En el 2009, comenzaba en Estrasburgo el seminario “La balada de los inocentes”, sostenido a dos voces por Roland Léthier y Sonia Weber. A partir de cuestiones clínicas muy concretas, encontradas en su práctica analítica con” jóvenes en los márgenes” o en situación de acogida, consumidores de droga, presos y otros sujetos en situación de ruptura, se trataba de intentar pensar los problemas abriendo “un campo poco propicio para la jardinería con las herramientas del psicoanálisis”.
Sin embargo, estas herramientas, porque resultan inútiles, se vuelven utilizables en razón de aquello que no logran alcanzar. De cierta manera, las manifestaciones de la ruptura descubren regiones desconocidas para quienes se dedican a medir el inconsciente.
Su impotencia teórica y práctica los vuelve inocentes, incompetentes, fastidiados y fastidiosos. Estas características favorecen un acercamiento con esos otros inocentes que son aquellos que la ruptura habita.
Roland Léthier en Mensurar lo inhabitable.
Las páginas que leerán a continuación son las notas, apuntes del seminario, que sirvieron de base a presentaciones orales, seguidas luego por intercambios. Estas notas están fechadas, y se dejaron sin modificar lo sustancial, de manera de que las discusiones puedan seguir diez años después.
“La violencia pone a trabajar a toda cultura, es decir, provoca a toda cultura a su propia enunciación en el trabajo de su elaboración”
(Patrick Baudry).
Acusamos recibo de los interrogantes que plantea la violencia destructiva de los jóvenes, que destroza no sólo a su autor, sino también a su entorno.
Ella socava las instituciones que intentan contenerlos: la familia, la escuela, el hogar, la justicia.... ¿Se trata de un nuevo malestar en la cultura?
Estos pibes que están fuera de los muros, fuera de las normas, fuera de los marcos, fuera de toda la nosografía establecida, ¿cómo llegar a ellos, para fabricar qué?
Son como “inocentes”, ladrones, mentirosos, traficantes, fugitivos.
“Viajeros sin equipaje, sin patria, sin itinerarios, que ignoran a tal punto su estatuto de extranjeros, que no se sienten nunca inoportunos, nunca responsables, nunca insignificantes.”2
Ellos destruyen todo, y nos empujan a revisitar un gran número de nuestros conceptos psicoanalíticos, sobre todo si queremos escuchar algo, ahí donde la palabra a menudo ha desertado de la escena o no está ligada al cuerpo.
¿Y de qué cuerpo hablamos? Cuerpos despedazados, a menudo insensibles, sin envoltura individual, tomados en una erótica salvaje.
¿Cómo sobreviven estos seres, tan poco hablantes y tan afectados?
¿Y qué sucede con la relación con la imagen y por lo tanto con la constitución subjetiva cuando el espejo se volatilizó, o desapareció, no advino nunca?
¿Y la relación con los otros, con el semejante?¿Y con el Otro?...
A partir de estas preguntas y de las que surgirán en el curso del recorrido, revisitaremos los textos, en particular de Freud y Lacan, para encontrar en qué pueden ayudarnos a pensar hoy las cuestiones que nos plantean “estos inocentes”.
Confrontados al hecho de que aquellos con quienes tratamos nos arrastran a regiones desconocidas para los surcadores del inconsciente, intentaremos, visitando a los artistas, a los sociólogos, …avanzar en una elaboración que nos permita inventar otras socialidades y fabricar un suelo para los desuelados.
Sonia Weber, Roland Léthier..
septiembre 2009.
“Al río que todo lo arranca lo llaman violento, pero nadie llama violento al lecho que lo oprime”.
B. Brecht.
¿Discurso sobre la violencia?
Hacer de la violencia una pregunta y no un problema a resolver desde el vamos.
Acompañar a los jóvenes en dificultades con la violencia: ¿Qué marco elegir, inventar?
-En un cuestionamiento de largo aliento relativo a la violencia, a las violencias individuales e institucionales. Para eliminar el enigma que representa la violencia no basta con saber “que la violencia se encuentra en el seno de la vida, que no hay vida sin violencia... O, que sus orígenes se pueden rastrear en experiencias primitivas de relación con el entorno y en aquellas que el sujeto mantiene con su vida pulsional” (F. Marty), no basta saber que la violencia acompaña a la humanidad y lo seguirá haciendo, salvo si se erradica lo humano. ¿Cómo pensar las masacres?[3] ¿Cómo puede un niño comprender la violencia de sus padres? ¿Cómo entender, o más bien recibir, la violencia de los niños o de los adolescentes de quienes vamos a hablar? Algo escapa a nuestro entendimiento. La violencia tiene que ver con lo real, lo impensable, pero también con lo indecible. Las palabras escapan, al menos parcialmente, para explicarlo, y dejan al sujeto en un (lugar) imposible de simbolizar, de transmitir, de olvidar.
-En encuentros con jóvenes o no tan jóvenes tomados por la violencia individual sufrida o actuada, desde la práctica del psicobox, es decir desde una escucha del cuerpo en movimiento, implicado en un combate.
-En encuentros y en un trabajo regular con equipos educativos de diferentes hogares.
-Finalmente, en el encuentro con Roland Léthier hace algunos años. Desde entonces, «charlamos» regularmente a propósito de lo que hoy nos convoca. Charlamos y patinamos en zonas turbias y pantanosas, inestables, hacia las cuales nos conducen estos jóvenes - que llamaremos en este caso “inocentes” - jóvenes en situación de una gran ruptura: jóvenes sin bordes, ni marcos, ni instituciones, ni nosografías... Jóvenes llamados a menudo “violentos”, que ponen en jaque nuestras instituciones, nuestra idea de educación, nuestras referencias teóricas habituales y nos desplazan de todo saber, de toda pretensión de manejar cualquier problema. Jóvenes hacia los cuales tenemos que acercarnos si queremos encontrarlos, antes de traerlos de regreso ¿(pero, es realmente necesario) o no? hacia aguas más calmas o quizá incluso, sobre tierra firme.
Les proponemos entonces deambular y embarrarse con nosotros.
“Patauger (patinar)4:
patinar en un terreno empapado, caminar con dificultad: empantanarse; enredarse en algo, hundirse. Estar enredado hasta el punto de patinar, de no poder seguir adelante.”
“No llegar a liberarse de una situación difícil”5
Me parece que frente a los interrogantes que estos jóvenes “inocentes” suponen para todas las instituciones, jóvenes que son también ladrones, mentirosos, a veces violentos, tóxicos precoces, lo que importa es poder patinar, enredarse y aceptar no saber para poder ver ”lo”/ saber “lo”6. Como escribe Patrick Baudry7 conviene más bien “dudar de la literatura sobre “la”violencia y constituir un punto de vista capaz de conectar varios fenómenos aparentemente disociados.” “Hablar de violencia sin tomarse un momento para preguntarse sobre el sentido de las palabras que usamos, sin considerar la construcción que se hace siempre desde un punto de vista desde el cual son “esos actos” que encasillamos “naturalmente” en la categoría de violencia, como si se tratara de un registro particular, es decir, sin preguntarse qué es lo que legitima la producción o manejo de esta categoría, es contribuir a reproducir el discurso del miedo.”8
No saber. Soportar no tener puntos de referencias simbolizantes. Soportar que algunos conceptos psicoanalíticos, si bien constituyen pilares de nuestras concepciones del funcionamiento psíquico, hoy están en crisis y deben ser revisitados, desempolvados e incluso abandonados porque ya no nos permiten abordar las cuestiones que el presente nos plantea (nuevas subjetividades, nuevos modos de subjetivación). Soportar no saber “concretamente” actuar con ellos y soportar que haga falta intentar, inventar, improvisar... pero entre varios.
No buscar patologizar inmediatamente tampoco, e incluso, no patologizar para nada en este caso. Patologizar es volver a las explicaciones causales, a la historia infantil y a los conceptos tradicionales (Edipo, fusión con la madre, no tolerar la frustración...). Por supuesto que hay una historia familiar, muchos de esos niños fueron fuertemente maltratados. Sin embargo, este enfoque es muy simplista y deja de lado lo que se dice y lo que se hace con ello. Patologizar los comportamientos exonera a lo social de su parte de responsabilidad. Finalmente, patologizar es necesariamente volver a la norma, a lo normal y a lo patológico, a lo moral... Y lo patológico debe ser curado, tratado, suprimido, al precio muchas veces de ser silenciado. “(...) las lógicas del poder también están en funcionamiento en todas las prácticas asistenciales que pretenden lidiar con la violencia en tanto una patología de la agresividad. (...) Las peores prácticas comportamentales se venden por su eficacia, a partir de un modo de razonamiento que seduce a más de un gestor de lo humano.”9
En una entrevista, transcrita e intitulada “Temblor bajo la casa de Freud”10, Jean Allouch dice: “Occidente sufre hoy una ola de moralización de la cual no estoy seguro que exista ningún precedente, en cuanto a su imposición, en cuanto a su pesadez, (leer Ovidio o Marcial, ver cuál era la libertad de las costumbres que ellos testifican). Se sueña aquí, con lo que era Francia bajo el gobierno del mariscal Pétain. Y la actual lucha contra el terrorismo añadió un esfuerzo suplementario. Es una experiencia bien extraña ver una sociedad, la nuestra, precipitarse directamente en el muro de esta moralización a ultranza. Sin duda, Michel Foucault, queda como el mejor analista (él decía “ arqueólogo”). “Biopolítico”, “biopoder” son términos claves, y designan hechos nuevos, una carta nueva. Ahora bien, para mi estupefacción y la de algunos otros, ciertos psicoanalistas contribuyen a eso, alimentando con su pretendido saber psicoanalítico lo que es necesario denominar las fuerzas del orden social. Imaginémonos que los psicoanalistas en su conjunto se precipitan en esta trampa tendida al psicoanálisis, en este llamado a un “súper ego cultural” (Freud lo llamaba así, asegurando que semejante instancia existe y estoy de acuerdo con él): simplemente sería el final del psicoanálisis, fin de Freud, fin de Lacan. Finalizada (puesto que no es en ellos mismos que ellos importen), esta oportunidad ofrecida a la locura de hacerse oír y que se llamó “psicoanálisis”.
Me parece que esta observación es muy actual en lo que respecta a nuestro objeto, por cómo la cuestión de la violencia, tal como es abordada hoy en día, reintroduce el tema de la moral, del marco, de la conformidad, antes incluso de buscar escuchar lo que podría tener para decirnos. Seguro que los jóvenes que nos preocupan plantean la cuestión fundamental del socius, del vivir en conjunto y de la comunidad. Y entonces entre ellos, todavía jóvenes, “adolescentes, creciendo”, la cuestión de la educación es duramente cuestionada.[11]
¿Qué marco elegir? ¿Inventar? Para ellos, con ellos. El recordatorio del encuadre es ahora predominante en todos los discursos: establecer un encuadre, mantener el marco, hacer cumplir el marco ... el cual sería seguro, ¿por definición? ¿para cualquier niño? ¿el mismo para todos? ¿Sea autista, psicótico, violento hiperactivo o peor “normal”? Pero ¿de qué marco estamos hablando? ¿Para quién? ¿Para qué/ por qué?
En una de nuestras charlas con Roland, la imagen de un educador o de un psicólogo “CULBUTO”12 se me vino a la mente e hicimos también un” Elogio de la blandura”. Blandura13 -aligerar las palabras- atiborrar las palabras -dar cuerpo a las palabras, corporizarlas, newtonizarlas, familiarizarlas con palabras, con mitos... materialidad de la palabrapalabralidad (moterialité). Pero la blandura tiene mala prensa hoy en día: lo blando es inasible. Preferimos los muros, el marco, tanto más rígido cuanto que los jóvenes lo maltratan. Competencia en donde los más fuertes no son quienes creemos. Lo cierto es que los equipos necesitan un marco, sobre todo porque se pierden ante estos jóvenes que están todo el tiempo “fuera de marco”. Un marco es un borde rígido que limita una superficie en la que se coloca una pintura, una obra de arte. La idea principal es la de una delimitación, una frontera que proteja y potencie.14 Orillas, bordes. El psicoanálisis es una clínica de los bordes.
Los discursos sobre el marco conservan principalmente la rigidez, el límite (diferente de la frontera), confundiendo el marco y la regulación, la frontera y el límite que no se debe cruzar. Si el reglamento interior es común a todos, los administradores deberían poder ser individuales, elegidos caso por caso, especialmente para cada joven y que se modificaran si fuera necesario en función de las circunstancias a fin de proteger mejor al joven y darle un lugar. El marco que elijamos, por lo tanto, depende del objeto a enmarcar y del lugar donde se desarrollará. Es una operación que hay que actualizar cada vez en diferentes momentos del trayecto. Salvo que pensemos el marco como un lecho de Procusto, que es hoy en día el significado más frecuente o incluso el único significado del marco. Procusto (del griego Prokroustês, “el que se arroja”, “que se estira con violencia”) es un personaje secundario de la mitología griega. Hijo de Poseidón, es un ladrón del Ática que captura a sus víctimas y las hace acostarse en una cama: si son más grandes que la cama, corta los extremos que sobresalen; si son más pequeños, martillea las piernas hasta que se estiran. Por lo tanto, un lecho de Procusto significa: un marco restrictivo y homogeneizante, reglas que son demasiado estrictas o demasiado tiránicas, un enfoque reductivo de las cosas.
Marcar, Enmarcar, Re-enmarcar. A veces, es más difícil enmarcar a estos jóvenes sobre todo porque ellos rechazan estos marcos que les imponemos. Así que los excluimos, a menos que sean ellos los que ya nos hayan excluido... Quise fabricar otra espacialización del marco: ¿por qué no un globo lleno de harina? Una envoltura blanda, maleable, deformable. Envoltura contenedora, el marco como un contenedor, que se adapta de acuerdo con las tensiones, se deforma, se transforma hasta un cierto punto. Que bordea y que, como el culbuto, acoge los desbordamientos con flexibilidad.
Volviendo a los orígenes de este seminario y a las cuestiones que lo sustentan, lo que nos llamó la atención no fue el tema de la violencia como tal, sino las nuevas formas en que aparece y una serie de signos que la acompañan. No es seguro que haya más violencia hoy y parece que es más bien todo lo contrario, volveré sobre esto. Pero cuando se trata de los jóvenes que nos preocupan, las modalidades violentas pueden ya no ser las mismas: “¡Ya no son violentos como antes!” “No pelean como solían hacerlo”, dicen los educadores experimentados. ¡Incluso la forma de luchar cambia![15]
“Antes” (con todas las reescrituras que se asocian a la fabricación de la historia), “antes se peleaba más fuerte, había más peleas, pero cuando terminaba podíamos hablar de eso más fácilmente, teníamos a alguien al frente , podíamos sancionar...”. No parecía explotar de la misma manera. “Podíamos ver cómo aumentaban las tensiones. Hoy estamos alertas todo el tiempo, hay constantemente electricidad en el aire y no sabemos qué desencadenará un enfrentamiento, especialmente en los niños pequeños”. “Hace 20 años teníamos grupos de 20, no era fácil, pero podíamos contenerlos; ahora tenemos 6 u 8 y no podemos hacerlo. A menudo no vemos venir nada, explota una discusión por nada y se propaga como un incendio forestal”. Liquidez, para retomar un término de Z. Bauman , por oposición a la consistencia.
El vocabulario habitual de profesionales y jóvenes para dar cuenta de lo que está pasando es bastante sucinto: “explota”, “enloquece”, “pierde la cabeza”, “tiene una crisis”. Es repentino, aparece, como una explosión volcánica, toma a todos por sorpresa, por una palabra, la más mínima mirada... Y puede suceder en cualquier momento, sin una señal de advertencia clara, lo que debilita el espacio y expone a todos los implicados. De ahí una llamada aún más imperativa al marco, a aferrarse a algo cuando los adultos ya no entienden nada y pierden la mano. ¡Pero la sismología podría ayudarnos a detectar movimientos subterráneos y signos subyacentes, presagios de una catástrofe!
Muchos de los jóvenes que nos preocupan están permanentemente a flor de piel, como víctimas despellejadas vivas o quemadas: un afloramiento menor los hace reaccionar a la defensiva. Tendremos que volver a la cuestión del sobre y la carta, así como la de la quema de lo Real.
Finalmente otro punto (probablemente se agregarán otros), es el borrado, el zapping. “Explota”, “enloquece”, la mayoría de las veces con mucho sufrimiento; pero cuando se detiene, muy a menudo, para el joven no ha pasado nada. Y tiene razón. No es solo que no pueda decir nada al respecto, sino que en realidad no le ha pasado nada y allí, las nociones de olvido, negación o negativa a asumir sus acciones son ineficaces o en gran medida insuficientes para dar cuenta de lo que está en juego. No pasó nada porque no hay rastro, no hay registro, de ahí la gran dificultad de “volver” al evento para los educadores. Están hablando con una pared, o alguien a quien se le contaría algo que no le concierne y de lo que no es consciente. ¿Cómo permitir un anclaje[16]?
Y el joven parte, “yo parte, p-a-r-t-E”17 dice, “me las tomo”. Esta experiencia sin referencia del yo que se va, se abre al descubrimiento de una nueva área de la clínica psicoanalítica, nos dirá Roland Léthier. Estos elementos parecen relativamente nuevos, se están generalizando y probablemente no sean ajenos al contexto social en el que se manifiestan.18 En «Malestar en la cultura»19, Freud escribe: “El hombre se vuelve neurótico porque no puede soportar el grado de renuncia exigido por la sociedad en nombre de su ideal cultural”. Vincula los síntomas neuróticos con el contexto social. No me parece absurdo cuestionar la violencia actual y sus nuevas manifestaciones como si tuvieran que ver con mutaciones sociales, el lugar del cuerpo en nuestras sociedades, la cuestión de la relación con «el Otre» (usamos este escrito «otre» que es un neologismo porque en esta etapa del desarrollo, no es posible distinguir «autre» y «Autre”). Me parece necesario tener en cuenta lo social en este problema para escuchar algo de eso en la clínica y por tanto no caer en una patologización abusiva de dichas conductas y en la normalización que resulta de ello. Estos jóvenes nos ofrecen nuestra cultura en bandeja. Esta violencia puede permitirnos reexaminar nuestros valores sociales, especialmente porque lo que importa tanto, si no más que los llamados comportamientos violentos, son los discursos a menudo performativos, sobre y alrededor de la violencia, que constituyen el objeto mismo de la violencia. Dependiendo de cómo hablemos de un evento, se dirá que es violento o no. Lo que se dice que es violento es violento. “¿No es en la inquietud frente a la violencia que una sociedad reflexiona sobre sí misma, que un mundo que sabe que es su propio producto se pregunta qué le sucede?20 El nivel de violencia o, para nosotros, más bien, el de los discursos sobre la violencia, cuestiona el estado de nuestras sociedades, es decir, nuestra convivencia.
Por lo tanto, los invito a un pequeño desvío hacia algunos elementos sociológicos. Pero también políticos en el sentido en que Bertrand Piret lo entiende (a propósito de los problemas de los migrantes y de los refugiados) “Es imposible -dice- hablar de estas cosas -cultura, comunidad, convivencia-, es decir, de la dimensión social de lo humano, sin tomar posiciones de carácter político. No sólo en términos políticos sino en el lugar donde la primera función del campo político es hacer posible y pacífica la vida social. Política cuando tenemos que lidiar con el daño subjetivo que las instituciones no dejan de causar cuando evaden su función simbólica o peor aún, cuando la pervierten”. Hacer de la violencia una pregunta y no un problema a resolver -o incluso a erradicar- es en sí mismo un acto político, cuando todos se apresuran a dar respuestas contra la violencia, en lugar de escuchar las preguntas que podría estarnos haciendo. Una vez más, con Patrick Baudry consideramos que “la violencia es inherente a las sociedades”, que “es una dimensión constitutiva de las relaciones humanas” y que “toda cultura tiene la tarea esencial de desarrollar una relación con la violencia” en lugar de negarla. “La pacificación por la cual se quiere evitar la violencia o su consideración en la construcción de las relaciones sociales, bien puede ser la sobre violencia (S.Tomkiewicz): es decir, la violencia que no sólo no se afirma como tal sino que está adornada con la autoridad de la ley o la norma”. “Los enfoques meramente reactivos que generosamente nos ofrecen grandes ahorros de pensamiento, generalmente solo lo extienden por otros medios”.21
Volviendo a “Malestar en la cultura”, Freud pregunta: “¿Por qué es tan difícil para los hombres llegar a ser felices?” Para Freud, el sufrimiento humano proviene de tres fuentes:
1) el poder abrumador de la naturaleza que debe ser domesticado y domado;
2) la descomposición de nuestro propio cuerpo expuesto a la enfermedad, el envejecimiento y la muerte;
y 3) la insuficiencia de las medidas para regular las relaciones de los hombres entre sí, ya sea en el seno de la familia o en la sociedad. La vida en común sólo es posible cuando una pluralidad logra formar una agrupación más poderosa que cada uno de sus miembros, y mantener una fuerte cohesión más allá de cada individuo tomado en particular. Cuando el poder colectivo sustituye la fuerza individual, la civilización está dando un paso decisivo... El siguiente requisito cultural es el de justicia, la seguridad de que el orden jurídico ahora establecido nunca será violado en beneficio de un individuo. “Una buena cantidad de luchas dentro de la humanidad están comprometidas y concentradas en torno a una sola tarea: encontrar un equilibrio apropiado, por lo tanto, es probable que asegure la felicidad de todos entre estas demandas del individuo y las demandas culturales de la comunidad”.
En su respuesta a Einstein de septiembre de 1932 a la pregunta “¿Por qué la guerra?” Freud trata de indicar cómo se puede pensar el problema de las guerras desde un punto de vista psicológico. “¿Me atrevería a reemplazar la palabra poder por la más cruda y dura de violencia?“. “Hoy, la ley y la violencia son a nuestros ojos contradictorias. Es fácil demostrar que una se desarrolló a partir de la otra... un camino que ha llevado de la violencia a la ley. La ley es la fuerza de una comunidad. Es siempre una violencia dispuesta a volverse contra cualquier individuo que se oponga a ella, opera por los mismos medios, persigue los mismos objetivos. La única diferencia real es que ya no es la violencia de un individuo lo que se impone, sino la de una comunidad». “Todavía tiene que haber una comunidad estable y sostenible... Pero un estado de equilibrio es concebible sólo en teoría: las desigualdades, la injusticia lo socavan”. Y la violencia resurge entonces, cuando ya no se sostiene. “Es necesario garantizar la cohesión de una comunidad, a través de la violencia estatal y los lazos emocionales entre los miembros”. ¿Qué pasa con estos puntos planteados por Freud en la era de la globalización? ¿Qué pasa con la relación entre la ley, el poder y la violencia hoy en día cuando la violencia estatal, la violencia de las políticas económicas, las políticas migratorias están aumentando? La violencia legal ciertamente, pero rutinaria, normalizada y por lo tanto negada, pasada por alto en silencio a pesar de su terrible poder destructivo y sus efectos devastadores sobre la subjetividad de los individuos (vidas suspendidas, vigilancia social, etc.). Violencia que no sólo no se afirma como tal, sino que sigue adornada de autoridad de la ley o de norma y de estadísticas.
“Al río que todo lo arranca lo llaman violento, pero nadie llama violento al lecho que lo oprime”. B. Brecht.
Lo que el presente impone -y la intrusión de la realidad en lo simbólico- no puede ser asumido sólo sobre la base de problemas individuales y subjetividades particulares. Precarización generalizada, mercantilización del hombre por el hombre, proletarización de los consumidores: el odio no está lejos, es transmitido por muchas de nuestras instituciones. La nueva gobernanza, la gestión gerencial de las instituciones sociales y sanitarias, los protocolos permiten ocultar los efectos y es difícil darse cuenta de en qué participa cada uno, a pesar de sí mismo eventualmente22. Pero el odio social no es nuevo. Hoy, sin embargo, está explotando de manera difusa. Probablemente por miedo. En “Los Escritos Técnicos de Freud”, Lacan, en su sesión del 3 de junio de 1954, introdujo las tres pasiones fundamentales. “En la unión entre lo simbólico y lo imaginario, esa ruptura, esa arista que se llama el amor; en la unión entre lo imaginario y lo real, el odio; en la unión entre lo real y lo simbólico, la ignorancia”. Sobre el tema del odio, continúa (7 de julio de 54): “Sin la palabra, en tanto ella afirma el ser, sólo hay Verliebtheit, fascinación imaginaria, pero no amor. (...) Con el odio sucede lo mismo. Existe una dimensión imaginaria del odio pues la destrucción del otro es un polo de la estructura misma de la relación intersubjetiva. (...) En este sentido el odio, como el amor, es una carrera sin fin”. Y sigue: “(...) los sujetos no tienen que asumir la vivencia del odio en lo que éste puede tener de más ardiente. ¿Por qué? Porque ya de sobra somos una civilización del odio. ¿Acaso no está ya bien desbrozada entre nosotros la pista de la carrera de la destrucción? (...) El odio en nuestro discurso cotidiano se reviste de muchos pretextos, encuentra racionalizaciones sumamente fáciles. Tal vez sea este estado de floculación difusa del odio el que satura, en nosotros, la llamada a la destrucción del ser. Como si la objetivación del ser humano en nuestra civilización correspondiera exactamente a lo que- en la estructura del ego- es el polo del odio.”23
En su libro “El horror económico”24 Viviane Forest habla de la violencia de la calma, “violencia tal, tan efectiva que pasa desapercibida. Lograr la indiferencia general hacia un sistema es una victoria mayor que cualquier adhesión parcial. Es en verdad la indiferencia la que permite la adhesión masiva a ciertos regímenes. No es tanto la situación lo que pone en peligro sino precisamente nuestra ciega aquiescencia, la resignación general a lo que se da en bloque como inevitable”. ¿Dónde grita, protesta, se rebela? ¿Dónde puede seguir gritando, protestando, rebelándose? ¿dónde podemos seguir luchando, tirándonos de los pelos, siendo infelices? ¿No están estos niños que nos mandan al carajo buscando despertarnos, o al menos que podamos escuchar sus actos intencionales o no? ¿Escuchar lo que recibimos como explosiones ruidosas como un llamado a reaccionar?
Hablar de violencia es un ejercicio complicado. Un tema general que invade nuestros periódicos, nuestras pantallas, nuestra vida cotidiana y guía nuestras políticas aún más a medida que la política y el poder están cada vez más desarticulados. ¿Hay más violencia hoy? Las opiniones están divididas. Pero, ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de violencia? Si lo miramos más de cerca, cualquier acto de descontento, protesta, toda elevación de la voz, cualquier puerta que se cierre de golpe, pueden ser considerados violentos. Lo que aparece es una inflación al mismo tiempo que un aplanamiento del discurso. Independientemente del acto, es el discurso centrado en el acto, lo que se dirá al respecto, lo que hace que el acto sea violento o no. Lo que la historia nos enseña es la variabilidad de la definición de violencia a través de los siglos, la violencia como un hecho de la cultura, cuya calificación permanece abierta según los contextos culturales, sociales, históricos, políticos y judiciales. En realidad, un hecho no es a priori violento o no. La calificación depende de las convenciones sociales vigentes; estas convenciones se negocian en la vida cotidiana o en el ámbito político; establecen las condiciones bajo las cuales la violencia se entiende como tal. Cabe señalar que más allá de estas convenciones, la violencia percibida no es la misma según los grupos de referencia. Además, la violencia es primero descifrada como tal por una víctima o un observador que interpreta un hecho (parte subjetiva de quien habla de violencia). “La violencia nunca perdona a un sujeto, lo habita.”25
En 1912, Louis Pergaud publicó “La guerra de los botones”. En muchos sentidos, los enfrentamientos entre Longeverne y Velrans no están muy alejados de los conflictos suburbanos de hoy que regularmente aparecen en los titulares. Y podemos recordar que, durante la adaptación del libro al cine en 1961, los contemporáneos de Lebrac y su familia fueron las chaquetas negras, cuyas descripciones sacaron a relucir una llamada violencia gratuita: asaltos, violaciones en grupo, peleas con heridos o incluso muertos... En los años 60 y 70 la Guerra de los Botones podía ser objeto de trabajo escolar sin levantar el clamor de los padres ni la inspección académica. No es seguro que esto todavía sea posible. En mayo de 2009, Bertrand Rothé publicó “Lebrac 3 meses de prisión”, la guerra de los botones, versión 2009. Al final del primer capítulo, Lebrac está en prisión.
Hoy seguimos hablando de violencia, etiquetando todo como violento de una manera bastante indiferenciada y por lo tanto viviendo las cosas como tales. Ya no hay formas de “derrame” de la violencia o la agresividad apoyadas socialmente. Sin válvula de seguridad, la olla se agita. A pesar de la disminución de delitos y faltas graves, (lo que aumenta son la incivilidad, los insultos o las agresiones verbales) todo el mundo reconoce el aumento de la sensación de inseguridad. Para JCL Chesnais26, la historia de la violencia contradice el imaginario social. Estamos presenciando una disminución secular de la violencia criminal y, sin embargo, la sensación de inseguridad está creciendo. Nada es más profundo y subjetivo que este sentimiento de inseguridad, que se alimenta tanto del miedo a la agresión, a las limitaciones y exasperaciones de la vida moderna, como de un miedo al futuro o una angustia existencial difusa. En realidad, su vínculo con la violencia objetiva es muy tenue. El umbral de tolerancia a la violencia ha disminuido considerablemente. Aumento de la seguridad objetiva y, sin embargo, disminución de la seguridad subjetiva.
Esta es la famosa paradoja de Tocqueville: cuanto más disminuye un fenómeno desagradable, más insoportable se vuelve lo que queda de él.
Por lo tanto, la trampa consiste en equiparar un aumento de la sensación general de inseguridad con un agravamiento de la violencia real.
La sensación de inseguridad es un concepto que puede ser manipulado a voluntad. La política se alimenta de la inseguridad porque es la inseguridad la que le da autoridad y legitimidad.
Robert Castel27 y Zygmunt Bauman29, retoman los mismos temas. R. Castel: “Probablemente vivimos, al menos en los países desarrollados, en algunas de las sociedades más seguras que han existido. Sin embargo, en sociedades rodeadas y atravesadas por protecciones, las preocupaciones de seguridad siguen siendo omnipresentes. ¿Cómo podemos explicar esta paradoja? La sensación de inseguridad es en gran medida la otra cara de la moneda de una sociedad de seguridad (complejidad de los riesgos, nuevos riesgos, nuevas formas de sensibilidad a los riesgos...)”. Habla de una dimensión verdaderamente infinita de la aspiración a la seguridad. La aversión al riesgo engendra una búsqueda que se asemeja en algunos aspectos a los esfuerzos por llenar el barril de las Danaides. Bauman, por su parte, describe en detalle el cambio entre los temores basados en la apertura de las sociedades, una versión negativa de la globalización, que los gobiernos no controlan en absoluto, hacia objetivos alternativos. El miedo a un enemigo fantasma es todo lo que queda para que los políticos conserven el poder. “LA” violencia es un significante que también ocupa esta función.29
En 1913, cuando Freud redacta el final de “Tótem y Tabú”, escribe algunos pequeños textos destinados a personas cuya profesión y práctica pueden encontrar sostén en el psicoanálisis.30 El texto de Freud apunta a definir en qué algunas disciplinas conexas pueden tener interés en utilizar los conocimientos adquiridos por el psicoanálisis (de allí el título).
Freud elabora una larga lista de las ciencias que sacan provecho de los trabajos de su grupo. En primer lugar sitúa a la psicología, después siguen la ciencia del lenguaje, la filosofía, la biología, la historia de la evolución y la civilización, la estética, la sociología y la pedagogía.
El interés para los psicoanalistas, es que Freud, al mostrar los puntos de encuentro entre las disciplinas, define por el mismo hecho, los límites del campo del psicoanálisis, aportando también una importante contribución a la epistemología freudiana.
Nuestro seminario, titulado “La balada de los inocentes”, se dirige prioritariamente a las personas que se disponen a bordear, a frecuentar, a intervenir en relación a aquellos que hemos llamado “los inocentes”.
Nuestro seminario se sitúa en la huella del camino abierto por Freud y luego por Lacan.
El paso abierto por Lacan nos conduce a formular de otro modo las nociones de presencia, de lazo, de sociabilidad.
En particular, durante nuestra primera sesión, el 24 de noviembre, ustedes pudieron escuchar cierto fastidio cuando respondí a las intervenciones que hablaban de la dupla potencia-impotencia, de la fusión con la madre, de fantasma y realidad, de lo fuera de encuadre…
Esas nociones permanecen muy marcadas por el binarismo de la psicología freudiana.
La vía abierta por Lacan nos conduce a hablar de otro modo.
Con Lacan el acento está puesto sobre el lenguaje y sobre el decir.
A partir de él, no podemos más hablar de realidad psíquica, incluso si esta noción está muy extendida en el vocabulario de los trabajadores sociales.
Durante el primer encuentro, con Sonia Weber habíamos presentado las preguntas planteadas por la violencia de jóvenes de manera fenomenológica.
Fuimos desplegando la situación de “los desuelados”, “los inocentes” y, apoyándonos en la invención de Jackson Pollock, indicamos una dirección de trabajo que consiste en restaurar un suelo para la existencia y las relaciones.
Para el segundo encuentro, (el tercero será el 12/12) les propongo apoyarnos sobre la cuestión de la escritura y de la letra, cuestiones que están en el nacimiento del psicoanálisis y que Lacan ha desarrollado ampliamente.
Eso va a conducirnos a salir del binarismo freudiano (interior/exterior; público/privado; responsable/irresponsable; pasivo/activo; normal /patológico).
Vamos entonces a retomar el camino de la “fábrica de lo humano” y de la elaboración de la presencia humana por el nacimiento de la escritura.
Entonces entramos en un espacio de tres dimensiones (que serán pronto cuatro) y en temporalidades que no son más solamente los dos tiempos del juego de la bobina: “ fortda”; “oh,oh..ah,ah” sino como el vals de tres tiempos.
Durante el seminario del 24 de octubre, se habían formulados algunas preguntas sobre: el fuera de encuadre, potencia, impotencia, la fusión con la madre.
La pregnancia de lo binario y las fórmulas psicologizantes ocupan una amplia parte de las elaboraciones psicoanalíticas. No tocaremos esas fórmulas psicologizantes tan floridas, que nos llevarían a abismos de aproximaciones pseudo humanistas.
El punto que vamos a desarrollar hoy concierne justamente al hecho de que el psicoanálisis rompió con esas elaboraciones psicologizantes.
Esa ruptura inaugurada, iniciada por Freud, está sostenida por una nueva relación con la escritura.
Freud sostuvo que el relato del sueño debe ser leído como escritura jeroglífica.
El desciframiento de los jeroglíficos realizados por Jean Francois Champollion el 14 de septiembre de 1922 reveló que la escritura jeroglífica estaba compuesta por pictogramas (signo que indican si un signo debe ser leído por su valor de imagen), fonogramas (por su valor de sonido), o shifter (determinativo) indicando que el signo debe ser leído como fonograma o pictograma.
Comparando tres tipos de escritura: jeroglífica, demótica y griega, Champollion pudo establecer las correspondencias término a término entre los pictogramas egipcios y su valor literal en el alfabeto griego y latino.
Es el descubrimiento del valor fonético de ciertos pictogramas lo que permitió a Champollión leer el nombre de Ptolomeo31.
Ya en el sueño del 24 de julio de 1895, llamado “de la inyección de Irma” (primer sueño analizado por Freud), es la escritura en el sueño de la fórmula de la Trimetilamina la que aporta la clave del problema planteado y resuelto por el sueño.
“Un gran hall, recibimos a muchos invitados. Entre ellos, Irma, a la que me acerco enseguida para reprocharle, en respuesta a su carta, no haber aún aceptado mi “solución”(Lösung). Le digo: “Si todavía tienes dolores, es exclusivamente por tu culpa”. Ella me responde: ”Si supieras qué dolores siento ahora en la garganta, el vientre y el estómago!... me siento atada como un paquete, tironeada de todos lados ‘’ .Asustado, la contemplo atentamente.. Está pálida y abotagada. pienso que quizás me haya pasado inadvertido algo orgánico. La llevo a la ventana y me dispongo a reconocerle la garganta. Al principio se resiste un poco como acostumbran a hacerlo en estos casos las mujeres que llevan una dentadura postiza. Me digo: sin embargo no la necesita. Por fin, abre bien la boca, y veo a la derecha una gran mancha blanca, y en otras partes singulares escaras grisáceas cuya forma recuerda a los cornetes de la nariz. Llamo inmediatamente al doctor M., que repite y confirma el reconocimiento. El doctor M no es como de costumbre, está muy pálido, renguea y no tiene barba. Mi amigo Otto está también allí, al lado de ella, y mi amigo Leopold percute a Irma por encima de la blusa y dice: “Tiene una zona de macidez abajo, a la izquierda, e indica también una región infiltrada de la piel a nivel del hombro izquierdo (hecho que constato como él a pesar de las vestimentas). M dice ”No hay dudas, es una infección, pero no es nada.; sobrevendrá una disentería y el veneno va a eliminarse”. Sabemos igualmente, de una manera directa, de donde viene la infección. Mi amigo Otto le aplicó recientemente, una vez que ella se sentía
dolorida, una inyección con una preparación de propil, propilena…ácido propiónico,… trimetilamina (cuya fórmula veo delante de mis ojos, impresa en gruesos caracteres)… No se ponen inyecciones cómo esas tan fácilmente… es probable también que la jeringa no haya estado limpia”.
Este sueño de la inyección de Irma inaugura la presencia de la letra y de la escritura en la formación del inconsciente por excelencia: el sueño.
El paso siguiente que insiste sobre la primacía de la letra y de la escritura en los sueños se encuentra en el análisis del hombre de los lobos (1918).
El hombre de los lobos le cuenta a Freud que él se acuerda de haber orinado mirando a Grusha lavando el piso.
Aquí el sueño que él tuvo: “Yo soñé que un hombre arrancaba a una Espe sus alas”.
Espe, le pregunta Freud, ¿qué es eso?
El hombre de los lobos: usted sabe bien ese insecto que tiene el cuerpo con rayas amarillas y me puede picar.
Eso debe ser en alusión a Grusha (nombre ruso que designa pera con rayas amarillas).
Freud: ¿Ud quiere decir Wespe (avispa)? Pero entonces ese espe , S.P. soy yo, son las iniciales de Serguei Pankeiev, etc.
Es exactamente lo que Lacan escribe en su Proposición de octubre de 1967, para definir el saber textual producido por “la interpretación”, entre analista y analizante: eso se articula en una cadena de letras que inician un relato, una inscripción.
Con estas herramientas de la escritura y de la letra, nosotros vamos a retomar la descripción fenomenológica que empezamos el 24 de octubre a propósito de los inocentes, los atolondrados, esos que jamás entraron en ninguna dialéctica.
“Este ser se realiza precisamente en la medida en que la palabra progresa… pues resulta perfectamente claro que si este ser existe implícitamente y de cierto modo virtual, el inocente, aquel que no entró en ninguna dialéctica, no tiene literalmente ninguna especie de presencia este ser, se cree lisa y llanamente en el real”32
Frecuentar a los habitados por la ruptura, conlleva una subversión de las prácticas dominantes de nominación, de posesión y de análisis.
El despojamiento del ser socializado expone a la crudeza de la lengua no habitada, apenas temblorosa, apenas danzante.
La suspensión de los procesos de identificación conduce a una presencia fuera de sentido, apenas sostenida en lo que la lengua contiene de diabluras.
Las diabluras de la lengua dan motivos para reír, introducen el homo ludens, aquel que inauguró la humanidad33.
El homo Ludens estaba allí antes que la escritura.
Él preparó la venida de la inscripción, que fue primero mortuoria y jurídica.
Escribir las leyes y el nombre de los muertos, es así como la humanidad hizo sus primeros pasos. Recordatorio sobre nacimiento de la escritura
La fecha indica el inicio del periodo en el curso del cual sitúa cada evento.
| -3300 | Tablas sumerias en escritura pictográfica en Uruk (baja Mesopotamia): el testimonio más antiguo conocido de escritura. |
|---|---|
| -3200 | Jeroglíficos egipcios |
| -2800 | La escritura pictográfica sumeria deviene cuneiforme. |
| -2000 | Lo cuneiforme es utilizado para anotar lo acadio (asirio y babilonio). Lo sumerio subsiste como lengua sabia.Rasgos de escritura en los Olmecas (América central). |
| -1800 | En Creta la escritura llamada “lineal A”. (Cnossos), indecifrada. Código de Hammurabi (Babilonia) |
| -1600 | Los Hititas utilizan un sistema jeroglífico. |
| -1500 | En el cercano oriente, escritura protosinaítica: 30 signos de apariencia jeroglífica. Escrituras proto cananeas. |
| -1400 | China: textos adivinatorios grabados sobre hueso o caparazón de tortuga. Alfabeto Ugarítico (Siria del Norte): 30 signos cuneiformes. |
| -1300 | Alfabeto fenicio de 22 letras-consonantes. |
| -1200 | Sarcófago de Ahiram en Byblos, en alfabeto fenicio de 22 letras. |
| -1000 | El alfabeto fenicio se extiende en el Mediterráneo y en Asia. Alfabeto paleohebreo. Alfabeto arameo. Escrituras sud-arábigas. |
| -800 | Alfabeto griego. Invención de las vocales. |
| -700 | Alfabeto etrusco adaptado al alfabeto griego. En Egipto, escritura demótica. |
| -600 | Escritura hebraica, llamada “hebreo cuadrado”. |
| -400 | Alfabeto latino adaptado al alfabeto etrusco. La escritura griega se expande gracias a las conquistas de Alejandro Magno. |
| -300 | Dos escrituras silábicas en India: la Kharosthi (de origen arameo) que se dispersa sobre Asia Central, y la brahmi que da nacimiento luego a numerosas escrituras silábicas en el sudeste de Asia y en Indonesia. En el Imperio romano florecimiento de las inscripciones lapidarias en “quadrata” (mayúscula). |
| -200 | “Piedra Roseta”: copia de un decreto de Ptolomeo V sobre una estela en jeroglíficos egipcios, en demótico y en griego. |
| -100 | Escritura Nabatea (Petra) Escritura copta en Egipto. |
| 0 | Escritura Nabatea (Petra) Escritura copta en Egipto. |
“El nombre de Lascaux es así el símbolo de las edades que conocieron el paso de la bestia humana al ser sutil - suelto que somos.”
“Los trazos que esos hombres nos han dejado
de su humanidad después tantos milenios se limitan a representaciones de animales.
Con una especie de felicidad imprevista, esos hombres de Lascaux hicieron sensible el hecho de que siendo hombres, se nos asemejaban, pero lo hicieron dejándonos la imagen de una animalidad que acababan de abandonar.
Como si hubieran tenido que adornar el naciente prestigio con la gracia animal que habían perdido”.
....”Sobre el plan de la vida humana, esta criatura de sueño no es menos que la negación más notable….
Entrando bajo el signo de esta figura, esta vida solo puede prosperar a condición de negar lo que era y afirmar lo que no era.
Este hombre híbrido significa el juego complejo de sentimientos donde la humanidad se elaboró. Se trataba de negar al hombre, en tanto él trabajaba y calculaba la eficacia de sus actos materiales, se trataba de negar al hombre en beneficio de un elemento divino e impersonal, ligado al animal que no razona y no trabaja.”
Es notable encontrar semejante proximidad entre los primeros pasos de la fábrica de lo humano (su negación, su animalidad) y lo que nosotros hemos descrito como la suspensión de la inscripción de los inocentes.
El suelo que propone Georges Bataille consiste en fabricar una comunidad negativa, la comunidad de los que no tienen comunidad.
Eso requiere hacer una gran limpieza en las nominaciones, las clasificaciones.
El suelo así limpiado ofrece un espacio a este juego de niños: marcar los pasos.
Nuestra política está orientada por este horizonte de inscripción humana que ha sido destruida o fuertemente alterada. Los jóvenes habitados por la ruptura nos empujan a fomentar un nuevo tejido social inédito.
Ellos afirman que solo tienen confianza en ellos mismos, con la paradoja de que el sí mismo es un lugar inhabitado.
Ellos tienen la experiencia de esa conjugación catastrófica de un “Yo parte (p-a-r-t-e-)”.
Esta inscripción es, de alguna forma, una inscripción al revés.
Estos jóvenes tienen un saber sobre la humanidad robada, sobre una sustracción de la humanidad.
Ese “yo que parte” no es una envoltura para nadie.
Se comprende mejor el interés de la juventud por los avatars, esos modos de existencia virtuales que no se adhieren al cuerpo propio y permiten múltiples encarnaciones.
Frecuentar los habitados por la ruptura, nos ha empujado a despertar las raíces de nuestra propia presencia en el mundo, a reavivar la posibilidad de esos puntos de infancia que fueron nuestros encuentros eróticos inefables con el mundo, los anclajes de los puntos del cuerpo con los sonidos de la lengua.
Esta oferta anacrónica de la posibilidad de volver a poner en escena “un punto de niño” abre el camino de una nueva escritura. Esta vía original no puede ser más que una invención aislada, incluso es casi indecente hablar de eso en público. La discreción y el secreto son los valores que mejor se acercan a las posibilidades de hacer este injerto con el otro y con la humanidad.
Esta abertura del campo del “punto de niño” tiene una dimensión espiritual, una dimensión que encuentra una fuente fuera del cuerpo, fuera del lugar que fue la fuente de la ruptura.
Por la interpretación de sueños Freud pone a la luz los distintos elementos constitutivos de la escritura. Se apoya sobre la escritura de jeroglíficos constitutivos por ideogramas, fonogramas, determinativos.
Es la composición de esos tres elementos que aseguran el cuerpo de la escritura.
A partir de estos tres elementos, de esta composición, Lacan va a formular su conjetura sobre el origen de la escritura.
“Un ser que puede leer su huella, esto basta para que él pueda reinscribirse en otra parte que allí donde la ha tomado. En esta reinscripción está el lazo que lo hace, desde ese momento, dependiente de Otro cuya estructura no depende de él”.34
Toda sociedad humana tiene constituida dos series de cosas:
• objetos que el lenguaje nombra.
• signos, marcas o trazos, algunas son imágenes de objetos
“..hay un tiempo localizable, históricamente definido, o algo que ya está ahí para ser leído como del lenguaje, cuando no hay escritura aún” (10-02-1962):
El material que va a constituir la escritura se encontraba allí antes de la implementación de lo escrito.
En Lascaux pueden detectarse que signos enigmáticos que están a la espera de un nombre:
He aquí en cinco tiempos la conjetura de Lacan acerca del nacimiento de la escritura:
1. En el comienzo un nombre nombra un objeto.
2. El objeto es figurado por un signo.
3. El nombre nombra también el signo.
4. Por inversión de la relación el signo escribe el nombre: nacimiento de la escritura,
5. El nombre, así escrito, puede nombrar otro objeto por homofonía.
Un elemento del lenguaje vino a enlazar un signo al nombrarlo con el nombre del objeto. Es ahora este signo el que es considerado como si escribiera este elemento del lenguaje que lo leía.
En los frescos de Lascaux, hay dibujos enigmáticos que no representan nada, son esos signos enigmáticos que están listos para ser utilizados para escribir nombres.
Esta conjetura nos aporta las indicaciones sobre eso que se puede llamar la topología de la violencia.
La violencia se manifiesta en ese lugar donde la inversión de la relación no ha tenido aún lugar, donde la escritura no ha tomado a su cargo el nombre.
Es un tiempo de suspenso durante el cual objeto, nombre, signo, no están anudados.
Esto nos permite abordar igualmente la situación de los inocentes cuya errancia, no solamente los expone a esa animalidad ancestral (hablan por onomatopeyas) de la cual hemos hablado con Lascaux, sino que los expone a esas manifestaciones de violencia sin sentido que no dejan huella.
Esta constatación retoma la cuestión del trauma tal como Freud la había desarrollado.
La lectura, el reconocimiento de la escena traumática sólo se hace en el momento del despertar de la sexualidad, hasta ahí, esas escenas permanecían enigmáticas a la espera de la escritura.
Después de esta referencia topológica y temporal del lugar de la violencia y del suspenso de la inscripción, nosotros vamos a dar un paso más, gracias a una nueva versión de la escritura aportada por Lacan.
El nombre Monoblet, nombre de un pequeño pueblito de Cêvennes, ha comenzado a ser conocido en los medios de la psiquiatría, del psicoanálisis, de la educación especializada, de la filosofía, a partir de que en los años 60, Fernand Deligny, el autor de “Semilla de crápula” y “Los vagabundos eficaces”, se instaló allí con niños autistas.
En Monoblet y sus alrededores, Deligny y sus amigos vivían sin demasiadas rústicamente con niños autistas que le eran enviados particularmente por Maud Mannoni.
Deligny inventó entonces un modo de compartir la vida con los niños autistas dibujando todos sus desplazamientos. No solamente él les reconocía un suelo, sino que además hacía de sus vidas sobre ese suelo, una escritura. Eso se llamaba las líneas de errancia.
Esta invención de Deligny inspiró a Lacan una nueva versión de la escritura.
En el momento del viaje de retorno de Japón, Lacan escribió un pequeño texto poético titulado “Lituraterre” (12-05- 1971).
Él aporta esta nueva definición de escritura: Es un destello que surca el suelo.
Para concluir hoy nuestra balada con los inocentes y la escritura, les daré apenas una palabra de Maurice Blanchot en “La escritura del desastre”:
“Velar por el sentido ausente”35
Roland Léthier
¿Cómo vivir o sobrevivir cuando se ha tenido la experiencia de una catástrofe de lo que funda lo “humano”, catástrofes que generan modos de vida que son más exactamente modos de sobrevida (vagabundeo, fugas, droga, robo…)?
“Algunas personas se encontraron en su historia con una catástrofe de lo que funda lo humano (incesto, asesinato, tortura, deportación…). Debieron vivir el colapso de las leyes fundamentales que ordenan las relaciones entre los hombres y garantizan las bases del lenguaje. Este colapso ha implicado una ruptura en la transmisión y la imposibilidad de inscribir lo que se encuentra desde allí condenado a errar”37. Nosotros deambulamos en lugares marginales, en espacios indexados por el prefijo “in” en su valor de negación, que marca la ausencia, lo contrario: inimaginable, inconcebible, indescriptible, innombrable, indecible.
La negatividad que presentan los inocentes está ahí, primera, y nos atrapa. Y conviene renunciar a nuestros reparos habituales para avanzar hacia ellos y dejarse enseñar: que ellos nos enseñen de qué lugares vienen, dónde vagabundean … Esto puede ser quizás definido como la posición analítica “por excelencia”; pero aquí las cosas están empujadas al extremo.
“¿Se puede evitar desde entonces proyectar perspectivas familiares, hábitos de pensamiento, prejuicios intelectuales sobre el horizonte enigmático que se le presenta a él (al psicoanalista)? Este es, de hecho, el cuidado prevalente que debe tenerse, pero es necesario para eso soportar la inseguridad de la búsqueda en tierra desconocida, mantenerse en el punto de una ignorancia jamás desalentada, y mantener además todo lo que el encuentro con un psicótico reclama de compromiso personal”38.
Podemos transponer estas reflexiones para pensar algunas cuestiones clínicas encontradas con los “inocentes”, estos jóvenes que nos ocupan y preocupan.
Algunas líneas más adelante Perrier subraya: “nuestro cuidado será sobre todo no explicar demasiado rápido lo que no puede ser dado a la comprensión”. A propósito de “la intuición clínica”, que ordena comprender, Jean Allouch escribe: “sólo el paréntesis comprende, y quien pretende comprender pone lo que molesta entre paréntesis, se mantiene así en el bienestar de la evidencia”.
Esto es en efecto un punto delicado: la precipitación a querer comprender, ¡tanto más cuando no se comprende nada! “¿Qué nos quiere decir este joven? ¿Qué muestra o manifiesta por su actitud? ¿Qué hay detrás de esta crisis que no se comprende?” Como si hubiese siempre algo a buscar detrás, como si se tratara de un jeroglífico a descifrar. Ahora bien, continúa Perrier, formular las cosas así:
…“supone el reconocimiento por el enfermo de nosotros mismos como interlocutores, incluso como traductores de una palabra cargada de sentido. Desconocer esta hipótesis sería eludir que en el origen nosotros no somos quizás nadie para el loco y que entonces lo que él nos dice no nos está destinado, y no tiene por qué inducir en nosotros una respuesta que no se espera ni se supone posible. A la inversa, partir de esta hipótesis (no ser nadie)…es no fundar unilateralmente una relación, para nosotros interpersonal, mientras que no se sabe cómo es vivida por el otro. Es dejar la oreja abierta a todo lo desconocido que puede ser descubierto y a lo fundamentalmente propio al psicótico, propio al léxico esquizofrénico”.
¿Es que contamos para los jóvenes? Podemos aceptar que a menudo no contamos para ellos y que a veces será necesario mucho tiempo y mucha transferencia de nuestro lado para constituirnos en interlocutores para ellos o aun en sujeto supuesto saber que permita hablar de otra manera.
Vivir o sobrevivir entonces, cuando se ha sido “masacrado”, maltratado, “trapeado”, tanto física como verbalmente. Ciertas personas que han vivido este género de situaciones acceden a una elaboración por formaciones histéricas, abriendo la posibilidad de un trabajo analítico. Pero no es el caso de todos. La invención freudiana ha dejado aislado y en suspenso el tratamiento de las realidades materiales que no han sido integradas a realidades psíquicas.39 Esta distinción entre “realidad material” y “realidad psíquica” plantea preguntas que será necesario retomar: una no va sin la otra. Sin embargo esa distinción funda numerosas organizaciones institucionales al menos en Francia: para los educadores, la vida cotidiana, material; para los psicólogos, la vida psíquica, la escucha, la elaboración… Nosotros nos interesamos aquí en aquellos que están expuestos a una situación in-subjetivable, aquellos para quienes la práctica del decir no funciona o no funciona bien. Cuando el real ha hecho irrupción, o cuando, para retomar los términos de Françoise Davoine y Gaudillière, hay “catástrofe del lazo social” o “catástrofe del simbólico”40. Cf el real.
Es necesario ir a pasear (se balader) por el lado de la clínica del trauma para pensar un cierto número de asuntos y aproximarse a esas zonas “in”. Intentar pensar lo impensable, decir algo alrededor de lo indecible, y crear espacios, en los confines del horror, al borde de la nada (cf. Agamben).
“Nosotros no nos encontramos con la represión, con el olvido. El lenguaje naufragó, la práctica habitual del imaginario desapareció en la catástrofe, y es entonces en el cuerpo que vuelve para tener un domicilio y un lugar para inscribirse”.
Christine Loisel.
En el manuscrito K adjunto a la Carta 85 del 1° de enero de 1896, dirigido a Fliess, y que lleva el título “Las neurosis de defensa” , Freud da la explicación clínica de la histeria. El texto concierne al mecanismo de formación del síntoma a partir de “afectos psíquicos normales” que, por no haber podido llegar a una liquidación, conducen a un “daño permanente del yo”.
En “La herencia y la etiología de las neurosis” artículo también de 1896, Freud escribe:
“La causa específica de la histeria es un recuerdo que se relaciona con la vida sexual, pero que ofrece dos características de primera importancia. El suceso del cual el sujeto guardó el recuerdo inconsciente es una experiencia precoz de relaciones sexuales con irritación verdadera de las partes genitales, seguida de abusos sexuales practicado por otra persona y el período de la vida que encierra este suceso funesto es la primera juventud”.
La invención del psicoanálisis puede entonces leerse como el reconocimiento de los abusos sexuales sobre los niños y la elaboración de los mecanismos desarrollados para sobrevivir a ese traumatismo.
No obstante se introduce de entrada una discordancia entre el acontecimiento y sus efectos. “…No son las experiencias vividas ellas mismas las que actúan traumáticamente sino su revivificación como recuerdo, después de que el adulto ha entrado en la madurez sexual”. Es en tanto recuerdo que las representaciones sexuales tienen como efecto desligar. Freud introduce allí la idea de una acción no directa sino posterior de un traumatismo sexual, la idea del après coup.
Bastante rápido Freud cuestiona su teoría de la seducción traumática e introduce el fantasma en la formación del síntoma. En un primer tiempo, la introducción de las fantasías no invalida la teoría traumática: al lado de las escenas que son recuerdos del hecho real, hay fantasías. Las fantasías tienen aquí para Freud dos funciones. 1) Una función de protección: ubicadas delante de las escenas como pantalla, ellas evitan al sujeto la confrontación directa con lo intolerable. Son arreglos, disfraces, embellecimiento de los hechos y sirven al mismo tiempo para la auto descarga. 2) Una función de interpretación que consiste en crear una historia bajo la acción de la necesidad de comprender y de dar sentido.
Realidad material y realidad psíquica marchan todavía a la par.
Pero, en la Carta 139, del 21 de setiembre de 1897, Freud se decide a:
“confiar el gran secreto que en el curso de los últimos meses lentamente se volvió claro para mi. No creo más en mi neurótica”.
Uno de los puntos decisivos de esta renuncia es “la constatación cierta de que no hay signo de realidad en el inconsciente, de suerte que no se puede diferenciar la verdad y la ficción investida de afecto”.
Entonces es esta ficción la que toma lugar de verdad inconsciente; “la solución que quedaba es que la fantasía sexual se relaciona regularmente con el tema de los padres”; una formulación que indica los futuros desarrollos del fantasma como edípico.
Incluso si la realidad material no es denegada, Freud no sostiene más el hecho de que haya un lazo de causalidad entre ella y la realidad psíquica.
Una de las cuestiones particularmente importantes sin embargo y que da lugar a respuestas o a prácticas muy variadas es la de saber si sí o no, o hasta dónde, debemos preocuparnos por distinguir entre fantasma y realidad material.
En su artículo “Pegan a un niño”, Freud se interesa en el fantasma “ser golpeado por el padre” ¿Hasta dónde un texto tal nos ayuda a escuchar a un niño que ha sido realmente golpeado? ¿Qué adviene cuando el fantasma se vuelve realidad o cuál es el lugar del fantasma cuando un niño es “realmente” golpeado, maltratado?
Separar la parte del fantasma y de la realidad es a menudo difícil, incluso imposible. ¿Qué recepción dar al daño que el otro ha sufrido?
Para Paul Laurent Assoun cuando se refiere a la obra de Goethe, Los años de aprendizaje de WilheimMeister, lejos de negar la realidad del trauma, ni de dar inmediatamente crédito al testimonio, el gesto originario de Freud consiste en comprometer al paciente a “atravesar la línea de posición subjetiva del trauma para desprender su más allá, o sea el espacio de la verdadera pregunta: qué vas a hacer tú con eso que te hicieron?”... para no estar más reducido a ese rol de “pobre niño” en el cual, te pusieron y te identificaste? Gesto decisivo por el cual el creador del psicoanálisis acepta dejarse cuestionar por este perjuicio del sujeto, pidiéndole al mismo tiempo que de cuenta de su propia postura”.
Pero al dejar demasiado rápido las cosas del lado del fantasma, o al formular demasiado rápido la pregunta: “¿y tú, qué vas a hacer tú con lo que “se” te ha hecho?” se corre el riesgo de redoblar algo del lado de la violencia misma del trauma, a saber, la extrema soledad, el abandono emocional y el silencio, que a menudo son la única respuesta a las interrogaciones formuladas o mudas del niño.
Ferenczi ha formulado la pregunta de saber si era o no necesario aplicar una técnica diferente. Él sintió que en los casos de abuso sexual o físicos importantes las intervenciones analíticas debían ser resueltamente diferentes de la técnica estándar de su época. De entrada y ante todo, el analista debía estar auténticamente dispuesto a recibir y a creer en la veracidad del relato del paciente. No podía refugiarse en un “esto puede ser verdad, pero puede ser quizás un fantasma”, sin “retraumatizar” al paciente, cuyo sentido de la realidad ha sido ya profundamente maltratado por el hecho de un padre supuesto amante y protector, pero de hecho violento y agresivo con el niño. Para F. Davoine, “la interpretación referida al fantasma o a fragilidades psíquicas no es pertinente; no se trata por lo tanto de suplir al síntoma nutriéndolo de información”. M. Berger habla de la necesidad de ser “testigo implicado”41.
La cuestión del traumatismo se complica hoy por el nuevo estatuto político social que se le confiere. Esta noción de traumatismo reelaborada primeramente a partir de los heridos de guerra (14-18) y de los accidentes ferroviarios, ha tenido una profunda evolución: a la sospecha (cuál es la autenticidad de sus sufrimientos, no buscan ellos solamente los beneficios secundarios) sucede una era de rehabilitación, y con ella la emergencia de una nueva subjetividad política: la de la víctima. Vivimos la época del “imperio del traumatismo” para retomar el título del libro de Didier Fassin y Richard Rechtmann .42.
Hoy la noción de traumatismo se impone como un lugar común en el mundo contemporáneo, dicho de otra manera, como una verdad compartida.
Sucede un accidente y, necesariamente, hay traumatismo, y por tanto sufrimiento, sea lo que sea que digan las personas -por definición víctimas. Nadie más se sorprende de la presencia masiva de psicólogos o psiquiatras en las escenas de la desgracia. Los servicios de urgencia psicológicos se precipitan frente a los “heridos psíquicos” (cf. J. Gaillard: “los psicólogos están en el lugar”).
Hoy la víctima es reconocida, el traumatismo reivindicado. Está traumatizada toda persona que ha vivido tal tipo de suceso decretado como grave, cualquiera sea la manera en la cual lo vive. Por definición el incesto es traumatizante; por definición no puede más que ir mal cuando…la pregunta no se formula más. ¡Víctima obligada! ¿Se puede aún no serlo?
Fassin señala que paradojalmente, cuando se trata de poner la atención sobre las víctimas, “el traumatismo” formulado como tal, oblitera las experiencias. Opera como una pantalla entre el suceso y su contexto, por una parte, y entre el sujeto y el sentido que éste le da a la situación, por otra. Es necesario meterse en la piel de una víctima (definida socialmente) para ser reconocido. La víctima está ahí pero el sujeto pasa de largo.
Otra paradoja, la atención a las llamadas víctimas se hace a menudo en tiempos totalmente inadaptados al tiempo psíquico. Inmediatez; incitación a hablar, a expresarse, para evitar que las cosas se fijen y sobre todo es necesario que bastante rápido, incluso muy rápido, ¡eso vaya mejor! (cf duelo también). Se llega a ese extremo ya evocado: hacer hablar para hacer callar rápidamente. O hacer callar antes de que algo haya podido decirse.
“¡Hable!”
Por otro lado, la reparación viene pegada a la cuestión del traumatismo.
Traumatismo=daño=culpable=condena=reparación. La justicia debe pasar por ahí, es necesario obtener la reparación (para poder estar mejor psíquicamente además. cf duelo). Y en seguida todo el mundo se queda tranquilo.
Para Fassin Y Rechtmann: “si la experiencia subjetiva de las víctimas permanece opaca para nosotros, el reconocimiento que se les otorga públicamente bajo el título de traumatismo nos da la clave de una antropología del sujeto”. El traumatismo es el indicador de las transformaciones de sensibilidades colectivas, e indica una nueva relación con lo trágico y eso que está en juego en la interpretación del mundo y en sus desórdenes (riesgo cero; nada debe pasar). Para F. Davoine, citando a B. Shephard: “las cadenas de televisión han visto rápidamente el potencial del “trauma”…el “trauma” se ha vuelto uno de los ingredientes base de la tele-realidad cotidiana, la forma menos cara de distracción…los programas de debriefing parecen ir más bien en el sentido de la necesidad colectiva que tiene la sociedad de verse ayudando a las víctimas, que tomar las necesidades clínicas de los pacientes mismos…” En un contexto de ethos compasivo, la reparación sirve para preservar la ilusión de unidad colectiva; consuela al conjunto de la sociedad.
Ahora bien, como nos decía R. Léthier en la primera sesión, los habitados por la ruptura cuidan la ruptura, no quieren la reparación que se les propone y conducen todo al fracaso. ¡Víctimas indisciplinadas, obstinadas!
R. Léthier decía: “la reparación es el error político que ha conducido a los servicios sociales a proponer soluciones de reemplazo a la ruptura con el medio familiar y escolar. Esas soluciones de reemplazo están calcadas sobre el modelo del medio que no contuvo a sus miembros. Los hogares y las familias de acogida son modelos conformes con los lugares que han sido desacreditados por la ruptura: la familia y la escuela. Estas soluciones reparadoras borran, niegan la ruptura. Respetar la ruptura es una práctica de lo inhabitable. Practicar lo inhabitable es un ejercicio oligatoriamente colectivo, pues practicar lo inhabitable en soledad es mortal. Ese nuevo colectivo habilitado a ocupar lo inhabitable está cerca de lo que Geroge Bataille llamó la comunidad negativa: la comunidad de los que no tienen comunidad. Practicar lo inhabitable consiste en desarrollar un caldo de cultivo en la comunidad negativa. la creación de un pantano nauseabundo y al mismo tiempo extrañamente acogedor en el cual los gérmenes pueden comenzar a desarrollarse”.
La victimología intenta a todo precio reintegrar un cuerpo dañado en una dialéctica de reparación física, psíquica, económica, a partir del horror que provoca el abordaje de un cuerpo no inscripto.
Como si la reparación, a menudo pensada como compensación, sustitución, dejara de lado la pregunta por la pérdida seca, tal como J. Allouch desarrolló en su libro: “Erótica del duelo en tiempos de la muerte seca”.
Lecciones del frente, para retomar un término de F. Davoine. En esta parte se tratará del cuerpo:
A la escucha del cuerpo, al ras del cuerpo.
En un artículo titulado: « De quoi suis-je fait ? » (2005) Jean Allouch escribe:
“¿De qué estoy hecho? Las respuestas no han faltado, desde la noche de los tiempos, comenzando por ésta: de un barro, divinamente modelado…pero una respuesta domina los espíritus hoy, al menos en Occidente: estoy hecho de dos sustancias, una extensa, la otra pensante. Dicho de otra manera, de cuerpo y alma. Sí, puede ser que el alma ya no tenga buena prensa. No es grave, llamemos a eso psiquismo, la vuelta será jugada otra vez, y el dualismo salvado. Qué es entonces, cuál es esta fuerza que parece volver al dualismo tan insumergible: basta ver el actual éxito de todo lo que es “psi”, al punto de que haga falta reglamentarlo”.
Pero en ocasión de una conferencia del 8 de julio de 1953 Lacan pone fin discretamente al dualismo cartesiano, dando vida a su ternario: imaginario, real y simbólico: “no soy más cuerpo y alma (psiquismo), estoy hecho de imágenes, de palabras y de irreductibles tropiezos”.
En un artículo sobre el cuerpo, Luis de la Robertie 43 vuelve a trazar el lugar del cuerpo en Lacan. “El desencriptamiento y el desciframiento de los síntomas histéricos, el carácter traumático de la sexualidad, llevaron a Freud a formular el inconsciente. Ciertamente lo que es del orden del inconsciente no es del orden del cuerpo, sin embargo parece que el inconsciente no es sin relación con el cuerpo. No resulta por esto que el problema del cuerpo deje de ser una cuestión difícil…En el medio analítico el cuerpo no tiene buena prensa. Hace veinte años interesarse en el cuerpo era el signo de que sin duda no se era analista…Hoy, si bien no se dice más eso, nos interesamos sin embargo en otra cosa…pero nosotros podemos no obstante reconocer que tal grupo por ejemplo se interesa en la psicosomática…Sin embargo (prosigue el autor, que parece haber sido alumno de Lacan) no podemos más que decir que no se reconoce al cuerpo el lugar que la ha dado Lacan”. E identifica en la obra de Lacan las ocurrencias en las que él habla del cuerpo y la evolución del lugar que le da. Si bien Lacan no ha hecho una teoría del cuerpo, su trabajo no se desarrolla sin el cuerpo. Retomo algunos puntos. En “Subversión del Sujeto…” encontramos: “el psicoanálisis implica por supuesto lo real del cuerpo y lo imaginario de su esquema mental”.
Seminario I de los Escritos Técnicos de Freud:
“El descubrimiento freudiano nos lleva a escuchar en el discurso esa palabra que se manifiesta a través o a pesar del sujeto. Esta palabra nos la dice no solamente por el verbo sino también por todo otro conjunto de manifestaciones. Con su cuerpo mismo el sujeto emite una palabra que es como tal también palabra de verdad, una palabra que él no sabe incluso que emite como significante. Es que dice siempre más de lo que sabe que dice”.
Muy esquemáticamente en un primer período, a partir de la relación del hombre con su cuerpo a partir de la imagen especular, la imagen del cuerpo viene de cierta manera a dominar todo. Su importancia viene de que “es la imagen del cuerpo la que da al sujeto la primera forma que le permite situar lo que es del yo y lo que no lo es (hombre y no caballo)”.
En su conferencia sobre el RSI en julio de 1953 y luego en el discurso de Roma “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, formula claramente el lazo entre palabra, lenguaje y cuerpo.
“El lenguaje no es inmaterial. Es cuerpo sutil, pero es cuerpo. Las palabras están tomadas en todas las imágenes corporales que captan al sujeto; pueden embarazar a la histérica, identificarse al objeto del penis-neid…”.
El lenguaje es cuerpo y además da cuerpo:
“el cuerpo del simbólico, cuerpo incorporal que incorporándose les da un cuerpo.” (1970)44
Es por ser dicho que se constituye un cuerpo. A partir del 64 Lacan deja de lado la primacía del significante: la palabra no puede ser por sí sola fundamento. Y sitúa el lugar del Otro en el cuerpo.
En 1975 en su seminario RSI da al cuerpo tres dimensiones: nos lleva a ubicar al cuerpo en el anudamiento del simbólico, el imaginario y el real. Esto nos introduce al nudo borromeo del cual Roland nos hablará la próxima vez, y que fabricaremos y trituraremos juntos para ver, cuando eso no se sostiene, cómo se puede hacer obra, no de reparación, sino de “restauración”.
Vemos bien ahí cómo Lacan salió de la problemática cuerpo-alma instaurando el cuerpo en el lenguaje: el cuerpo está tomado en la tríada cuerpo-lenguaje-deseo.
Entonces, no hay psicoanálisis sin cuerpo.
Algunas notas a grosso modo y breves cuestiones “sociológicas”:
Video sobre la danza (¡si lo tenemos!).
El lugar del cuerpo y del tocar en nuestras sociedades. Cuerpos inmateriales que no se deben tocar. Fantasma: imágenes publicitarias de púberes semidesnudas por todas partes pero una cachetada se considera igual a maltrato; tomar un niño sobre las rodillas, igual riesgo de ser acusado de pedofilia. Tocar es peligroso, el otro es una amenaza.
Palabra y relación con el otro culturalmente fragilizada, los cuerpos no se sostienen más en su relación con el otro. A la vez desmaterialización de las relaciones (virtualidad) y materialización de los signos, señalización: zonas de circulación, señalización en el piso, números para organizar el orden de atención de los clientes en un negocio. Como si fuera necesaria una regla para tener en cuenta la existencia del otro.
Violencia ahí donde eso no se escribe, ahí donde se permanece del lado del signo. Violencia cuando las prácticas sociales desertan lo social.
Presencia de ausencias cf. el teléfono: los ausentes están más presentes que los presentes.
En ese contexto donde no se habla más sino que se comunica, donde la cuestión de cuerpo en presencia se transforma, donde tocar está cuestionado la violencia deja al cuerpo eventualmente en estado bruto.
“¡Me buscás!”
Tomemos el guante, vamos al contacto. ¡Busquemos establecerlo y entremos en la proximidad del combate y del riesgo!
Nos demoremos entonces en estas zonas “in”; nos instalemos un poco en ese negativo. Instalarse, demorarse ahí, me parece cada vez más una necesidad. Ahí donde todo está hecho para ocultar lo que pudo pasar y donde las prácticas psicosociales exigen que eso se diga y “se repare” rápido. Instalarse y permanecer con el otro hasta tanto él pueda soportar una presencia y aceptar recoger en sí fragmentos de ese negativo. Estar juntos, estar con, en cuerpo. No abandonar al otro y por lo mismo repetir esta violencia del silencio que frecuentemente ha acompañado los golpes y los abusos dejando al niño en una incomprensión radical, inseguro de lo que le pasó, de lo que sintió, al borde de la locura a veces.
Instalarse, soportar quedarse ahí, en cuerpo, es una manera de autentificar lo que pudo pasar. Ser testigo de una cierta manera, incluso si no se estaba ahí, antes que ser alguien que eventualmente pasa. Testigo de lo que no puede ser dicho, pero de lo que al mismo tiempo no puede ser callado. Y que pasa por el cuerpo. Testigo de lo que muestra una memoria clavada al cuerpo, pero que no es simbolizable porque no ha advenido como recuerdo, no se ha inscripto en una historia. Una manera quizás de permitir una primera inscripción, de fabricar un cuerpo sobre el cual podrá tomar apoyo y luego anudarse una palabra.
Convocar demasiado rápido por el lado de la palabra nos enfrenta, lo más frecuentemente, con un imposible. De entrada a la pregunta qué pasó:
1) nos encontramos frente a un muro. No necesariamente por oposición o por rechazo a hablar, sino porque no hay palabras para decirlo ni tampoco recuerdo o representaciones; es la ausencia de lazos que puedan relacionarse con algo significativo, no hay asociaciones, y si hay enunciaciones de hechos, no hay o hay pocos afectos expresados; pero sí signos corporales: el cuerpo que palidece o tiembla… como si las palabras estuviesen cortadas del cuerpo. Christine Loisel:
“Cuando los niños han sido confrontados con una violencia muy grande no tienen la capacidad de aprehender una visión de conjunto de lo que les pasa. Se encuentran propulsados fuera de las palabras, es decir, fuera de la relación, y se encuentran tomados directamente con sus cuerpos, con sensaciones incalificables, intolerables, desprendidas fuera del sentido. Y con eso no pueden hacer nada. No queda más que la ausencia”
2) O bien, si hay respuesta: lo que se recibe es bien a menudo un “yo no sé-yo no sabe” y ellos tienen razón de decir eso. Eso pasó y ellos no comprenden nada de lo que les pasó o les pasa cuando, por ejemplo, explotan. La violencia hace obstáculo al pensamiento. Aquellos que la actúan están a menudo en una simplificación abusiva, amigo- enemigo, buenomalo, a favor o en contra… dualismo asesino; aquellos que la sufren no llegan a ligar los diferentes elementos de lo que pasa, están también fragmentados; aquellos que miran están en el goce: disgusto/fascinación, se indignan quizás, pero no piensan.
3) Querer atraerlos demasiado rápido del lado de la palabra es una manera también de protegerse a sí mismo, de edulcorar, me parece, algo del lado de la violencia. Les propongo entonces permanecer al ras del cuerpo, porque que se nos escape lo que hay para escuchar al ras del cuerpo es tomar el riesgo de dejar al otro totalmente varado. La violencia tiene algo muy físico. La violencia es el humano en su costado más arcaico, más profundo y más imprevisible.
La violencia física, verbal u otra, sufrida o ejercida se experimenta, se la siente, afecta, se la sufre, casi palpable e incluso, y sobre todo, cuando uno se contiene. Cuerpos afectados sin imagen, sin representaciones, sin afecto a veces. Cuerpos estragados, desbordados, enloquecidos… “en estas zonas de catástrofe, el cuerpo es el lugar por donde pasa la huella impedida de lo que erra en espera de inscribirse.”
La violencia, eso explota, desencadena, fragmenta, descompone, dispersa, hace volar en pedazos. Las expresiones empleadas “te voy a reventar”, “me importa un huevo”, “andá a hacerte coger”, “te rompo el orto”, son ejemplos de la violencia destructiva que alcanza al cuerpo propio y a toda relación socializada.
A veces, sin embargo, eso se aglutina y se calma, da por un instante una imagen de cuerpo unificado.
Las reflexiones que siguen se originan en una cohabitación y un cuestionamiento muy viejo con y sobre la violencia. A partir también de mi encuentro con esa práctica bizarra, no muy católica u ortodoxa, poco apreciada por numerosos colegas psi, que es el psicobox. Encuentro hecho hace más o menos veinte años y luego regularmente practicado tanto por mi propia cuenta, como luego por cuenta de otros.
Lo que me ha permitido y enseñado el psicobox es a hacer un poco de otro modo con la violencia que violenta ante todo al individuo que la aloja, por las buenas o por las malas, quien es poseído o atravesado por ella, y escuchar un poco más o al menos de otro modo, lo que se juega para aquellos que vienen a verme para intentar desprenderse un poco de eso. Lo que me ha enseñado el psicobox no es solamente la práctica en sí misma, sino lo que ella puso en movimiento en mí, y la importancia de una escucha “en cuerpo”. Escucha en cuerpo, escucha del cuerpo y una manera de estar ahí en “una cierta consistencia, un cierto espesor”, indicando una presencia al otro que estaría disponible para recibir esos fragmentos de cuerpo, de afectos que yerran sin poder encontrar dónde ubicarse, dónde recalar, ¿Dónde anclarse o entintarse?45 Del box a la danza, luego a la pintura… ¿Cómo dar cuerpo a las palabras, corporizarlas y familiarizar al cuerpo con las palabras ahí donde todo está desligado?
El psicobox es una práctica que apunta a la acogida de sujetos trabados, desbordados, atropellados, reventados por los efectos de violencia. Una delicadeza con la violencia. La violencia debe ser recibida de manera amigable me parece, en una cierta materialidad si se quiere, para tener chances de ser transformada o, al menos, de que ella pueda abandonar un poco su presión. Acoger la violencia es reconocerla, es darle derecho de ciudadanía, es no juzgarla ni bien ni mal, y sobre todo no querer hacerla desaparecer demasiado rápido, es intentar escuchar de qué habla, o qué es lo que ha sido maltratado, violentado en aquel que la actúa para que reaccione así. Y quizás transformar algo que estaría del lado del pasaje al acto, en acting en transferencia. Entonces hacerla pasar -ahí todavía- quizás por pequeños toques en la palabra, ella puede estar “fuera del sujeto” y pasa entonces intacta por el cuerpo, pero jamás fuera de lugar. Ella viene siempre con “poings nommés”46. Las sesiones de psicobox comienzan (sobre todo con jóvenes) muy frecuentemente con un “no tengo razones para pegarte - cuando pego siempre hay una razón”.
Acoger la violencia del otro es -otra condición previa- no tener miedo de eso, no estar inquietado por eso, es dejar entender que se soporta que el otro pueda dejar un poco de eso ahí, y que a eso se le hace frente, que es posible reponerse de un desborde, que no se va a morir por eso. El pánico es a veces tal para el confrontado con la violencia (la suya o la de otro, presente o pasada) que si al frente el interviniente también tiene pánico o se siente aplastado, está jodido, pues aquello de lo que nos hablan muchas personas es que para ellos se trata de vida o muerte, de relación dual, matar primero para no ser matado, pero no del lado solo del fantasma, para ellos eso se juega casi en esos términos en la realidad. Son sobrevivientes, están alerta, los sentidos despiertos, siempre sobre el quién vive, al acecho de todo peligro posible, bajar la guardia es peligroso. Conviene entrar en la proximidad del combate y del riesgo, aceptar una privación compartida.
Para Françoise Davoine “la proximidad corresponde de entrada a la constitución de un espacio de seguridad cerca del frente, donde es posible restaurarse física y psíquicamente teniendo la experiencia de una palabra posible en la proximidad de lo real”…“se trata de encontrarse sobre el mismo frente, y no de un lado o de otro de una línea de demarcación, de discriminación”.
“El sujeto se encuentra con unos pedazos dispersos, imágenes, flashes, fragmentos motores o sensoriales descosidos. Ninguna de esas percepciones pueden inscribirse en una relación, y por tanto, en el tiempo. Cualquiera que sea la información objetiva dada además, por otra parte, sobre los sucesos del pasado. Vivido como cuerpo estallado, fragmentado y apertura entre los afectos, fragmentos de lo sentido, inaccesible a cualquier lazo que sea, que obliguen a crear nuevos espacios en los confines del horror, al borde de la nada, a fin de volver a poner el tiempo en marcha”. “Lo que es inaudible no es necesariamente el acontecimiento traumático en sí mismo, a veces presente, intacto e incluso declarado, sino lo que permitiría volver a ligarlo a la vida e inscribirlo en una historia.”
Tenemos que vérnosla con un corte radical, con un defecto de malla. No debido solamente a la cuestión de lo real en tanto que no hay universo del discurso ni significante primero, sino con el hecho de que una parte enclavada, enquistada; ni alterada por el tiempo ni trabajada por el lenguaje, no transformada por la represión, inaccesible al olvido, está ahí en errancia. Ahí donde el lenguaje no es más un instrumento operante, en esos tiempos y zonas alejadas de las consideraciones del discurso de Roma47. Se trata de “dar forma, soplo y cuerpo a lo que no genera más que desvinculación y glaciación”. Acoger la violencia, darle hospitalidad, es ya indicar a aquél que viene a nosotros, que lo que se manifiesta, se dice o se da a ver ahí en esas actuaciones, tiene nuestro respeto. El psicobox: una quimera entre boxeo y psicoanálisis.
El boxeo lleva en sí un fragmento de violencia originaria que no ha sido ni separado ni transformado. El boxeo (inglés) es una invitación a sostenerse de pie frente a otro en una relación de oposición, de conflictualidad. Pero en psicobox de entrada el encuadre es transformado: no hay ring, no hay match o partido donde el más fuerte ganaría. No estamos ahí para desahogarnos, para descargar la mochila, y sobre todo no estamos ahí para aprender a contenernos. Contener, gestionar las emociones, las pulsiones: el psicobox debe sostenerse o mantenerse alejado de esos mandatos sociales y morales, incluso si algunos de esos efectos pueden ir en ese sentido, pero por añadidura.
Psicoanálisis en extensión: un objetivo: llevar la violencia del lado de la palabra. Que el actuar se transforme en acting in transfert. Por el dispositivo despejar una apertura a los afectos, a las representaciones, a la palabra, e intentar religar estos diferentes elementos para salir de la explosión, de la fragmentación. Hacer pasar la violencia de un exceso de excitación a descargar, a una palabra a escuchar, pasar del signo (lo que es mostrado) al significante. El psicobox es una operación de transcripción: hacer pasar de fuera del lenguaje al lenguaje, por lo tanto, es un asunto de escritura. El psicoanalista está comprometido en cuerpo, y por el compromiso del cuerpo en movimiento en la sesión, sus modalidades de intervención son diferentes que habitualmente.
-Dispositivo: modo de presencia que se apoya sobre el cuerpo: distancia, miradas, gestos antes que una palabra surja. Trabajo espacial que interroga la distancia con el otro, los desplazamientos, poder decir basta. Partir/ volver…Objetivo: a partir de una violencia vivida, sufrida o actuada, puesta en juego del cuerpo en un combate “encuadrados” por tiempos de palabras en un encuadre transferencial cuyo fin, a través de la escucha y la lectura de los movimientos del cuerpo, es una tentativa de anudar o reanudar afectos, representaciones, movimientos del cuerpo, palabras, ahí donde todo está desligado (nudo borromeo).
-Tres personas mínimo
-El “psicoboxeante” que viene a poner en cuestion una de sus dificultades;
-El “psicoboxeador” elegido por el “psicoboxeante” para ponerse los guantes y combatir; el “boxeará” no contra si no para el otro a la escucha de lo que emerge en el combate;
-El segundo “psicoboxeador” que va a cuidar del “psicoboxeante”: velar por él y por el encuadre; observador y testigo a la vez. El tiene una mirada exterior; espejo, reenvía una imagen. La función esencial de una imagen según Lacan, es una funcion de in-formación, en el sentido literal, es decir en el sentido de “dar forma a algo”, la imagen es una forma que informa al sujeto… importancia de nombrar lo que se percibe del otro; efecto de transformación sobre la imagen del cuerpo.
-Un minuto treinta.
-Golpe atenuado (es diferente de la liberación, la evacuación catártica, la canalización).
De entrada convocamos otra escena, no es más en la renuncia del acto que puede abrirse un tiempo de elaboración, un espacio de pensamiento, más elecciones en cuanto a las decisiones que puede tomar el sujeto. El golpe atenuado obliga, permite explorar zonas entre matar o ser matado, es decir permite la entrada en una cierta dialéctica (no es más todo o nada).
Casi simultaneidad de una expresión -en cuerpo- de la violencia (revivir las tensiones, las sensaciones) y de la palabra, efecto de ligazón y por tanto, escritura posible.
Escalada de afectos, de recuerdos, “pero no buscados a cualquier precio”. Nombrar, autentificar las sensaciones corporales. Se trata casi de intentar decir las percepciones que surgen en estado bruto sin soporte de objetos, aisladas, diseminadas, despertadas por una impresión.
Dejar circular esos fragmentos de cuerpo, de afectos, tomarlos en sí. Dejar al otro menos solo con lo “monstruoso” en él. Explorar la posibilidad de ser desbordado o de estar desbordado, y de volver de eso…aceptar el dominio y la pérdida de dominio, la fuerza y la debilidad, y poder pasar del uno al otro.
Para hacerlo es necesario que eso se “sostenga” enfrente.
Trabajo de nominación, cortar en lo innombrable, dar cuerpo (“fragmentar la enorme roca en pequeños cascotes”). Nombrar para poner a distancia, diferenciar: la palabra-el asesinato de la cosa. A menudo cuando eso explota, es porque eso pega; el cuerpo ensaya o intenta volver a poner la distancia, y por un grito dar a luz una palabra.
Dinámica del cuerpo en movimiento.
Las maneras de combatir son el reflejo del “estado de la vida psíquica” del momento.
Efectos de transformación de lo psíquico por los combates en este cuadro transferencial y como retorno, modificación en la manera de combatir. Otra manera de ser testigo de la articulación cuerpo/psiquismo. Descubrir sin técnica como hacer de otro modo, de crear, de pasar a otra cosa… abrir los posibles.
Para algunos el psicobox puede ser demasiado violento, e incluso demasiado directo, subrayando demasiado lo que pasó y que se intenta dejar de lado sin éxito. Jóvenes en carne viva, incluso despellejados, que no quieren sobre todo que uno se aproxime a esta zona de catástrofe. Esta imagen de “despellejado vivo” me vino mientras yo recibía un niño de once años dentro del cuadro del psicobox, o más bien cuando yo intentaba proponerle otra modalidad de encuentro, pues el psicobox era para él demasiado frontal, demasiado directo, violento. Él me imponía un desplazamiento, una renuncia para intentar reencontrarlo de otro modo. Todo movimiento, toda palabra, todo habla, era demasiado si él percibía que había un riesgo de aproximarse a esta área de catástrofe. Y se me presentó la imagen de un quemado grave o de un herido grave … ¿Cómo se les acerca uno, se les toca, para cuidarlos, injertarles una nueva piel, evitar la gangrena?
Cómo pensar, vendar la quemadura que viene del real.
"En un libro “La escritura o la vida”48, Jorge Semprún, sobreviviente de Buchenwald, escribe:
“Gracias a Lorena yo había vuelto a la vida, es decir, al olvido: la vida era a ese precio. Olvido deliberado, sistemático de la experiencia del campo. Olvido de la escritura también. No era cuestión, en efecto, de escribir lo que sea, cualquier otra cosa. Hubiera sido irrisorio, quizás incluso innoble, escribir cualquier cosa contorneando esa experiencia. Me era necesario elegir entre la escritura y la vida, y yo había elegido esta. Había elegido una larga cura de afasia, de amnesia deliberada para sobrevivir”.
Y cuando el olvido no es posible, hay que volver a velar antes que develar. Dice C. Loisel:
“En el área de las catástrofes, la constitución de un relato no parece tener como objetivo reencontrar la memoria de los hechos, como poder olvidar el trauma, o más bien que el se deje olvidar un poco…” “... va a ser necesario intentar volver a velar. O más exactamente, tendremos que tejer un velo…”.
No aproximarse -demasiado, demasiado rápido- a la zona de catástrofe, respetar las vías singulares de cada uno para sobrevivir, pero no abandonarlos esperando la demanda!. Estar ahí, en cuerpo, testigo en una presencia sostenida, desnuda de saber. Pero estar ahí.
Entonces inventar otras propuestas, tender otros hilos, fabricar retazos de relación, que dejan huellas sin embargo…
Notas
1 Marc Ledoux. Bela Bartok, sólo con su música. https://www.szondiforum.org/m307.htm (N. de las TT.)
2 Probablemente se trate de Aleijadinho, considerado uno de los grandes maestros del barroco mineiro. (N. de las TT.)
3 Maldiney, Henri: Aîtres de la langue et demeures de la pensée. Collection Bibliothèque du Cerf. (N. de las TT.)
4 En el original se utiliza: “apprendre par l’épreuve”. La expresión Pathei Mathos ha sido traducida comúnmente como “aprender por el sufrimiento” o “aprender del padecer”. Dado que Ledoux menciona aquí la palabra experiencia, sugerimos esta como una posible tercera traducción. No obstante, en el desarrollo del texto podrían emplearse los términos sufrimiento o padecer según el matiz necesario en cada momento. (N. de las TT.)
5 Maldiney, Henri. La prise. https://books.openedition.org/pusl/16306
6 En cuanto a la distinción establecida por Marc Ledoux y la dificultad de traducir el verbo être en francés, es oportuno aclarar que podríamos usar 'estaría' en lugar de 'sería'. Sin embargo, mantenemos 'sería', ya que consideramos que preserva mejor la discusión entre Balat y Ledoux y nos permite sostener la ambigüedad en nuestra lengua. (N. de las TT.)
7 En el original se lee: “oui… tu me fais toujours réfléchir… ça m’amuse… ça m’use… ça muse… allez demain on continue sur le transpassible.” En la traducción se pierde el juego de palabras entre amuser (divertir), user (desgastar) y muser (divagar). Hemos optado por “musea” en vez de “me hace divagar” para preservar en parte el sentido intraducible de muser, en referencia a los términos musement, scribe e interpretant que Balat retoma de Peirce y que Oury desarrolla, destacando nosotrxs que “divagar” podría usarse para captar tanto un movimiento en el pensamiento como la apertura a lo espacial. (N. de las TT.)
8 En el original el verbo es: “Pâtir”. (N. de las TT.)
9 En el original dice: Hors attente. Una traducción posible sería "fuera de la espera" o "más allá de la espera," aunque attente también puede aludir a "expectativa," agregando una dimensión de apertura interpretativa. (N. de la TT.)
10 En el original dice: Insouciance, que habitualmente se traduce como "despreocupación." Sin embargo, hemos optado por "desinquietud" para preservar un juego conceptual con "inquietud." Esta elección apunta a reflejar un estado que trasciende la mera ausencia de preocupación, configurándose como una oposición activa tanto a la inquietud existencial como al Schwermut (pesadez o melancolía). (N. de la TT.)
11 En A qué hora pasa el tren (p. 67), Oury menciona la Gelassenheit, un concepto central que Heidegger retomó de Maître Eckhart. Jean Beaufret, en su traducción de este término, propone tres posibles interpretaciones: serenidad, quietud y "la desenvoltura del ser." (N. de las TT.)
12 En el original dice: "acceuil", que puede traducirse como "acogida", "bienvenida" o "recepción". En La Borde, y en el contexto de la psicoterapia institucional, el término "comité d’accueil" hace referencia a una entidad con un significado específico, relacionado con la recepción y el acompañamiento, que va más allá de una mera bienvenida. (N. de las TT.)
13 En el original dice: étreinte, que es abrazo, agobio, asedio, oprimir. Esta polisemia es significativa en el contexto, ya que étreinte evoca tanto la cercanía íntima y afirmativa como la amenaza o invasión que sofoca. (N. de las TT.)
14 En el original dice: Pause. Elegimos traducirla como pose en este contexto debido a la fuerte connotación visual y artística asociada con el manierismo. En este movimiento, la inmovilidad estilizada del cuerpo y la postura deliberada tienen un papel central, lo que se alinea más con "pose" en español. Además, la referencia posterior a "pauser comme modèle" refuerza esta elección, ya que alude a la acción de posar en un entorno artístico. (N. de las TT.)
15 En el original dice: Dépassement, que se traduce comúnmente como "superación", pero en algunos contextos podría entenderse como "transgresión", ya que sugiere ir más allá de los límites establecidos, lo que implica una ruptura o superación de oposiciones. (N. de las TT.)
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