habían acompañado a La Source, luego éste había hecho venir a miembros de su entorno familiar que él pensaba que podrían beneficiarse de una estadía en La Source. La constitución de una “tribu” alrededor de Odin, las dificultades que se alzarán entre la tribu de Odin y el resto del personal de La Source, y en el seno mismo de la tribu; impedirán a Odin integrarse en La Source aplicando sus teorías psiquiátricas. En 1953 la lucha había tomado la forma de una relación de fuerzas y la exclusión o la partida era inevitable”.
Nosotros más bien diríamos que la forma y los términos de la relación de fuerzas habían tomado un giro tal que la exclusión o la partida de una de las dos partes era inevitable: en evidencia, es un cambio de estado de relaciones de fuerzas lo que acarrea esta situación. Las fuerzas en relación habían podido instaurar hasta ese entonces un compromiso. De aquí en adelante las exigencias y los problemas de cada fuerza devienen tan antagonistas que la ruptura es inevitable. En particular los propietarios de la clínica buscan retomar la dirección médica y administrativa, mientras que Odin les demanda cedérselas totalmente para una venta o un alquiler de La Source. Al inicio de 1953, la decisión es tomada bruscamente: Odin abrirá una nueva clínica con la “tribu” y una parte de los enfermos de La Source que solicitan seguirlo. En tres meses un terreno y algunos fondos son encontrados, y el 6 de abril de 1953, la clínica de La Borde (a 20 km de La Source), abre, con una decena de miembros de personal y nueve enfermos hospitalizados.
Odin: Yo lo digo frecuentemente, la creación de La Borde es un acting out… hay ahí una garantía de no cierre, una dimensión humorística, negativa- es por eso que yo digo en los círculos doctos que soy un representante de una dimensión patopática6, es decir de una teología negativa- simplemente para que no se tomen las cosas en lo serio. No hubo proyecto como: “vamos a hacer una clínica y bla bla bla…” no, en quince días arrancó…
Michel: Es necesario decir todavía algunas palabras… digamos la historia. Planteamos los elementos de base: la Constitución del Año I, La Menthe à l’Eau, la clínica de La Source. La clínica de La Borde va a abrir… ¿La historia ha comenzado? Pero ¿cuál historia? ¿La historia de La Borde? No es exactamente eso. El hilo conductor del relato es más bien la historia de la organización del trabajo. Evidentemente, es un poco como con los espaguetis, cuando tomas un hilo viene todo el plato. Simplemente porque la psicoterapia institucional no es una técnica, porque la organización del colectivo curador en un establecimiento no es un problema de gestión empresarial. Y porque a cada etapa, a cada reorganización de las estructuras de trabajo en la clínica son puestas en juego toda clase de dimensiones irreductibles a simples nociones de organización de trabajo, de grupo curador o de técnica psiquiátrica. Una cosa está clara: el ritmo del relato hubiese sido diferente si hubiéramos querido hacer la historia del club de enfermos de La Borde, o la historia de una corriente de la psiquiatría francesa. Aquí, desde un comienzo, el objetivo será el colectivo curador. Es un nivel bien particular de cosas. Pero no es una elección arbitraria, evidentemente. Odin dice frecuentemente, a manera de provocación, cuando le preguntan qué es la psicoterapia institucional, que es un medio para curar a los curadores. Es abrupto, pero vemos bien que por ejemplo la Constitución del Año I, muestra en principio la existencia de individuos y de un grupo curador, con un proyecto mucho más amplio que aquél de “curar”. Con la menthe à l’eau no más pregunta de proyecto ni de curado, sino una cierta práctica intensiva en donde son inmediatamente sumergidos los participantes. Es ese nivel de cosas en la Borde el que nos servirá de punto de reparo en las páginas que seguirán, la manera de vivir y de organizarse de los curadores, las estructuras organizacionales inventadas sucesivamente, etc. Pero a cada vez nos será necesario, bien por aquí o bien por allá, para llegar a hacer vivir los acontecimientos, los complejos.
Odin: Hay otro punto de vista posible sobre la historia de La Borde, a partir de posiciones personales… yo digo frecuentemente: “La Borde es un delirio”. Es una suerte de pasaje al acto delirante para resolver mi problemática personal de entonces. “Resolver una problemática personal” ¿es que eso tiene un sentido? Esta problemática era en todo caso insoluble en la época, y me era necesario hacer algo extraordinario. Es esta dimensión de pasaje al acto del delirio, encarnada, y esta dimensión permite encontrar un cierto humor cuando se quiere hacer esta historia.
Michel: Mejor que de “personal”, podemos hablar de singular. En la trama de acontecimientos, son esas singularidades las que funcionan. En una historia como esta de aquí, es otra articulación de lo singular, de lo particular, y de los grandes determinantes que están en juego.
Odin: Querer redactar algo de ese orden, llevando a fondo todos los problemas teóricos, necesitaría una puesta en cuestión teórica de los fundamentos del método histórico. Sería necesario retomar todas las críticas de la historia desde Heidegger y Althusser y hasta un cierto punto Lacan. Lacan indicó numerosas veces que la historia no es los acontecimientos ni una simple temporalidad. Sería mucho más una lógica “x” de lo que queda de los procesos, una lógica de “a”. Por ejemplo cuando decimos: “eran historias personales, un pasaje al acto, un delirio”, está claro que no es eso lo que le da cuerpo a La Borde; dar cuerpo, es lo que resta de todo ese proceso, el objeto “a”. No podemos decir que La Borde es el objeto “a”, pero hay algo de eso (…)
Odin: No hay progreso, no hay evolución. El todo, si queremos permanecer sobre un plano de análisis existencial, es encontrar cuál es el proyecto fundamental, cuál es el futuro anterior, el proyecto de esta matriz que está más o menos machacada. Es esta matriz la que es necesario despejar de todas formas. Sin que la historia de La Borde, es la historia de no importa qué aldea (…)
Odin: Ya en La Source, con la densidad de acontecimientos, yo me decía que era un poco como Rashomon, multiplicado por diez. Para escribir eso, sería necesario que cada uno hable. Quizás uno de esos relatos sería la llave de los otros; pero no es seguro. En 1953, para hacer un estudio sobre La Source, hubiese querido ser escritor, Aragón, para hacer vivir todo eso. Esto para situar lo que podría ser una aproximación lógica de todas las escenas de teatro.
Michel: ¿Con actores? Si, si se trata de introducir una distancia, de mostrar que el drama o la comedia se escriben mucho más allá o más acá de las personas. Pero lo que se trata precisamente de evitar en este relato, son las totalizaciones personológicas, ya que con estas no podrías articular ninguna proposición pertinente sobre la economía del deseo en un momento dado.
Oscar: Cada uno funciona como una computadora que codificó una cantidad de elementos que no encontrará en otra parte. Está claro que yo represento una cierta capacidad de codificación de algo para tener mi posición. Tosquelles codificó toda clase de otros elementos, Odin también. Un Tosquelles de más o de menos, eso cuenta mucho, un Odin de más o de menos en un colectivo. Dicho así, ese género de discusión está mal inscripta. Es necesario quizás hacer un análisis formalista, armar un catálogo, un código. Pero con el diccionario de equivalentes no se hace un solo poema. Con el catálogo del código, tan completo como pretendiera ser, no se tiene nada sobre los agenciamientos deseantes ni sobre sus rupturas.
Odin: ¿Cómo se articula la organización de un grupo en una época dada con, por un lado, fantasmas personales y, por otro lado, determinaciones teóricas? ¿Es necesario por ejemplo volver a hablar de Saint-Alban, de mi encuentro con Tosquelles y personalizar forzosamente la cosa? No es sin embargo de una persona de lo que se va a tratar. Ni de mí, ni de él. Este encuentro, sin embargo, tiene una importancia extraordinaria para La Borde. Por ejemplo esos centros de lectura catalanes de Reus, que existen ahí abajo desde hace cien años, funcionan como modelo estructural que encontramos en parte en La Borde. Eso, eso fue transmitido por Tosquelles con todo lo que él representa: España, la revolución española, una cierta relación con el surrealismo, la fenomenología, el psicoanálisis. Este encuentro data de 1947. Lo que permitió este encuentro, es otro encuentro teórico, con Lacan. Son elementos muy importantes de lo que va a ser La Borde. Pero también estoy yo que encuentro… En 1942, tuve un proyecto, una fantasía, de montar un grupo que sería constituido de trazos heterogéneos: todas las disciplinas posibles, un grupo de amigos, una estructura muy anárquica. Ese grupo debía desembocar, diez o veinte años más tarde, en la elaboración de un texto de un libro. Ese libro habría sido el resultado de la experiencia del grupo en ese contexto. Un grupo de base como para las expediciones. He aquí una matriz de lo que pasó más tarde.
Y antes, en 1936, mi entorno, los grupos de la época, los albergues de juventud, etc… Estaba toda esta temática de la comunidad, una posición trotskista-anarquista y no sé qué más, es lo que encontramos en Reus, que un anarquista fundó. Esta dimensión existe en La Borde con toda la ingenuidad que eso representa. Una de las particularidades de esta historia es que estamos en el después de la guerra. La psicoterapia institucional tiene profundas raíces en todo lo que pasó durante la ocupación. Llegué a Saint-Alban en 1947; el hospital se había “humanizado” con la supresión de las celdas, la conquista de los espacios de vida. Era el resultado de un movimiento desarrollado alrededor de los enfermeros y de los médicos. Los hospitales psiquiátricos tenían en general una estructura carcelaria, concentracionaria. Los enfermeros durante la guerra habían sido prisioneros; algunos habían estado en campos de concentración. Cuando volvieron tenían una concepción del mundo diferente: su medio de trabajo, el mismo que antes de la guerra, les recordaba la experiencia que venían de atravesar en los campos de concentración(…) Me gusta recordar este origen de la psicoterapia institucional. Podríamos definirla, ahí donde ella se desarrolla, como un conjunto de métodos destinados a resistir a todo eso que es concentracionario o segregativo.
Odin: Luego en el fantasma de crear una clínica, en la “problemática personal”, hay además de muchas otras cosas este extraordinario desafío que yo quería tener en La Source, luego en La Borde, -pero allá fue un fracaso completo: trabajar con uno de mis hermanos, Etienne, escapando a toda posición familiar.
1 N. del T. En el original dice “communautarisation”.
2 Jean Oury. La desalienación en clínica psiquiátrica. Presences, 1955.
3 Jean Paul Sartre, El Hombre y las cosas: Hay en ello como una preferencia por lo discontinuo que corresponde a una elección original. Habría que demostrar —lo que no sería tan difícil pero nos llevaría demasiado lejos— por qué los “aficionados a las almas”, como Barres, están del lado de la continuidad y por qué los “aficionados a las cosas” prefieren lo discreto, como Renard y como Ponge. Lo que importa en este caso es definir el efecto —obtenido o no conscientemente— de esas discontinuidades. Editorial Losada. Página 211.
4 Imposible dar cuenta aquí de la situación y de la organización de los hospitales en 1950. Sobre el ambiente y las relaciones de trabajo, citamos estos pasajes de un artículo de M. Bonnet, enfermero en Saint-Alban, publicado en Esprit, XII, 1952 y retomados por L. Bonnafé en La Raison, N.º 18, 1957: “¿No vemos en algunos hospitales psiquiátricos enfermeros muy dedicados encerrarse con sus pacientes en sus habitaciones y tratar de liberarse de los demás tanto como pueden? ¿No los vemos casi en estado de guerra civil, como señores feudales en un ambiente de edad media formado por curas, siervos y esclavos? (...) Para nosotros, nuestra tentación, reflejo del modelo y de las exigencias del exterior, es conducirnos como amos absolutos; ceder a la insistencia de los intereses de los grupos 'naturales' que son creados por la existencia material del hospital. Hay sin dudas un conflicto que renace perpetuamente y que todos los enfermeros viven en su práctica, aún cuando a menudo lo endosan apaciblemente como un hecho ajeno a la realidad de la vida de los sectores, como un capricho o un malentendido entre las órdenes de la administración o las del médico. Esto confunde a la mayoría de nosotros, algunos se encogen de hombros. ¿No tenemos una familia que nutrir y una vida privada que defender?…” Y sobre los gérmenes de división de cualquier tipo: “¿No vemos ni siquiera en las reuniones sindicales desplegar descaradamente una diferencia de clan entre trabajadores (del hospital) y enfermeras?”
5 La noción de institución en sus relaciones con la teoría moderna de grupos. D.E.S. París, 1958.
6 N. de T: en el original dice “dimension pathophatique”.
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