El club es una estructura colectiva destinada a impedir un bloqueo de intercambios, para hacer posible la supresión de las celdas, del sector de agitados, del sector de catatónicos.
Es difícil de lograr, ya que siempre hay una tendencia a restablecer lo que Sartre llamaba lo “práctico-inerte”, la serialidad y eso que nosotros llamamos la “compartimentación”. Una revolución local permanente es necesaria para luchar constantemente contra estos cierres, contra esta compartimentación. Se necesita un aparataje complejo y una estrategia adecuada. Está muy lejos de la actual lógica burocrática que está hecha de compartimentación, indiferenciación, homogeneización y aislamiento... Es todo lo contrario. Computadoras en todos lados no crean ciencia, sino una lógica binaria. Los tecnócratas matan lo heterogéneo: “hagan grupos homogéneos”...
Homogéneo significa la muerte, la destrucción. Decía hace mucho tiempo que siempre tenemos que luchar contra el aumento de la entropía, es decir, en contra de una uniformización, cuando reemplazar a alguien por otro no cambia nada. Es el ideal actual. Para luchar contra esto, nosotros partimos de la transferencia. Cuando hay transferencia, no podemos reemplazar indiferentemente a alguien por otro. Solamente que de eso los tecnócratas no quieren saber nada, cortan la transferencia, no se debe hablar de ella. Ahora bien, el club y la secretaría del club son las herramientas necesarias para que pueda haber transferencia, sin lo cual se genera una homogeneización con subgrupos, como vemos aquí los subgrupos que sólo piensan en robar para conseguir alcohol o drogas.
El club sirve para mantener lo heterogéneo. Hesíodo hablaba ya de heterogeneidad (en Los Trabajos y los Días) ... El club debe permitir luchar en contra de toda esta segregación: los “curadores”, los “curados”... Hay una función curadora, que se comparte entre los “pagantes” y los “pagados”. Lo repito desde siempre, pero eso no sirve para mucho. El club sirve para poner a unos y a otros en un nivel funcional de gestión colectiva. Decir los “curadores” y los “curados” es una mistificación, es un tipo de prejuicio de la sociedad de consumo. Y eso no es nuevo, viene de hace mucho tiempo, y perdura. No obstante es lo que está siempre en cuestión. Desde que se dice un “Club”, se presenta gente del personal, a menudo bien intencionada, para tomar a cargo ellos mismos su organización. Y los pensionarios quedan ahí en un estado de pasividad. Desde el inicio del club hay una degeneración, una degeneración burocrática. Vemos aparecer eso en La Borde, como en otros lugares. El burocratismo es lo peor. Se está ahí para animar, para hacer el bien, para organizar yo no sé qué cosa. Aunque se asista a asambleas generales donde todo el mundo está, ahí, esperando la palabra correcta y las propuestas de aquél que va a distribuir las distracciones.
Sin embargo, el club debe poner en cuestión toda la base de la vida colectiva. Herman Simon hablaba de técnica de activación, de responsabilización, de iniciativas. Hacer una especie de “proceso terapéutico permanente”: curar el entorno, curar el establecimiento.
El club es una herramienta colectiva para curar el establecimiento. Solamente si uno se acantona en “los buenos servicios”, no se produce más que un instrumento de alienación suplementaria. Por ejemplo, la rehabilitación, sin tener en cuenta los tratamientos. La gente que pone eso en juego tiene buenas intenciones, creyendo hacer un trabajo humanitario. Hacer el bien, lo que se llamaba en la antigüedad “Service de Biens”, aplasta la dimensión del deseo, de la personalidad, de la singularidad. Es por eso que es tan difícil: no se puede hablar concretamente y teóricamente del Club sin poner en cuestión la dimensión del deseo inconsciente.
El deseo inconsciente no es el placer, el goce, cualquier cosa, sino se organizan fiestas, tanto aquí como en otros lados, diciendo que es terapéutico. Dicho de otro modo, un Club no tiene sentido más que tomado en una teorización, en una puesta en acto de los conceptos fundamentales, en particular de la transferencia. Quien dice transferencia, dice deseo inconsciente. Organizar fiestas, salidas terapéuticas, ir al teatro, hacer música, son cosas no despreciables, pero si eso es todo lo que hay, es mejor cerrar las puertas, es el clientelismo. Tenemos que darnos cuenta de que estar en un grupo es diferente a estar solo. Es raro un grupo, no es sólo un montón de gente. Desde que se ve a varias personas juntas, decimos: “Mira, hay un grupo”, pero eso no es cierto.
Un grupo es una estructura muy compleja con sistemas de inter-relaciones, como dicen los psicólogos de grupo, sistemas de inter-transferencia, de inter-identificaciones múltiples; y es a partir de eso que es posible trabajar. Especialmente cuando se trata de psicóticos: vemos bien que están tomados sin parar en transferencias parciales, múltiples, “disociadas”.
El club es una herramienta privilegiada para poner en relación a todos los estratos de la población, de la comunidad, por debajo o más allá de los estatutos, los cuales pueden ser instrumentos de alienación. Si nos quedamos encerrados en nuestro status, bloqueamos el acceso a cantidad de sutilezas. Es por eso que siempre hay que distinguir status, rol y función. La actitud que podamos tener frente a alguien, va a modificar forzosamente la percepción que tiene del mundo y de los otros. Puede afectar a su estado mental, sin que sea sugestión. Es diferente estar encerrado en una celda o tener una responsabilidad en el bar, por ejemplo. Siempre es una experiencia banal la que es cuestionada.
Como lo decía Tosquelles, se trata de personas que están allí y tienen que ser tratadas en persona y no en status. Pero hay que desplegar una gran energía para poner en cuestión la jerarquía, siempre abrumadora, y cada vez más pesada. La jerarquía y sus privilegios. Esta no es la “jerarquización”, donde cada uno es diferente de otro y debe poder tener un lugar de acuerdo a sus competencias. Estoy a favor de la jerarquización de las singularidades. A menudo presento el club a los enfermos diciendo que es un lugar donde no hay más status, donde cada uno asume responsabilidades incluso mínimas y puede reaccionar en tanto que persona. Eso no quiere decir que, por momentos, no haya que ir a ver a un médico o un dentista... Bien. Pero en ese momento-ahí, eso tiene otra dimensión.
Pero la vida cotidiana, no se cae de maduro. La vida cotidiana no es sólo estar ahí, esperando a que esté lista la comida y luego ir a dormir o tener una distracción, es mucho más sutil. En un seminario en Sainte-Anne, hace mucho, yo decía: “En última instancia, ¿qué pasa con lo real de la vida cotidiana?” Hay demasiadas personas que están allí sin estarlo. No están en lo real o, mejor dicho, están en lo real y no hay realidad. Hay una dialéctica sutil a poner en juego; que requiere un esfuerzo en todo momento. Es necesario que existan, en el trasfondo, posibilidades concretas. Diciendo por ejemplo: “Hey, ¿qué estás haciendo aquí?. Ven a hacer conmigo el informe diario, a hacer esto... ¿No te gusta?, pero ¿qué puede hacerte?, ¡ven de todos modos!” Hay que estar disponible. Si se decide de antemano que el informe diario se hará por tal o cual, entonces se jodió.
Es fácil de programar. Programar el azar es mucho más complicado, es programar las posibilidades de azar. Está en relación con la libertad de circulación. Si hay una libertad de circulación, hay un grado de posibilidad más para que haya azar, es decir, la posibilidad de un encuentro.
Para que un club se sostenga, requiere una estructura. La estructura es como una página en blanco, en la que los puntos de referencia que se han puesto están siempre ahí, aunque se arrugue la hoja. Lévi-Strauss habla muy bien de las estructuras. Cosas que se presentan bajo diferentes formas pueden tener la misma estructura. Para que eso se sostenga, para que pueda ser eficaz, para que pueda haber iniciativas, incluso las más mínimas, para que haya relaciones complementarias en el sentido de Tosquelles, de Dupréel , debe mantenerse un mínimo de lo que se llama en matemáticas o física, “invariantes”. Si no hay invariantes, se desmorona. Hablamos de nuevo ayer en una asamblea general, en el comité de acogida del club, planteando preguntas muy concretas: “¿cómo funciona la secretaria del club?, por ejemplo. Pero cuando se habla de eso todo el mundo se calla: pasividad completa, una especie de resistencia.
La secretaría del club es muy importante, es un modo de implementación de invariantes. Una estructura necesita bordes, leyes, entrecruzamientos bien precisos, nudos de relaciones que se sostengan, de lo contrario se suelta. La secretaría del club puede justamente poner en marcha estos contratos, estas relaciones, estos entrecruzamientos.
La secretaría del club debe incluir un presidente, varios vicepresidentes, varios responsables de sector, un secretario y secretarios adjuntos (hay muchos aquí), un tesorero y un tesorero adjunto, etc... más los representantes de cada uno de los carteles (los grupos de los talleres), un representante para discutir el presupuesto... También es muy importante la relación del club con el comité hospitalario en el plano jurídico. Por ejemplo, qué hacer cuando se reciben donaciones del exterior, ¡a veces pasa! Es necesario un presupuesto previsional: para la salida, para comprar material o distribuir los presupuestos parciales en los talleres, etc... Si los puntos de referencia están lo suficientemente articulados, una estructura tal puede gestionar alguna cosa; eso requiere la participación de al menos veinte personas que al mismo tiempo harán militancia al interior para atraer a gente, para decirles “Vamos, hagamos esto…” En la actualidad, aquí, la secretaría del club es más bien deficiente, reducida a algunos miembros del personal. Entonces me dijeron: “Sí, funciona, pero por lo demás, funciona por la transversalidad“. No estoy en contra de la transversalidad pero primero debe haber una estructura, de lo contrario es simplemente amiguismo... La transversalidad no es una causa, es un efecto de algo que existe ya en el plano de una gestión colectiva. La gestión colectiva necesita así mismo la existencia de pequeños grupos, que tengan responsabilidades y que reflexionen para organizar las cosas. También requiere el reparto. Es por eso que, de vez en cuando, me recuerda la frase de Píndaro: “Reparto es nuestro maestro en todo” Aún es necesario saber cómo repartir... Repartir no es compartimentar. La dificultad consiste en definir los invariantes. Debido a que los invariantes son los que van a mantener la distintividad, la heterogeneidad... Estas, en el fondo, son las palabras de Tosquelles. Para que haya heterogeneidad, es necesario que haya puntos que permitan mantener la diferencia de uno a otro.
La distintividad, es decir, el respeto a la singularidad de cada uno es difícil de mantener. Debe marcarse en la manera de gestionar los intercambios. “Intercambios” es una palabra amplia. Podemos decir que se ponen en juego contratos. Pero para que haya un contrato, debe haber una inscripción de algo y para la inscripción, debe haber un inscriptor, “un escriba”, en palabras de Michel Balat. Un escriba no es necesariamente una persona, puede ser una estructura. Por ejemplo, debemos hacer un taller de cine-video, hace más de un año se ha decidido. Muy pronto vimos que se iniciaron los trabajos, hay un montón de videos aquí, conservados por más de 40 años, con equipos electrónicos. Y con la misma rapidez se dejó de lado por completo. Si no tenemos cuidado, no habrá más nada. Así que a veces nos preguntamos, “¿Dónde está eso?”, y eso está en ninguna parte. Hay personas que habían empezado a hacerlo, pero se han ido, afortunadamente, ¡porque los pensionarios lo hacen mucho mejor! Pero los pensionarios que se ocupaban de eso se han ido, afortunadamente para ellos. Vuelven de vez en cuando, también, preguntando: “¿Y dónde está eso?” Siempre está en ninguna parte. Entre el personal, nadie se ocupó lo suficiente. Pero espero que eso vaya a hacerse. Kilómetros y kilómetros de vídeo...
Podría hacerse una videoteca de lo ocurrido en La Borde hace 20 o 30 años. Podría hacerse un taller de historia de La Borde. Hay actualmente una carencia, una destrucción de la historia concreta, como en todas partes. Para tratar de mantener algo, es posible ver estas películas, cambiar los formatos, etc ... Sin embargo, no se hace nada, aunque, ¡eso le interesa a todo el mundo! Pero algunos ex pacientes regresan. Hay uno, entre otros, que regresó por razones complejas, después de un accidente de coche. Él estaba aquí hacía 35 años, y en ese momento fue presidente del club. Tiene una memoria extraordinaria, y recuerda lo que pasaba en ese momento... Los lugares, las responsabilidades... Tanto es así que algunos ancianos que quedan se reunieron, y ahora están haciendo un taller de Memoria. Ellos cuentan cosas, simplemente, y se las registra.
En el taller de Memoria escuchamos que hace 30 años se estaban haciendo cosas que son mucho más avanzadas que lo que se hace actualmente. Aquí vemos que un invariante no es la abstracción. Y hay muchos invariantes que faltan. Para plantear un invariante, es necesario estar ahí, escuchar, estar disponible, estar atentos a lo que está sucediendo y registrar... Por ejemplo, un invariante: el taller de memoria. Se trata de un taller terapéutico, como se suele decir. Eso ha permitido a este tipo, que estaba confundido, ser muy claro algunos días. Se recuperó de golpe, reencontrando los espacios, los recuerdos. Es parte de una dimensión terapéutica para él y para todo el mundo al mismo tiempo, porque otras personas llegaron para participar.
Hice una presentación a Nancy en 1974 sobre los límites, en relación con el club. Decía que no se debe confundir el límite con los mojones. El límite es inalcanzable. Los mojones, pueden ser desplazados prácticamente, concretamente. Es por eso que a veces se dice: “No hay que traspasar los mojones, ¡comienza a andar bien!” El desplazamiento de los mojones hasta el límite está relacionado con la calidad de los intercambios, de los contratos, de la estructura. Los puntos y los invariantes son correlatos de la ley. Los mojones y el límite... Esto hace referencia, de una manera de hecho lejana, a una teoría matemática de las cuadrículas, espacios borneados. Por ejemplo, el máximo común divisor o mínimo común múltiplo. Es también el problema de la cuadratura del círculo. Vamos a multiplicar los lados de un polígono inscrito, ¡y llegará el momento en donde eso va a hacer un círculo! Sólo que eso nunca se hace un círculo, es un infinito, nunca se llega al límite.
Leibniz habla de los infinitesimales y del cálculo integral. El límite es lo inaccesible y es por eso que es muy importante. Sin embargo, un límite se puede mover en función de la calidad del conjunto. Si el club funciona bien, hay efectos sobre el narcisismo originario de las personas. El narcisismo originario regula la relación entre la persona y el entorno. El entorno, no es cualquier cosa.
Ahora bien, los entornos pueden trabajarse, localmente. Es por eso que he dicho hace mucho tiempo que la atmósfera, el ambiente, es un caso particular, un derivado de la noción de Gran Otro. En lo que digo sobre el club, hay significante, lo espero, que debería inscribirse. Hay una “función escriba” que debería inscribir algo sobre una superficie que no es neutral. ¿Qué es entonces la atmósfera? La atmósfera es la manifestación de una estructura, de una inscripción estratégica. ¡Esto es “política”! Para poner en lugar algo, se debe hacer una estrategia analítica, estrategia en el modo político.
Analítico quiere decir: “Dar cuenta de la transferencia”. El club no tiene sentido más que si se tiene en cuenta su finalidad: responsabilizar a las personas, establecer líneas para compartir, etc... pero eso se deteriora sin detenerse.
Es por eso que retomo los términos de Sartre diciendo que, en una colectividad, siempre hay que luchar contra lo “práctico-inerte” y mantener un “proceso dialéctico”. Estar siempre allí, alimentando el fuego. Es lo que Tosquelles decía muy bien: se requiere un ambiente vivo y eso se nutre con sentimientos, con palabras, con las personas que están allí, de lo contrario se atrofia. Esto no se hace de una vez por todas. El narcisismo originario no es algo en sí. Está en relación permanente con lo que está pasando alrededor, como los órganos a nivel fisiológico. Los órganos, si no funcionan, si no hay intercambios, se atrofian.
Hacíamos el mismo razonamiento sobre el preconsciente. El preconsciente es una instancia. Freud lo define bien, es el lugar de “Wortvorstellungen”, de las representaciones palabras. Para acercarse a esta imagen: en un bar, se escribe, hay conversaciones, la gente que entra, hay pedazos de frases, un montón de cosas que están pasando, hay un ambiente con palabras, frases, y luego no escuchamos más. Escribimos como si no escucháramos más, eso no impide que haya cosas que se inscriben de eso que se dice alrededor. Eso se inscribe, y no de cualquier manera. Por ejemplo, un sujeto A y un sujeto B no registrarán los mismos pedazos de frases. Hay una especie de criba personal, una especie de filtro. Decía que es una especie de “criba fonológica” (es una expresión en fonología, muy desarrollada por Trubetzkoi cuando habla sobre el aprendizaje de lenguas extranjeras).
Es una criba de ese orden, muy personal, la que cada uno debe tener en un ambiente y no son las mismas cosas las que se inscriben para cada quien. Freud, a propósito de los sueños, hablando de los “eventos del día”, estos eventos suelen ser depositarios de palabras, de sílabas, frases. No sabemos de dónde salen pero pueden resurgir durante el sueño cuando hay una especie interferencia de filtros. Los acontecimientos de la víspera se han acumulado en el preconsciente. En los experimentos de privación sensorial (sobre lo negro, el silencio) después de 8 a 15 días, la gente ya no tiene noción del tiempo, están desorientados, es como si hubiesen tenido una atrofia de alguna cosa.
Así que para que eso pueda funcionar, se debe estar en un medio donde haya vida. Es como si se pudiese recaer en una “atrofia del preconsciente”. En un “sector de agitados” eso debe marcarse así... en una celda... esto debe hacer cosas terribles. Eso es el preconsciente, por lo que es más fácil de comprender, pero a nivel inconsciente, debe ser el mismo problema. El narcisismo originario es un sistema de filtros y de inscripciones. Se establece todo un metabolismo. Es un sistema que no está cerrado.
Sobre el plano físico, lo que está más cerca es tal vez lo que Prigogine llama “estructuras disipativas”, es decir, sistemas abiertos que están en un estado de equilibrio ...
Abiertos, es decir, que circulan entre el interior y el afuera, pero no impiden que se produzca un equilibrio estable, lejos del punto termodinámico. Freud no había visto eso a principios de siglo. Dado que los sistemas de equilibrio, para los físicos de principios del siglo, eran sistemas cerrados. Tomarlos por modelos conllevaba dificultades metapsicológicas (el principio del placer, el principio de la constancia...) Lo propio de la vida es constituir sistemas abiertos. Es el movimiento el que hace el equilibrio. El equilibrio no es estático. Una cosa muerta no está en equilibrio. ¡No hay que confundir el equilibrio con una cosa muerta! Podemos decir que el narcisismo originario es una estructura abierta que sólo funciona si hay un entorno, de ahí las experiencias clásicas del “Hospitalismo” de Spitz, retomado por Merleau-Ponty...
Con el Hospitalismo, vemos bien que si hay una privación sensorial, una privación de sonrisas, una privación de palabras, una privación de calor, una privación de sonidos familiares; se está jodido, eso conduce a una atrofia. Para que lo colectivo no se atrofie y, en consecuencia, la vida de cada uno no se atrofie, se necesita un cierto número de personas sobre lo que eso pueda reposar.
Ellos mismos deben ser capaces de pescar eso. Lo importante no es simplemente ser tutor, sino saber en qué grado de investimiento, de identificación o de transferencia se está en la jornada; y con quién. Ahí es donde se encuentra el problema de la constelación, etc... Si no hay ningún club, no se puede re-trabajar eso. El club es el encuentro de los orígenes de cada uno, es decir las cosas, incluso ignoradas, pero que están ahí. Hay gente que no tiene “lugar de origen”, o lo cortan, que no tiene pasado, ni historia, que no quiere saber nada pensando que es infantil. En ese momento, no pueden tener “contacto”, en el sentido de la palabra Szondi.
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